Psicología
Coronavirus y salud mental: por qué es normal sentir miedo
Un brote epidémico importante implica un trastorno psicosocial en el que la población sufre de estrés y angustia. El médico psiquiatra José A. Posada Villa, explica qué hacer en estos casos.
Los brotes epidémicos son tragedias humanas reales y, por lo tanto, el sufrimiento y las consecuencias mentales también deben tenerse en cuenta. Es normal sentirse vulnerable y con miedo mientras se reciben tantas noticias alarmantes sobre un brote epidémico de enfermedades infecciosas, como es el caso del covid-19, producido por un coronavirus. Los rumores y la especulación alimentan la ansiedad.
Una encuesta reciente mostró que actualmente el 42.6 por ciento de los ciudadanos en China presentan ansiedad relacionada con el brote epidémico y el 16.6 por ciento están lidiando con síntomas depresivos moderados o severos.
Los medios de comunicación generalmente se centran en los aspectos biológicos e implicaciones en la salud física, pues enfermedades infecciosas, como el COVID-19, afectan aparentemente más al cuerpo y, por lo general, el manejo de las autoridades sanitarias se centra en prevenir la propagación de la enfermedad y buscar la curación de quienes se han contagiado.
Pero el miedo comienza a afectar a la comunidad y aparecen el nerviosismo, el temor y la estigmatización, y tanto la población general como los que están en cuarentena y enfermos, sufren de un gran estrés.
Este brote epidémico puede afectar las redes de apoyo social cuando más se necesitan, dejando a las personas aisladas y vulnerables. Se deja de visitar a los amigos y familiares, y para completar, muchos lugares como sitios de trabajo, colegios, universidades, terminales de transporte, lugares de culto, escenarios deportivos y culturales, llegan a cerrar por el temor a la propagación del virus.
La estigmatización también es una reacción frecuente cuando se dan brotes epidémicos como el del covid-19. Las personas y las comunidades a menudo temen unas de otras y se genera miedo, desconfianza y exclusión social. El estigma afecta mentalmente y, además, puede llevar a las personas a evitar los servicios de salud por temor a ser excluidos.
Otro aspecto importante que se debe tener en cuenta es el efecto en el sistema de salud. Por un lado, la salud mental de los profesionales se ve afectada por el difícil trabajo en este tipo de situaciones, y por otra parte, los servicios de salud, enfocados en los aspectos físicos de la enfermedad, con frecuencia descuidan los aspectos mentales. Además, las personas afectadas pueden evitar los servicios de salud por temor a contraer la enfermedad.
Debe señalarse que no todos los problemas mentales que ocurren en una situación como esta pueden describirse como trastornos, pues la mayoría son reacciones normales ante una situación anormal como la planteada por el brote epidémico.
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Los problemas emocionales y comportamentales más comunes en estos casos son las reacciones de estrés agudo, síntomas depresivos, aumento en comportamientos agresivos y consumo excesivo de alcohol o drogas, pero de acuerdo con la susceptibilidad de la persona y la gravedad de la situación, pueden presentarse trastornos de adaptación, trastornos depresivos, manifestaciones de estrés postraumático, abuso de alcohol u otras sustancias psicoactivas y trastornos psicosomáticos.
Algunos criterios para determinar si las reacciones emocionales normales se están convirtiendo en un síntoma de algo más grave incluyen el sufrimiento prolongado o intenso y un efecto negativo en el funcionamiento individual, familiar, académico, laboral o social de la persona. También se pueden dar afectaciones más sutiles, como la pérdida de la fe, pérdida del sentido de la vida, etc.
El adecuado manejo de la salud mental de la población afectada no solo mejorarán el bienestar emocional, también ayudará a combatir la epidemia, ya que la afectación mental puede dificultar los esfuerzos para combatir la enfermedad.
Si bien hay mucha información útil y confiable disponible en los medios de comunicación y las redes sociales, también hay información errónea. El truco es descubrir cuál es cuál. Las páginas de la OMS y del Ministerio de Salud y Protección Social son las más recomendables.
Recomendaciones para hablar sobre el brote epidémico con familiares y amigos:
- Ponerse en el lugar de la persona
- Reconocer la incertidumbre
- No dejarse atrapar en el juego de los números o estadísticas
- Ver la situación en perspectiva. Alguien que tiene tos o fiebre no necesariamente tiene COVID-19.
- Mantener el apoyo familiar y social como un medio valioso para compartir sentimientos y aliviar el estrés.
- Ser escéptico ante las teorías de conspiración inverosímiles o las afirmaciones de noticias falsas que rechazan las recomendaciones de los funcionarios de salud pública.
- Si encuentra que las noticias lo estresan, es importante encontrar un equilibrio. No se trata de evitar las noticias. Es bueno mantenerse informado y educarse, pero limitando el consumo de noticias si llegan a ser molestas.
- Es esencial involucrar a los hijos y familiares y preguntarles a los niños qué han escuchado sobre el brote y darles información adecuada y apoyo emocional.
- Usar técnicas de manejo del estrés y relajación
- Las personas que sienten una preocupación o ansiedad abrumadora deben buscar apoyo profesional.
Para concluir, este brote epidémico, que aparentemente afectan solo a nivel físico y económico, pueden generar problemas psicosociales y en ocasiones trastornos mentales importantes. Por lo tanto, es imperativo que la respuesta y la recuperación epidémicas incluyan planes para abordar posibles problemas y trastornos mentales. Y recuerde que no todo resfriado o tos es COVID-19.
* Grupo de Investigación Nuevas Perspectivas en Salud Mental, UCMC