INFORME ESPECIAL

“Cuando extubamos a un paciente es una fiesta"

El médico Mario Gómez compara ese momento con las escenas de película donde el héroe aterriza un avión de emergencia. Dice que su vocación lo lleva a sentir satisfacciones inexplicables para la mayoría, como el momento en el que ve que un paciente por fin orina.

1 de agosto de 2020
Mario Gómez, médico intensivista del Hospital San José. | Foto: Juan Carlos Sierra

En cuidados intensivos la mayoría de pacientes necesitan de respiradores, pero no necesariamente todos están intubados. Cuando la función del pulmón está lo suficientemente alterada para que la persona no pueda respirar por sí sola, normalmente se le tiene que dar apoyo ventilatorio. Un paciente con demasiada "hambre de aire” produce una disminución de concentración de oxígeno en todo el sistema. Eso le altera la cantidad de oxígeno, también con el cerebro produciendo cambios en el comportamiento, se excitan y deliran. El sufrimiento es mucho para pasarlo a “palo seco”. Por eso hay que sedarlos.

El nivel de dificultad respiratoria es proporcional a la severidad de la inflamación. En los que hacen neumonía o síndrome de dificultad respiratoria del adulto, esa inflamación es de tal envergadura que los pulmones a menudo se llenan de agua y así el intercambio de oxígeno no se lleva a cabo eficientemente. Este proceso es complejo y requiere para su manejo, entrenamiento y experiencia. 

En la pandemia, hemos tenido casi el doble de pacientes de lo normal. Su estancia en cuidado intensivo es mucho más prolongada por la gravedad, y entonces se disminuye la posibilidad de rotar los pacientes, lo que se llama giro cama. 

En cuanto a la selección de ingreso, lamentablemente no tenemos una maquinita que nos diga quién va a vivir y quién no. La decisión será entonces basada en fundamentos éticos universales como autonomía, beneficencia, no maleficencia y humanidad. La edad avanzada al menos en nuestro grupo, no será criterio único de exclusión. Nosotros le apostamos a rescatar la vida útil sin discriminaciones.

Cuando extubamos a un paciente, eh ave maría, no se imaginan la felicidad. Es una fiesta, es como cuando ve en las películas que el héroe aterriza el avión que está en emergencia. Uno se siente el “chacho” por haberlo logrado. Es algo muy emocionante sobre todo con estos pacientes tan graves.

Yo creo que hay una preconcepción sobre la deshumanización del gremio de la salud; pero uno sí siente miedo, emociones y también llora, lo que pasa es que no es dramático. He sostenido en varios escenarios que el calificativo en el que nos señalan como héroes no es el apropiado, empezando por que Supermán no almuerza, al menos yo no lo he visto (risas), nosotros sí. También comemos, nos cansamos, lloramos etc. Usted toca a un médico y está hecho de su misma piel. La diferencia es que tenemos que aprender a elaborar nuestros duelos en silencio y rapidito porque ya llega el otro paciente.

Un aspecto fundamental y proporcional a la supervivencia es la dedicación a los enfermos, eso significa que si cuida bien al paciente, hay más posibilidades. En una publicación de hace años el profesor Roger Bone, QEPD, no en vano enfatizaba que lo que más baja la mortalidad en cuidado intensivo eran las medidas generales: no dejar que se le baje la presión, que no se deshidrate, prevenir los trombos, alimentarlo, etc.  Eso ha producido mejores resultados que los grandes descubrimientos, que la verdad a pesar del esfuerzo, no aportan lo esperado.

Es estar pendiente: por eso se llama cuidado intensivo. Yo viví la pasión de luchar una noche entera para que un enfermo orinara y después de ocho horas de trabajo ver que caen unas goticas a la bolsa de orina, me produjo una felicidad indescriptible.