Nutrición
Edulcorantes: ni son cancerígenos si se ingieren en las cantidades adecuadas, ni ayudan a bajar de peso
Los especialistas no se ponen de acuerdo sobre qué tan conveniente resulta o no el uso del aspartamo, declarado como posiblemente cancerígeno por la OMS, ni qué tan eficaz es en realidad cuando se trata de hacer dieta.
El aspartamo es una sustancia mucho más común de lo que se cree y está presente en un gran porcentaje de los productos que se exhiben en cualquier supermercado: desde panes (incluso integrales) y bebidas dietéticas hasta cereales, chicles, gelatinas, jarabes para la tos, helados, mermeladas, vitaminas y cremas dentales.
Es un edulcorante artificial (de origen químico) permitido por la FDA de Estados Unidos y las agencias reguladoras de alimentos y medicamentos del mundo desde la década de 1980. Su objetivo es uno solo: reemplazar al azúcar. Pero las autoridades de la salud han hecho un urgente llamado en los últimos años a fin de reducir su consumo.
Para algunos expertos, es casi un tema de salud pública: el consumo excesivo de azúcar desencadena altos niveles de glucemias, una condición que al mantenerse por mucho tiempo puede causar daños en el riñón, el corazón y los ojos, entre otros órganos.
Es, además, la puerta de entrada a la diabetes, enfermedad que padece cerca del 10 por ciento de la población mundial. El número de personas que sufre de esta condición aumentó de manera continuada durante las últimas décadas: en 2021, la cifra se ubicaba en 529 millones y para 2050 se pronostican 1.300 millones de casos, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
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Un estudio publicado en la prestigiosa revista científica The Lancet, presentado en la reunión anual de la Asociación Estadounidense de Diabetes (ADA) en junio de este año, señaló que “será una enfermedad definitoria de este siglo” y su manejo en las próximas dos décadas determinará la esperanza de vida durante los siguientes 80 años.
En ese contexto, los edulcorantes lucían casi como héroes de la nutrición, unos aliados confiables. Sin embargo, la OMS lanzó hace pocos días una amarga alerta y clasificó al aspartamo como potencialmente carcinógeno (cancerígeno).
Una verdad a medias
Pese a la alarma de la OMS, que ubicó al aspartamo en el grupo 2B, que corresponde al tercer nivel más grave de cuatro posibles, es necesario tener en cuenta varios factores, como la dosis diaria de este edulcorante, para que suponga un riesgo alto para la salud.
Así lo explica Roberto Tamayo Godoy, endocrinólogo y nutricionista, quien comienza por decir que, antes de cualquier discusión, una cosa debe quedar clara: “Volver al consumo de azúcar no es una opción”.
La propia OMS, asegura el especialista, reconoce que tiene una “evidencia limitada” sobre la carcinogenicidad del aspartamo en los seres humanos. En este caso, esa evidencia está especialmente vinculada al carcinoma hepatocelular, un tipo de cáncer de hígado.
“En relación con el aspartamo, lo que los expertos de la OMS han encontrado es asociación, no causalidad, que son dos cosas bien distintas”, asegura Tamayo.
Y recuerda que en 2015 este organismo “generó también una fuerte controversia mundial cuando declaró la carne roja como posible carcinógeno y la puso en el grupo 2A. E incluyó en el grupo 1, en el que están productos como el tabaco, a la carne procesada (salchichas, hamburguesas, tocineta)”, dice Tamayo, experto en seguridad alimentaria.
Por ello, en su opinión, los edulcorantes como el aspartamo seguirán representando una opción más saludable para endulzar. “Como en todo, no se puede abusar de su consumo. La dosis recomendada al día no puede pasar de los 40 miligramos por kilogramo de peso corporal. En otras palabras, mantener un consumo por debajo de estas dosis resulta seguro”, indica Tamayo.
Y abunda en su explicación a manera de ejemplo: si una lata de refresco contiene entre 200 y 300 miligramos de aspartamo, un adulto con un peso de 70 kilogramos necesitaría consumir entre nueve y catorce latas diariamente para sobrepasar la ingesta diaria admisible, “algo que no es en absoluto habitual, siempre y cuando no se consuman otros alimentos con ese mismo componente”.
“Cada miligramo suma”
Patricia Rivera Moyano es también endocrinóloga y especialista en nutrición infantil. Asegura que por su consultorio ve pasar a diario historias de niños y de adultos con problemas de sobrepeso debido al consumo de alimentos malsanos, entre ellos los procesados que también contienen aspartamo.
“Entonces, uno ve a esos pacientes preguntándose qué de malo hay en reemplazar las gaseosas por esas aguas saborizadas con fruta que se dicen dietéticas y las barritas de cereal de una famosa marca que se dice muy fit. Todo eso tiene edulcorantes. Y cada miligramo suma al momento de contar la cantidad que te llevas al cuerpo diariamente y que puede dejarte frente a enfermedades como la diabetes tipo 2”, comenta la especialista.
Por eso, explica que, cuando comienza un cambio en las rutinas de alimentación de sus pacientes, lo primero que los obliga a dejar es el azúcar. “Pero el segundo reto es que no busquen ningún reemplazo artificial. Debemos dejar esa obsesión de que todo nos debe saber dulce. Los edulcorantes pueden resultar igual de adictivos, así se vendan como saludables, por la falsa idea de que se usan en menor cantidad que el azúcar. Así que la idea es aportar a la dieta productos naturales como la miel orgánica”, dice Rivera.
Y en este punto entra uno de los aspectos más de fondo de la discusión sobre el uso o no de edulcorantes: qué tan eficaces son en realidad en el propósito de bajar de peso. “Es algo que no está probado. No hay evidencia científica concluyente al respecto. Y la OMS lo ha dejado claro en varias oportunidades. Ese es un cuento de la industria de alimentos, que tiene detrás una efectiva y mediática estrategia de publicidad”, indica Rivera.
De hecho, en mayo de este año, la agencia sanitaria global emitió una directriz en la que advierte sobre los perjuicios del consumo prolongado de estos endulzantes, en los que incluyó variantes tan conocidas como sacarina, sucralosa, así como la estevia y sus derivados. La advertencia fue clara: puede derivar en cuadros de diabetes tipo 2 y enfermedades cardiovasculares.
“Reemplazar los azúcares libres, es decir, los refinados y los naturales presentes en las frutas, miel y otros productos por edulcorantes no ofrece ningún beneficio en el largo plazo cuando hablamos de la reducción de grasa en el cuerpo en adultos o niños. Eso ha sido un gran engaño. En mi opinión, lo que hicieron millones de personas fue reemplazar un producto dañino por otro igual”, indica la especialista. El debate está abierto.
Transformar la dieta
- Volver a lo natural: “Toda sustancia que no provenga de la naturaleza puede resultar cancerígena, pues el cuerpo no la asimila como algo natural. Y, si el consumo es en exceso, no sabe cómo deshacerse de algo tóxico, como lo que sucede con las bebidas gaseosas”, asegura la endocrinóloga Patricia Rivera.
- Regular las cantidades: “Cualquier producto en exceso es dañino. Hasta los naturales. El reto es que desde niños se nos enseñe a comer en las cantidades adecuadas y desechar la idea de que un niño con kilitos de más y cachetón es saludable”, dice Roberto Tamayo.
- ¿Por qué no amargo?: “Hay que darle la oportunidad al cafecito sin azúcar, con su sabor real. No debemos endulzarlo todo, no todo nos tiene que saber dulce. El cuerpo de verdad agradece cuando la ingesta de dulce se reduce”, dice Rivera.