SALUD

Dolor de espalda: ¿cuál es la mejor manera de evitarlo?

La revista The Economist anuncia malas noticias para quienes sufrende ese mal. La mayoría de las veces no sirven las pepas ni las operaciones.

22 de febrero de 2020
Entre 5 y 15 por ciento de los dolores tienen una causa estructural. El 80 por ciento restante no tienen una causa específica. Para ellos, infortunadamente, no hay solución permanente. | Foto: STOCK

Esto va a doler: la Organización Mundial de la Salud calcula que, en el mundo, el 80 por ciento de la gente en algún momento tendrá dolor de espalda; y según la revista The Economist, para la gran mayoría de ellos no habrá un remedio definitivo diferente a la resignación. En efecto, la mayoría de tratamientos populares como los analgésicos, las infiltraciones y algunas cirugías no ponen punto final al problema. Por eso, la publicación sugiere estrategias más sencillas y menos costosas como hacer ejercicio, aceptar que las molestias se exacerban de cuando en cuando y no pensar en el dolor. Muchos de los que padecen estos problemas tendrán dificultades para asimilar esta conclusión. Pero detrás del argumento hay muchos estudios científicos.

El dolor de espalda está entre las primeras causas de discapacidad en el mundo. De eso nadie muere, pero martiriza las vidas de quienes lo sufren de manera crónica. Muchos de ellos, ante la incapacidad de superarlo, desarrollan trastornos de ansiedad y depresión. Ángela León, empresaria de 40 años, da cuenta de eso después de sufrir una hernia cervical. Pasó de ser una mujer activa, optimista y alegre, a salir poco de su casa por miedo a que su sufrimiento aumentara al caminar. “En la medida en que no encontraba solución empecé a desanimarme y llegó un punto en que el dolor era tan intenso y afectaba mis actividades diarias como dormir, moverme, trabajar o estar en familia, que en la noche cuando me acostaba en la cama lloraba de tristeza. No podía creer que estuviera así”.

Personas como ella recurren a todo tipo de estrategias para aliviar su dolencia, ya sea dentro o fuera de la medicina alopática. Eso hace que sea una de las patologías más costosas. Según un estudio que cita el semanario británico, solo en Estados Unidos gastan 88 mil millones de dólares, no muy lejos del cáncer, cuyos costos de tratamiento están cerca de los 115 mil millones de dólares en ese país. Parte de esa cifra corresponde a resonancias magnéticas para encontrar el origen del dolor.

Sorprendentemente, estos exámenes muestran que apenas un 5 a 15 por ciento de las molestias de espalda tienen una causa específica; por ejemplo, un nervio que hace presión, un tumor, una infección, una fractura o artritis. El 80 por ciento restante no tiene un origen específico.

Algunos creen que se debe a que las vías nerviosas por donde viaja el dolor están dañadas por fatiga de los músculos de la espalda debido a malas posturas o a falta de actividad física. También puede reflejar que otros aspectos en la vida no están marchando bien, pues según el ortopedista Jorge Ramírez, “la espalda es una de las partes del cuerpo más sensibles al estrés”. Por eso, muchas de las terapias que reciben estos pacientes fracasan. Pero ellos no quieren oír eso. Según el facultativo Graeme Wilkes, “resulta difícil para los médicos explicarles que el dolor de espalda se debe a sus problemas financieros o maritales, o al insomnio, y no a algo mecánico”, dijo el experto a The Economist. “Ellos no van a creer que no necesitan una inyección”.

Ante esto, mitigan su dolor con tratamientos que no solucionan el problema de base o lo hacen solo temporalmente. Los analgésicos, por ejemplo, solo funcionan para dolores agudos. “No puedo poner a un paciente con dolor de espalda con acetaminofén durante 15 años porque no hay hígado que lo resista”, dice el neurocirujano Jorge Eduardo Guzmán. Otros medicamentos producen arritmias y otros generan adicciones. En efecto, usar mal los analgésicos para dolores crónicos produjo la epidemia de opioides en Estados Unidos. A futuro no se ve una respuesta farmacológica, pues en los proyectos de innovación de las compañías farmacéuticas no se vislumbran analgésicos que funcionen mejor sin causar tantos efectos secundarios.

En cuanto a las cirugías, el artículo cita una investigación hecha por la aseguradora Cigna, que en 2011 analizó el éxito de un procedimiento denominado fusión espinal. La compañía encontró que el 87 por ciento de quienes se sometieron al procedimiento sentían, dos años después, un dolor suficiente como para tomar analgésicos o buscar otros tratamientos.

Para empeorar las cosas, cuando los pacientes reciben un diagnóstico de la columna tienden a creer que esta es frágil y que deben protegerla con menos movimiento. Y los médicos cometen el error de no advertir que estos dolores provienen, en su mayoría, del deterioro normal por la edad, y que no ejercitar ni estirar esos músculos generará aún más dolor. Según Guzmán, esa molestia proviene de los ligamentos, estructuras sensibles que al estirarse demasiado por malas posturas generan molestias. El médico compara ese dolor con tener la mano apretada durante todo un día. “Al final termina doliendo mucho”, explica. Lo mismo sucede en la columna, pero con una diferencia: la persona puede mover la mano para evitar el dolor, “mientras que en la columna no pasa eso porque el paciente no corrige su mala postura”.

Un estudio reciente publicado en la British Journal of Sports Medicine encontró que hacer actividad física podría ofrecer una mejor alternativa junto a otras estrategias menos costosas y más seguras para esos pacientes. Daniel Belavy, profesor del Instituto de Actividad Física en la Universidad de Victoria, Australia, analizó más de 89 estudios que examinaron estrategias como yoga, masajes y otras soluciones populares para tratar el dolor de espalda. Encontró que la más efectiva consiste en moverse más: nadar, correr o hacer ejercicio de resistencia. En Australia, una campaña para fomentar el ejercicio entre estas personas también tuvo resultados alentadores, pues redujo las visitas al médico en 15 por ciento, y en 20 por ciento los costos.

Los programas psicológicos de apoyo a estos pacientes también ayudan, aunque su objetivo no es reducir el dolor, sino aprender a vivir con él. Resulta crucial aprender a no luchar contra el dolor con la premisa de que eso genera un esfuerzo adicional. “Si se le quita, el paciente se sentirá más aliviado y podrá concentrarse en otras cosas”, dice la psicóloga Lucie Knight, del Hospital St Thomas, en Londres.

El problema es convencer a los pacientes de que este es el camino correcto. Primero, porque empezar a hacer ejercicio con el dolor de espalda va a doler más. “Es normal porque estamos estirando esos músculos que le dan soporte a la columna”, dice Guzmán. Con el tiempo, sin embargo, asegura que el sufrimiento disminuirá. El segundo punto es que hay que ejercitarse a diario y por siempre. “Uno no se lava los dientes una vez a la semana, sino todos los días. Así debe cuidar también la columna”, agrega.

Los expertos dicen que es posible prevenir o al menos retardar la llegada de los dolores de espalda con solo mejorar la postura y hacer ejercicio físico. Esto último tiene dos aspectos: el tono muscular y el control de peso, pues en la medida en que hay más obesos aumentan los casos de dolor inespecífico de columna. Esto, sin embargo, hay que hacerlo desde muy pronto.

Guzmán también aconseja asistir a los talleres de espalda para aprender a acostarse, distribuir el peso, agacharse y tener una buena postura. Asegura que hacerlo disminuiría sustancialmente las cifras de pacientes amargados por el dolor.