BIENESTAR

Coronavirus: ¿es posible hablar de felicidad en tiempos difíciles?

La cuarentena desata tormentas de emociones. ¿Qué hacer con las preocupaciones y los sentimientos negativos? Andrés Aljure, coach en felicidad, da pautas.

17 de abril de 2020
Si alguien concibe la felicidad como la ausencia de emociones negativas, es natural que piense que en la actual coyuntura no se puede ser feliz. | Foto: Google

Tener miedo es natural e incluso sano cuando nos alerta y moviliza para protegernos de los riesgos inminentes. Sin embargo, en la forma de preocupación, o ansiedad si se le quiere llamar, es una emoción tremendamente inútil cuando es entendida como ese sentir que nos inmoviliza, como consecuencia de enfocar nuestro pensamiento en cosas que, aunque pueden pasar, no están sucediendo. ¿Por qué? Porque al tiempo que deteriora la calidad de vida de nuestro presente, no nos ayuda a cambiar ni el pasado ni el futuro.

Como ejercicio para evidenciar el daño innecesario que suele provocar, piense en aquellas cosas que le han preocupado en los últimos dos meses y, posteriormente, valide cuáles de ellas se han materializado realmente. Con alta probabilidad, salvo algunas posibles excepciones, descubrirá que muy pocas. ¡Note cuánto malestar ha tenido por cosas que nunca sucedieron!

Siendo tan inútil, ¿por qué hay gente que se sigue preocupando? Porque hacerlo genera algunas recompensas psicológicas, aunque no arregle nada. Preocuparse es una forma de justificar la inacción, evadiendo el presente y el esfuerzo que puede requerirse para cambiar algo con lo que no estamos a gusto. La preocupación puede convertirse también en una forma de ganar atención, como consecuencia de los problemas de salud que genera: dolores de cabeza, reflujo, úlcera, espasmos, entre otros posibles.

Ahora bien, para quienes conciben la felicidad o el bienestar como la ausencia o no predominancia de emociones negativas, como la preocupación, es natural que piensen que en la actual coyuntura no se puede ser feliz. De hecho, y en contraposición, quienes así lleguen a definir la felicidad, tienen garantizada alta infelicidad al ver frustradas constantemente sus expectativas, porque, como es natural, no existe vida sin emociones negativas. Esto quiere decir que podemos ser más felices con tan sólo cambiar esta concepción de la felicidad, incluso en momentos de prevalencia de emociones negativas como el actual.

De hecho, y en favor de nuestro bienestar, la presencia de emociones negativas tiene valor implícito, aunque dichas emociones sean indeseadas. En lugar de satanizarlas y negarlas, es bueno reconocer sus beneficios cuando se presentan, dándonos al mismo tiempo el permiso de ser humanos cuando las tengamos. 

Por un lado, las emociones negativas nos instan a mejorar. Por ejemplo, el miedo a enfermar puede hacer que tengamos hábitos más sanos y que entendamos, con aceptación, el valor de quedarnos en casa así no sea lo que deseamos. Por otra parte, nos ayudan a hacernos conscientes de lo positivo y, en la misma vía, a valorarlo.

En ese sentido, útil puede ser formularnos las dos siguientes preguntas, no sólo por el propósito e ilusión que nos ofrecen para sobrellevar esta coyuntura, sino también por la oportunidad que nos dan de identificar lo valioso en nuestras vidas y poder así privilegiarlo: ¿Qué quiero hacer cuando todo esto pase? y ¿qué haremos cuando nos volvamos a encontrar? 

A pesar de todo lo anterior, alguien puede preguntarse si no es desconsiderado hablar de ser felices en esta coyuntura mundial y, más aún, no solo hablarlo sino también quererlo. Sin entrar en comportamientos indiferentes y jactanciosos ante el sufrimiento de personas cercanas y de la sociedad, y con la intención de fortalecernos individualmente para llegar a ser soporte de otros, usted puede contemplar algunas razones para responder con un sí a esa pregunta. 

  • La primera razón se basa en reconocer que hay muchas personas pasándolo mal y que, infortunadamente, pueden encontrarse en situaciones mucho más desfavorables que las nuestras. Para ejemplificar esta razón, viene bien la siguiente frase: “Lloraba porque no tenía zapatos, hasta vi a alguien que no tenía pies” 
  • Una segunda razón se centra en el hecho de que postergar la felicidad hasta que nosotros y los demás estemos libres de problemas y circunstancias adversas, no ayudará a nadie. 
  • Y una razón más está basada en que la felicidad nos lleva a mejores estados de salud y disposición para vivir la vida y, por ende, a mejores condiciones para enfrentar los problemas y ayudar así a otros. Luego, no se sienta mal por querer ser feliz y lograrlo.

Finalmente, partiendo de que la felicidad es como un traje a la medida que cada quien se confecciona acorde con sus circunstancias y características, si alguna de las siguientes recomendaciones le es útil para gestionar sus emociones negativas, ¡adelante!

Considere el siguiente esquema de reacción ante la adversidad. Frente a todo problema hay tres opciones de reacción: la primera es actuar, realizando un cambio activo cuando tenemos algún grado de control sobre las consecuencias negativas de la situación. En el caso actual puede ser el cumplir la cuarentena, seguir las recomendaciones y realizar los ajustes y acciones familiares, empresariales o comerciales que correspondan.

La segunda es realizar una espera vigilante de la evolución de la situación cuando no son probables las consecuencias negativas. Un ejemplo de ello es estar listos para detonar un proceso de atención en caso de adquirir la enfermedad. 

La tercera es la aceptación, cuando las consecuencias negativas son inminentes y, a su vez, no tengo control sobre ellas. Un ejemplo de ellos puede darse con la necesidad de cerrar un negocio.

Cuando tenga como opciones actuar o esperar vigilante frente al problema, usted podría: 

  • Procurar la atención en el presente. En el día a día centramos nuestra atención en algunas cosas y, de paso, ignoramos otras. Esto pasa simplemente porque nuestro cerebro se sobrecargaría si prestáramos atención a todo. No tenemos la capacidad de tener en cuenta todo en simultánea. Esto significa que podemos decidir aquello a lo que queremos darle foco en el día. Entonces, escoja bien a lo que le quiere dar foco, porque en eso se convertirá su vida en el día a día. 

Algunas formas de facilitar la atención en el presente son aquellas en las que podemos emplear la mayor parte de nuestros sentidos. Por ejemplo, el contacto con la naturaleza. Aquí usted podrá pensar: ¿cuál naturaleza si estamos en confinamiento? Algunos pueden tener jardín o, en mucha menor escala, un pequeño vivero en casa.

Por otra parte, cocinar es una excelente forma de estar en el presente porque usted usa la vista, el tacto, el gusto, el olfato y hasta puede usar el oído cuando pone a sofreír unas cebollas con ajo y tomate para preparar la salsa de una pasta. Para quienes la utilizan, la meditación también es otra forma de estar en el presente.

  • Identificar y realizar pequeñas actividades que le generen placer. No se trata de intensidad sino de frecuencia. El placer genera placer, funcionando como una espiral progresiva. Si no le es fácil identificarlas, podría por ejemplo hacer un diario de sus emociones placenteras. Día a día, cuando se sienta a gusto, hágase consciente de lo que le está generando ese bienestar: el abrazo de un ser querido, su cafecito, la sensación de armonía, la risa de un meme o un chiste, una canción, o cualquier otra a su medida.
  • Mantener el “círculo de defensa”: cultive sus relaciones y obtenga apoyo social ante las dificultades. No se guarde lo que le atormenta. Compártalo en ambientes seguros con su “círculo de defensa” Los amigos y seres queridos mitigan las sensaciones negativas y potencian las positivas.

Cuando tenga como opción a la aceptación, usted podría: 

  • Crear y reinventar a partir de lo que queda luego de vivir circunstancias complejas, en lugar de pretender arreglar todo y dejarlo como estaba antes de la dificultad. Por difícil que puedan llegar a ser sus circunstancias, y con la vivencia del respectivo duelo, focalícese en lo que sí puede hacer. Precise su propósito y ocúpese de ello utilizando sus recursos relacionales, intelectuales, psicológicos y físicos. Tenga muy presente que la desesperanza surge en momentos difíciles, cuando al sufrimiento no le damos un propósito. Dele un para qué a lo que está viviendo o padeciendo.
  • Aceptar, cuando las consecuencias son irremediables. Hay personas que pueden estar enfrentando circunstancias de significativa gravedad, con probables consecuencias y sin la posibilidad de tener control sobre ellas. Una quiebra, la pérdida del empleo o la de un ser querido son ejemplos de ello. En casos así, céntrese en manejar su emoción, lo cual, sí está bajo su control, y no en manejar el problema, lo cual no está bajo su control. 

Dese permiso de buscar apoyo si lo requiere, entendiendo que, así como un carro atorado requiere de otro que lo saque para después seguir adelante por sí mismo, usted también puede necesitar de una mano, figurativamente hablando, cuando las que tiene al final de sus brazos no le sean momentáneamente suficientes para salir adelante.