LIBROS
La biblioteca Patiño, el hombre que donó 13.500 libros a la Nacional
El 15 de febrero la Universidad Nacional inauguró la donación bibliográfica más importante en su historia: 11.000 libros y más de 1.000 discos de la colección del médico, cirujano e investigador José Félix Patiño. Esta es su historia, y la de su biblioteca.
“Un día, hace muchos años, mi papá y yo le pedimos a su amigo Rafael Martínez Briceño, un médico solterón que se dedicó a tener libros y nada más, que le vendiera su biblioteca a la Universidad Nacional. Ese mismo día le recordé que él me había regalado el primer libro serio que tuve: El libro de las tierras vírgenes, de Rudyard Kipling”. José Félix Patiño se acerca a una vitrina y me muestra ese libro, más conocido como El libro de la selva, que fue el primero de su inmensa biblioteca. El número 1 de los 13.500 libros que le donó a la universidad y a la Academia Colombiana de medicina.
El 15 de febrero la novela de Kipling se instaló en el cuarto piso de la biblioteca central de la Universidad Nacional, justo arriba de uno de Gabriel García Márquez –abierto en la página de la dedicatoria–, de la primera edición de Cien años de soledad hecha en Colombia, de la primera edición de The Variation of Animals and Plants under Domestication, de Charles Darwin, y de una edición muy antigua de El Quijote. Ese día Patiño estaba cumpliendo 90 años.
***
Nació en 1927. Su padre, el médico Luis Patiño Camargo, solía recorrer Colombia en burro con su esposa, investigando y descubriendo enfermedades tropicales. Viajaban tanto que José Félix nació por accidente en San Cristóbal, Venezuela.
Estudió en el Gimnasio Moderno. Al graduarse empezó Arquitectura en la Universidad Nacional y se cambió muy pronto a Medicina, también en la Nacional, donde estudió hasta el bogotazo del 9 de abril de 1948. Con mucho esfuerzo sus padres lo mandaron a Estados Unidos para que terminara su carrera en la Universidad de Yale. La Nacional permanecería cerrada por dos años.
Patiño terminó sus estudios en 1952 con una tesis titulada “The transplantation of embryonic endocrine tissues” (El trasplante de tejidos endocrinos embrionarios), y con ella ganó el prestigioso premio Borden. “Mira”, me dice mientras recorremos la biblioteca. “Aquí está el premio. Era el más importante. Y este certificado es de Alpha Omega Alpha, una sociedad de honor a la cual uno entra por invitación. No se puede aplicar”. Lo dice con orgullo.
En Yale también se especializó en cirugía torácica y cardiovascular. Durante su residencia inventó un procedimiento para tratar anomalías congénitas del corazón que se conoce como la “Operación de Patiño-Glenn” o “Shunt de Patiño-Glenn”. William W.L. Glenn era, en ese entonces, su profesor de cirugía cardiovascular.
Cuenta María Isabel, la tercera hija de Patiño, que en Yale muchas veces le ofrecieron que se quedara. “Sin embargo, en los ires y venires conoció a mi mamá, Blanca Osorio. Era una mujer bellísima, y él se enamoró de ella. Viajaron juntos a New Haven pero él no formalizó nada, así que ella se devolvió a Colombia a casarse con otro señor. A unas semanas de la boda mi abuela materna, que comprendía que allí había una relación importante, le mandó a mi papá la invitación del matrimonio. Como cinco días antes de la fiesta, mi papá la llamó para decirle que no se casara con otro, que tomara un avión y fuera a casarse con él. Mi mamá lo hizo. Llegó a Nueva York y se casaron al día siguiente. Mi mamá entró a estudiar un programa técnico de Bacteriología en Yale. Vivieron en New Haven y allá tuvieron a mis dos hermanas mayores, Mariana y Lucía”.
En 1958 regresaron a Bogotá. Ella montó un laboratorio clínico de bacteriología en la clínica Marly y él llegó a presidir el Departamento de Cirugía del Hospital Universitario de La Samaritana. “Atendía a gente en condiciones sociales muy difíciles, y con poco presupuesto”, me dijo María Isabel. Luego trabajó en la Marly, y en 1962, en el gobierno de Guillermo León Valencia, lo nombraron ministro de Salud. En un par de años logró implantar en Colombia las drogas genéricas para bajar los costos de los medicamentos.
En 1964 fue nombrado rector de la Universidad Nacional, donde sacó adelante una reestructuración profunda que se bautizó con su nombre. Pero antes de poder preguntarle por la famosa Reforma Patiño, José Félix se para al lado de unos libros viejos y los observa a través del vidrio. “Rafael Martínez Briceño [el mismo del libro de Kipling] me dijo que le comprara este libro que ves aquí. Es la primera edición de la Historia Natural de Cayo Plinio Segundo, un romano del siglo I, de la época del emperador romano Vespasiano, que escribió la primera enciclopedia de la humanidad. En ella Plinio recogió la información que vio, la que consultó en más de 2.000 fuentes y la que le dieron, pero no se preocupó por comprobarla. Le dijeron que había unos hombres que tenían la cabeza en el pecho, otros que tenían cabeza de lobo y otros que vivían en el Sahara y tenían un pie tan grande que podían usarlo de sombrilla. Este es el único Plinio con ilustraciones hechas a partir de las descripciones, y es el primer libro con un índice. Se fue transcribiendo en manuscritos durante la Edad Media hasta que llegó la imprenta y los libros se empezaron a traducir del latín a las lenguas vernáculas. La primera traducción al español del volumen 1 se hizo en 1624 y en 1629, la del volumen II. En el censo aparecen cinco en el mundo. De manera que este sería el sexto”.
Luego da unos pasos hacia la izquierda y se acerca a otro Plinio, dos libros más allá. “Este es uno de los libros más importantes porque lo que ves ahí es el signo de la editorial de [Johann] Froben, quien se asoció nada menos que con Erasmo de Rotterdam y con el pintor Hans Holbein para montar en Basilea la mejor editorial del Renacimiento. Cuando vayas a una librería de antigüedades y veas ese signo en un libro significa que es una joya, porque eso quiere decir que fue uno de los libros más importantes durante el Renacimiento europeo. Este que ves aquí, y los de allá, no los hay en ningún otro país de América Latina”.
Patiño dice que, de toda la colección, ese es el libro más valioso. Pero la verdad es que esa frase la repite por lo menos ante otros tres libros durante nuestro recorrido por la biblioteca. “Después de comprarlo me puse a leer quién era Plinio y me pareció un tipo interesante porque lo único que hacía era leer y hacer que le leyeran. Cuando se movía en litera, de un lugar a otro de Roma, llevaba a un esclavo que le iba leyendo porque no podía perder el tiempo”.
José Félix tampoco pierde el tiempo. Durante los dos años que ocupó el cargo de rector de la Nacional, sacó adelante la Reforma Patiño, la más importante en la historia de la universidad. “Cuando llegué a la rectoría, la Nacional era un sitio donde se daban clases y nada más. No había vida universitaria, y yo venía de una universidad donde había teatro, música, ópera, museos… Una vida cultural intensa. La universidad no puede ser solamente un sitio donde se cumpla con un currículo, como un derrotero, para llegar a un diploma. Tiene que ser una vivencia en un ambiente de cultura y de creación de conocimiento”.
Durante su rectoría construyeron cafeterías, museos, el auditorio León de Greiff, el edificio de la rectoría donde estaba la enfermería y el centro estudiantil, que servía como una especie de club para los estudiantes, con gimnasio en el sótano, salas de música y de lectura, “y un balcón para que echaran sus discursos revolucionarios, con la plaza al frente para aquellos que los oían. También se hicieron residencias. Se le dio a la universidad vida. Se le dio empuje al bienestar estudiantil”, dice. Patiño también aumentó el profesorado y el presupuesto mediante el apoyo del presidente Valencia, del gobierno estadounidenses e instituciones como la fundación Rockefeller. “Eran otros tiempos. Los tiempos del presidente Kennedy, de la alianza por el progreso. Los tiempos en que se pensaba que lo público era lo más importante, como efectivamente es. Ahora se piensa que lo privado es lo importante”.
Patiño fue quien condensó las 27 facultades y 32 carreras que ofrecía la Nacional, siguiendo el ejemplo anglosajón, en tres grandes facultades “para el conocimiento universal”: la de Ciencias, la de Ciencias Humanas y la de Artes y Arquitectura. A partir de esa integración creó un programa de estudios para que los estudiantes tuvieran bases de cultura general antes de seguir con su carrera. El modelo, según él, lo copiaron el resto de universidades colombianas y latinoamericanas.
“¿Esa relación tan estrecha con la universidad es la razón por la que le donó su biblioteca?”, le pregunto. “Sí. He estado vinculado a esta universidad toda la vida, y qué mejor que esta biblioteca les sirva a los estudiantes. El año pasado, que estuve muy enfermo, mi gran preocupación fue qué iba a ser de mi biblioteca”.
Después de ocupar el cargo de rector, José Félix Patiño fue director de la Federación Panamericana de Asociaciones de Facultades de Medicina, y presidente de la Academia Nacional de Medicina de Colombia, de la Sociedad Internacional de Cirugía –siendo el único latinoamericano que ha llegado a esa posición– y de la Federación Latinoamericana de Cirugía. También fue miembro honorario del American College of Surgeons y de la American Surgical Association. Fundó la Fundación Santa Fe de Bogotá y lideró el grupo de trabajo que creó la facultad de Medicina de la Universidad de los Andes, cuyo hospital universitario es, hasta hoy, la clínica Santa Fe.
Es doctor honoris causa de varias universidades y autor de decenas de artículos académicos e investigaciones. Algunos son sobre medicina, otros sobre, por ejemplo, el tratamiento de las heridas y el conocimiento anatómico en la Ilíada –que es uno de sus libros preferidos, junto a Cien años de soledad y El nombre de la rosa–. También se enorgullece de su biografía de la cantante de ópera María Callas, quien, como cuenta María Isabel, era parecidísima a su madre. Esa biografía tiene la particularidad de que está estructurada a partir de cada presentación de la cantante, desde la primera en Atenas hasta la última en Sapporo, y de sus muchísimas grabaciones. José Félix las tenía todas, y también las donó, con otros 1.000 discos, a la universidad.
Otra de las publicaciones de Patiño se titula La informática y la medicina. “Se mantiene actualizado”, cuenta María Isabel. “Hace sus propias presentaciones en Power Point, tiene como computadores, dos celulares y usa WhatsApp”.
Lecciones de cirugía, un libro de texto que los estudiantes aún consultan, lo escribió después de una catástrofe que le partió la vida en dos. Y la historia María Isabel la cuenta así:
“Cuando mi hermana Lucía tenía 21 años, ella y su novio iban saliendo en carro de una finca, hacia la avenida principal, y un bus los chocó y los volvió pedazos. Él murió cuando iban llegando al Hospital Militar, pero mi hermana aparentemente solo tenía dos fracturas. Con los días, sin embargo, empezó a empeorar y a empeorar. Su sangre coagulaba y los médicos no entendían por qué. Mi papá trató de llevársela a Estados Unidos. Le ofrecieron incluso el avión presidencial, pero ella sufrió como tres paros cardiacos y no la pudieron trasladar. Luego vino un avión ambulancia de Miami y finalmente se la llevaron a Estados Unidos. Aun así, mi hermana murió. En el accidente se había golpeado el páncreas y en ese momento no existía la tecnología necesaria para detectar el golpe. Esa tragedia fue muy dura para la familia”.
***
Patiño y yo seguimos recorriendo la biblioteca y nos topamos con la primera edición facsimilar de las obras de Shakespeare de 1623. Está en perfecto estado y tiene tapas de madera. “Este es uno de los libros más lindos que hay. Lo conseguí en Nueva York. Vengan, miren este libro que es una belleza. Ustedes nunca habían visto un libro del siglo XVII”, les dice a unos estudiantes que han empezado a recorrer con nosotros la biblioteca, como si el doctor Patiño fuera una especie de guía. De Virgilio. De hecho estamos justo al frente de un ejemplar inmenso de La divina comedia de Dante Alighieri, ilustrado por Doré, con cada estrofa traducida al francés, al inglés y al español. Cerca, muy cerca, está expuesto un manual de la Inquisición sobre cómo torturar.
“Ese libro de Shakespeare se publicó siete años después de que él muriera”, dice el asesor académico Gustavo Silva, quien ya se sabe, por cuenta de Patiño, la historia de cada libro. “Como era dramaturgo nunca publicó nada. Así que es gracias a esa edición de 1623 que conocimos a Shakespeare. Si ese libro no hubiera salido, su obra habría pasado de largo”.
Al lado hay un libro que se hace notar por sus fotos a color. Se lo regaló Marta Traba, a quien no le gustaba porque era, decía ella, de los “mamarrachos” que hacían los muralistas mexicanos. También hay un libro de la primera expedición a Yucatán, con los primeros dibujos que se hicieron al respecto. Y la obra de Bartolomé de las Casas, firmada por Francisco de Paula Santander.
***
Hoy en día José Félix Patiño es miembro honorario de la Academia de Medicina y del Consejo Superior de la Universidad Nacional. Sigue estando muy pendiente de los temas de la salud en el país. Busca reunirse constantemente con ministros, superintendentes y decanos para hacerles sus recomendaciones. Además, sigue leyendo e investigando sobre los temas que le interesan, y asiste a cuanto evento cultural haya en Bogotá”.
“¿Es ese su secreto para mantenerse como un roble a los 90 años?” le pregunté.
“Totalmente. Él es así de vital porque está ocupado”.
Tan vital es que, después de una hora de entrevista, él sigue caminando por los estantes de la biblioteca. De repente se para al frente de la sección de religión y filosofía. Mira atento los libros y dice: “Ay, mis viejos amigos… Qué rico volver a ver a mis viejos amigos. Yo veo esto y siento que viví entre estos libros toda mi vida. Cuando tú llegues a mi edad te preguntarás: ¿Qué hice yo en esta vida? Pues una de las cosas que yo hice fue una buena biblioteca”.
“¿Y qué hay ahora en esa parte de la casa?”, le pregunto.
“Ya hay otros 500 libros para traer a la universidad”.