SALUD
¿Qué le hace el aire contaminado a su cuerpo?
La contaminación ambiental causa 7 millones de muertes al año, más que el VIH, la tuberculosis y la malaria juntos. Pero pocas veces las autoridades decretan la emergencia. Estos son los efectos que produce en su salud.
No hay nada más fundamental en la vida que respirar. En un minuto, una persona aspira entre 5 y 6 litros de aire y en toda una vida, alrededor de 250 millones de litros pasan por sus pulmones. La mala noticia es que al menos el 90 por ciento de ese aire contiene particulas con toxinas que no solo enferman, sino que matan.
9 de cada 10 personas respiran aire contaminado y al menos 7 millones más mueren al año por esta causa.
La cifra no es exagerada. Según el informe más reciente de la Organización Mundial de la Salud (OMS), hoy 9 de cada 10 personas respiran aire contaminado y al menos 7 millones más mueren al año por esta causa. Concretamente, el aire tóxico causa un tercio de las muertes por accidente cerebrovascular, cáncer de pulmón y enfermedades cardíacas. Casi tantas como todos los cánceres juntos y muy superior a las muertes producidas por el VIH, la tuberculosis y la malaria juntas.
El problema, dicen expertos como Fernando de la Hoz, profesor de salud pública de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional, es que la gente aún no tiene conciencia de sus efectos. “Si supieran cuántas horas de vida o tiempo de trabajo pierden al año por gripas o enfermedades ocasionadas por salir a caminar o ejercitarse en un día contaminado, no estarían en contra del pico y placa”, dice.
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Foto: OMS / Mapa mundial de la contaminación del aire en el mundo.
Y nadie se salva. Los estudios demuestran que la contaminación afecta más a las comunidades pobres porque viven cerca de zonas industriales pero todos están igual de expuestos. Sobre todo en las ciudades, donde partículas microscópicas como el sulfato, los nitratos y el carbono negro, ingresan al sistema respiratorio y circulatorio, y dañan óganos fundamentales como los pulmones, el cerebro y el corazón.
Desde hace décadas los científicos conocen sus efectos devastadores, pero hasta hace muy poco intensificaron sus investigaciones. Desde que Estados Unidos aprobó la Ley del Aire Limpio en 1970, publican un flujo constante de informes cada año. En un principio se limitaban a monitorear la calidad del aire, pero hoy, gracias a la tecnología, los expertos pueden identificar cómo y qué tanto cada particula afecta directamente el cuerpo.
Partículas microscópicas como el sulfato ingresan al sistema respiratorio y circulatorio, y dañan órganos como los pulmones, el cerebro y el corazón.
Según explica de la Hoz, todo comienza porque actividades como la quema de combustibles fósiles y de bosques, la producción industrial y la radiación “generan partículas microscópicas, como el sulfuro, que cuando se combinan con ciertas condiciones ambientales quedan suspendidas en el aire”. Muchas de ellas no superan el diámetro que la nariz es capaz de retener, lo que ocasiona que el sistema de defensa de la faringe no las filtre e ingresen directamente a los pulmones.
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Para ponerlo en perspectiva, el polvo, el polen y el moho tienen un diámetro de aproximadamente 10 micras (milésimas de milímetro) y la nariz alcanza a retenerlos. Pero partículas tan finas como el sulfato que miden entre 0,01 y 10 micras tienen vía libre para entrar al cuerpo. Esto es grave porque, como explica en uno de sus estudios el toxicólogo ambiental Dan Costa, de la Universidad de Carolina del Norte, al ingresar al fondo del pulmón entran en la corriente sanguínea. “Como toda la sangre que sale de los pulmones pasa por el corazón, luego se bombea hacia el resto del cuerpo”, dice. Por esta razón, según los científicos, la contaminación del aire no solo impacta los pulmones, sino también en el corazón, el cerebro y el sistema reproductivo.
La contaminación afecta de formas diferentes a las personas. Los niños y los ancianos son los más vulnerables, pero en definitiva las personas que ya están enfermas sufren los efectos más graves. “Para quienes tienen hipertensión arterial, problemas coronarios o una enfermedad pulmonar, las repercusiones son severas. Más allá de la tos, puede provocar ataques cerebrovasculares agudos, asma o incluso infartos”, asegura De la Hoz. El resto de la población, dice, sufre problemas respiratorios. Cuando aumenta la concentración, las personas son más susceptibles a padecer ataques de asma y tos.
Pero la ciencia, incluso, ha llegado a un nivel más profundo. Investigadores del Instituto Max Planck de Química encontraron en un estudio publicado en 2015 que los contaminantes del aire relacionados con el tráfico agravan las alergias. Y otro, realizado por el Kings College de Londres, encontró que los niños que viven en áreas con mayor contaminación del aire tienen cuatro veces más probabilidades de desarrollar depresión a los 18 años.
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Sorprendentemente, la contaminación también podría afectar campos tan inesperados como la calidad del trabajo. Según demostraron la Universidad de South California y Columbia en un estudio cojunto publicado en 2015, las concentraciones más altas de partículas finas reducen la productividad. Así sucedió con los empacadores de peras en el norte de California y con los trabajadores chinos de los call centers, quienes tomaban más recesos cuando subía la contaminación.
Un trabajo más reciente, publicado en enero en la revista Annals of the American Thoracic Society, plantea incluso que las personas que viven en áreas con mayores contaminantes como el PM2.5 y el dióxido de nitrógeno, tienen más probabilidades de sufrir apnea del sueño. El vínculo se mantuvo cuando los investigadores tuvieron en cuenta otros factores que podrían afectarlos como el índice de masa corporal, la presión arterial alta, la diabetes, el tabaquismo o los ingresos familiares.
La polución puede afectar a un ser humano incluso antes de nacer.
Y en el aspecto más devastador, la polución puede afectar a un ser humano incluso antes de nacer. La Universidad Queen Mary en Londres demostró en 2018 que las partículas contaminadas viajan por los pulmones de las embarazadas y se alojan en sus placentas. Aunque hasta ese momento no se conocía un efecto concreto en la gestación, un informe de la Universidad de Utah, publicado en la revista Fertility and Sterlity este año, encontró que los niveles elevados de dióxido de nitrógeno (NO2), comunes en el mundo, aumentan en un 16 por ciento el riesgo de aborto espontáneo.
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Aunque en Colombia el tema ha tomado protagonismo recientemente por la alerta roja en Bogotá y Medellín, de la Hoz afirma que uno de los problemas es que existe un déficit de información sobre el tema. “Que el smog no sea visible, no quiere decir que el aire esté saludable siempre. Muchos días Bogotá supera el límite estipulado, pero pocas veces las autoridades alertan a los ciudadanos”, dice.
La evidencia resulta abrumadora, pero los expertos coinciden en que además de voluntad ciudadana se necesita con urgencia una acción política que impulse inversiones en energía saludable y acelere la acción para reducir la contaminación del aire.
“El verdadero costo del cambio climático se siente en nuestros hospitales” dijo alguna vez María Neira, directora de Salud Pública y Determinantes Ambientales y Sociales de la OMS. Tenía razón, pues en Colombia, según un reciente estudio publicado por el Instituto Nacional de Salud, 17.549 personas mueren al año por factores de riesgo ambiental como el aire. Esa cifra representa prácticamente el 5 por ciento de la mortalidad total.