SALUD
La historia de Santiago León, el enfermero que se suicidó en Antioquia
Tenía 24 años y era jefe de enfermería en el municipio de Nariño. Su caso desnuda las presiones personales y laborales que muchas veces se agudizan con la emergencia.
En los seis meses que el mundo lleva enfrentando el coronavirus, los medios han registrado con estupor el suicidio de algunos miembros del personal sanitario en varios países. Rusia investiga el caso de tres médicos que se tiraron por la ventana en marzo, y Estados Unidos registró en abril —su momento más crítico—, la historia de una doctora que se quitó la vida tras recuperarse del virus. En el mismo mes y en el mismo país, un técnico de emergencias médicas se disparó con el arma de su padre.
Igual que sucedió en estos países, Colombia reportó el pasado jueves el más reciente caso de suicidio sanitario en uno de los momentos más críticos de la epidemia. El 25 de junio, Santiago León Osorio, de 24 años, fue encontrado sin vida en la sala de su casa en el municipio de Nariño, Antioquia. Aunque los hechos aún son materia de investigación, todo apunta a que su muerte habría estado relacionada con el reciente fallecimiento de su madre y un mal manejo de sus emociones agudizado por la pandemia.
Desde hace más o menos dos meses León trabajaba como jefe de enfermería del Hospital San Joaquín, un centro médico de primer nivel y el único que hay en el municipio. Según conoció SEMANA, era un joven aplicado, muy activo y dedicado a su trabajo, que en sus últimos días atendió casi sin descanso las emergencias de salud en el territorio, incluidas las de tomas de muestras y descarte de casos de coronavirus.
Su madre, una mujer joven y cabeza de familia, era su principal red de apoyo. Lo sacó adelante vendiendo empanadas y haciendo trabajos domésticos en el pueblo. Con ese esfuerzo se graduó de enfermero de la Universidad Católica de Oriente en 2018 y su mayor deseo era devolverle todo lo que había hecho por él. Pero hace un mes exacto la mujer falleció por un derrame cerebral que la tuvo en coma varios días. Ese episodio lo habría dejado devastado. “Su vida giraba en torno a ella y siempre decía que era feliz porque pudo profesionalizarse, atender a su comunidad y darle ese orgullo a su madre. Pero tras la muerte de ella se le acabaron esos sueños”, cuenta Juan David Sánchez, secretario de Educación de Nariño y quien fue su profesor cercano.
Varios coinciden en que León entró en un proceso de no aceptación. Una vez terminado el entierro regresó a trabajar al hospital y ni siquiera se tomó un día de descanso. Desde entonces el trabajo fue su refugio. “Se mostraba normal, pero cuando estaba solo nos dábamos cuenta de que se ponía mal. Muchos estuvieron pendientes de él, si comía, si dormía, pero nunca habló de nada”, cuenta Mariana, médico del hospital y quien trabaja con él. Para muchos su decisión fue entendible. En Nariño los recursos de salud son limitados: hay apenas cinco médicos para atender a los más de 10.000 habitantes y cualquier ausencia es irremplazable. Más en época de pandemia.
Según los relatos, León cumplió con rigor su trabajo hasta el último momento. La noche del miércoles envió un correo al secretario de Salud del pueblo con un proyecto en el que se veía entusiasmado, y hasta ese mismo día participó activamente en el grupo de WhatsApp del personal de salud que él mismo administraba. Aún así, algunos rastros indican que el joven ya tenía planeado el suicidio. Por un lado, pasó su carta de renuncia ese día, y desde que su madre falleció nunca quiso regresar a su antigua casa, ni vivir con su tía o prima. Aseguraba que “tenía otros planes”.
Desde el fallecimiento León se mudó a vivir con un abogado de la alcaldía y él fue la última persona en verlo. Según relató, esa noche, antes de acostarse lo vio tranquilo y con la intención de trabajar hasta la madrugada. "Más o menos a las 7:40 p.m. le pregunté que si quería comer. Comimos hacia las 8 y lo acompañé hasta las 10:40. Me acosté y no escuché ningún ruido. Pero al otro día quedé impactado cuando lo encontré. No podía entender. Nuestra última conversación había sido amena”, cuenta Andrés Castaño.
Su último indicio de vida fue a las 12:00 a.m. del jueves cuando publicó una serie de historias en WhatsApp en las que se despide: “perdóname...”, “como me haces de falta”, “la vida no es justa”. Castaño dice que en el momento que encontró a León y luego de ver los mensajes recordó que la noche anterior él le había mencionado que su madre cumplía un mes de fallecida ese 25 de junio y había muerto a las 5 de la mañana. Hora en la que se presume que habría cometido el suicidio.
Una olla a presión
Sin lugar a duda la pérdida de su madre fue el detonante de la decisión. Pero varias personas creen que la angustia, la soledad y las exigencias que ha agudizado la pandemia en estos trabajadores habrían desatado una tormenta perfecta. “Fue la combinación de muchas cosas. Hoy todos estamos estresados, pero el personal de salud más. No solo tienen que lidiar con sus problemas, sino atender los de los demás. Y en el caso de León se sumó lo de su mamá”, dice Sánchez.
María Eugenia Hernández, secretaria de salud del municipio, contó que justo esas últimas semanas León y el personal de salud del pueblo estuvieron bajo más tensión de la normal. La razón fue que uno de los últimos informes del Instituto Nacional de Salud (INS) registró el primer caso positivo en el municipio por error. Aunque se trató de una confusión debido a la magnitud de la epidemia, Felipe Cadavid, gerente del hospital, reconoce que sí lo vio muy preocupado por la situación. Sin embargo, todo se tranquilizó cuando la alcaldía emitió un comunicado.
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“Hubo alarma, miedo y alguien de la Policía me advirtió que en caso de ser cierto, tendrían que aislar al 20 por ciento de los policías porque había una directriz nacional. Imagínese que a uno le digan eso. En Nariño hay 7 policías para una población que sin recursos y víctimas del conflicto en un 80 por ciento. Aunque hoy la preocupación no es tanta por ese lado, no podemos bajar la guardia. Ellos, además, nos apoyan en el tema sanitario: controlan la entrada y que personas de otros municipios no traigan contagios”, agrega la secretaria de salud.
SEMANA también escuchó audios en los que el joven solicita repetidamente la corrección. “Buenas tardes doctores de la seccional y asesores, les pido el favor de si les llega un informe oficial con la aclaración del INS, o por lo menos un video, me lo hagan llegar. (...) No lo han solicitado por varios medios. Dios les pague”. A esto, una mujer le responde que ya filmaron un comunicado con el alcalde, pero el cambio oficial solo lo podrá hacer el INS. En el municipio la confusión ya está esclarecida: nunca existió ese caso sospechoso y el positivo pertenece al barrio Antonio Nariño de Medellín. Sin embargo, hasta el día de hoy, el caso permanece activo en los registros oficiales.
“Esto nos afecta bastante. Al aparecer como municipio covid en los datos oficiales todas las EPS nos exigen protocolos distintos. Eso altera sustancialmente la forma en que estamos trabajando. Y prácticamente, junto a la policía, nos tocaría aislar a la mitad del personal. La situación nos tiene contra las cuerdas”, cuenta el gerente del hospital.
El INS ha asegurado que este tipo de errores a veces suceden, pues los datos son registrados manualmente. De por sí el conteo diario implica un trabajo monumental, pero corregir un error de estos también lleva su tiempo. "El protocolo es estricto para garantizar la transparencia", dijo una fuente de la entidad a SEMANA. Hasta el momento el reporte no habría llegado a Bogotá, por lo que es probable que el mensaje, enviado desde un municipios pequeño y con muchos intermediarios, haya terminado en un teléfono roto.
Este hecho aislado, por supuesto, no explica la muerte de León. Pero sí desnuda la difícil realidad que viven en todos los frentes los trabajadores sanitarios: mucho trabajo y pocas manos, muchas exigencias y pocos recursos. Esa tensión, combinada con una alta vulnerabilidad emocional que cientos callan, se vuelve una olla a presión que tarde o temprano estalla. “El hecho de que Santiago haya pasado su renuncia en mitad de la noche demuestra que no se sentía en la capacidad emocional de responder como debía", dice Sánchez.
Una profesión en cuidados intensivos
Quienes llevan la peor parte son aquellos que trabajan con las uñas en los municipios más olvidados. Hernández, por ejemplo, señala que el coronavirus aún no ha llegado a Nariño, Antioquia, pero el día que lo haga no habrá cómo responder. “La situación es muy difícil: hay una sola ambulancia, el hospital está debiendo sueldos y hay obras en construcción en proceso que tumbaron lo bueno y dejaron lo malo. Eso generó hacinamiento, los médicos y pacientes están estrechos, y en caso de detectar un positivo no hay donde aislarlo”, relata. Recibir apoyo de las ciudades grandes como Medellín tampoco es una opción, pues se encuentran a más de cuatro horas y con carretera destapada.
El gerente del hospital también asegura que el gobierno ya giró la plata para pagarle el sueldo a los médicos este 2020, pero eso no es suficiente. “Nos llegaron los recursos para pagarles este año. El problema es que del 2019 hacia atrás hay deudas por más de 500 millones de pesos y con proveedores la cartera es de casi 700 millones de pesos”, dice. Igual que la Secretaría de Salud, advierte que están trabajando en hacinamiento. La ampliación del hospital, que se convirtió en un elefante blanco, hoy tiene a los médicos turnándose los consultorios.
“Uno ve que donan de a tres o cuatro mil millones para las grandes ciudades, pero para municipios tan alejados, que sufrimos tanto la violencia, nada. El Ministerio de Salud debería voltear su mirada. Si en Medellín un hospital está lleno, la gente tiene opción de ir a otro, pero aquí en Nariño no hay otra opción a dónde ir”, explica..
Con la intención de subsanar estos vacíos la alcaldía ha presentado proyectos por regalías a la gobernación. “Solicitamos la compra de otra ambulancia y pagar un médico más para un corregimiento que se llama Puerto Venus, donde no hay médico, pero hasta ahora nada", dice Hernández. La mujer hace un llamado urgente la gobernación pues el personal de salud en Nariño se siente abandonado, como tantos otros.
La situación es preocupante. Epidemiólogos ya advirtieron a la Secretaría de Salud de Nariño sobre la necesidad de iniciar una investigación en la zona sobre la carga laboral que tiene el personal de la alcaldía y el hospital para así evitar posibles réplicas. Ella misma dice que se siente agobiada. “Desde la seccional de salud escriben a diario decenas de personas pidiendo información. Pero no entienden que uno está solo acá con un montón de dificultades. No es falta de voluntad, es falta de tiempo”.
Otro trabajador de la región, que prefiere no revelar su nombre, aseguró por WhatsApp: “Lo del exceso de la carga laboral está muy cerca a nosotros, el INS y la misma SSSA son demasiado exigentes con el personal en algunos municipios, con gente joven, sin experiencia y con alta vulnerabilidad emocional. (...) Creo que todos estos detalles hay que evaluarlos. El trabajo en exceso, incluso los fines de semana y hasta altas horas de la noche podrían ser un factor de riesgo para todo nuestro equipo ERI Norte”.
Con la muerte de León, Nariño lamenta la partida de un joven activo, emprendedor, jovial, ordenado. Pero también queda a la deriva. “Santiago era el único enfermero jefe del municipio, el encargado de todos los programas de bioseguridad, los planes de contingencia para el covid y la articulación con la alcaldía. Ahora quedamos sin saber qué hacer”, dice el gerente.
No es una excepción
El suicidio en el personal sanitario no es un tema nuevo ni menor. Desde hace años, los estudios advierten sobre la vulnerabilidad de esta población. Según un trabajo de 2018, realizado por el Programa de Psiquiatría del Harlem Hospital Center, en Nueva York, el riesgo de morir por suicidio entre los médicos hombres es el doble que en la población general y en médicas mujeres es el triple o el cuádruple. La razón es que por años han soportado violencia económica, emocional y laboral en silencio. Pero ahora, está quedando en evidencia por la pandemia.
En el país, varios estudios previos, incluído uno reciente del Colegio Médico Colombiano, han alertado sobre los altos índices de depresión y ansiedad en médicos y personal de salud. Sus estadísticas muestran que tienen el doble de riesgo de suicidio que la población general. Con el covid-19 la carga es peor. Sin duda, la crisis ha generado una serie de estresores nuevos y limitado los recursos que las personas utilizantradicionalmente para lidiar con el estrés.
Esa evidencia, sumada al lamentable caso de León, debe servir para que el país reflexione sobre la necesidad de proteger a toda costa la salud física y mental de sus trabajadores. De no ser así, la suma de sus angustias, que van desde el miedo a contagiarse, no tener sueldo, y lidiar con sus problemas personales, podrían desatar una tormenta perfecta que afecte a largo plazo el bienestar emocional de estas personas y aumente el riesgo de suicidios.