Ambiente laboral
El chisme de oficina: lo que más extrañan los que trabajan en casa
Según un estudio los rumores resultaron ser lo que más extrañan los empleados de sus puestos de trabajo.
No hay nada de que avergonzarse. Según un estudio de la Universidad de California todo el mundo cuenta chismes. Las personas, en promedio, hablan de los demás por lo menos durante una hora al día. Nadie se salva. Los investigadores analizaron horas y horas de charla de 467 voluntarios (269 mujeres y 198 hombres) y más de 4.000 casos. Encontraron que todos los participantes difundieron un chisme en algún momento del día. Y que las personas más pobres o menos educadas incurrían menos en la práctica que las más ricas o bien formadas.
Además, los expertos se sorprendieron al encontrar que la mayoría de los chismes consistían en comentarios neutros sobre otras personas. Buena parte de ellos, de hecho, se limitó a compartir información de los demás, pero no hizo afirmaciones o juicios negativos. Por eso, algunos expertos creen que, aunque hablar de otro no es una práctica ‘moral’, ciertamente es una cualidad muy humana y mucho más común. “Todos chismoseamos, y es parte del tejido de la naturaleza humana y de la curiosidad. Incluso tiene un propósito importante”, concluyeron los autores del estudio.
Por lo tanto, es seguro decir que la gente chismosea en todas partes y, por supuesto, en la oficina. Y precisamente quienes antes iban a laborar hoy extrañan su puesto de trabajo, pero no por otra razón que por la imposibilidad de chismear con sus colegas. En una encuesta reciente de 504 empleados y propietarios de negocios realizada por el bufete de abogados Seyfarth Shaw, la principal fuente de nostalgia que la gente reportó después de un año de trabajo remoto fueron las “conversaciones en persona y en el lugar de trabajo”.
Se refieren al tipo de charlas que empiezan con la pregunta ¿Qué ha pasado? ¿Qué has sabido de Fulano? ¿Supiste que ella se va? Todas esas preguntas antes daban pie para una serie de noticias ya fuera sobre la promoción de un colega o el despido de otro. Pero hoy, a distancia y sin tiempo, la respuesta de todos es “nada, no he sabido nada”.
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Antes esas charlas fluían naturalmente en el ascensor o en la zona del café. Incluso muchos se enteraban de estos rumores gracias a que sus oídos rescataban información importante de las conversaciones de otros en las oficinas de plan abierto. Pero hoy esos encuentros los ha reemplazado zoom con reuniones mucho más formales, en las que la mayoría esta callado oyendo al jefe. Así queda mucho más dificil el cotorreo.
Hoy, con las oficinas a medio llenar y con buena parte de los trabajadores en sus casas, chismear resulta dificil, extraño y arriesgado. Y eso ha dejado un gran vacío porque el chisme, aunque goza de muy mala reputación, es importante en la vida de los trabajadores.
“Estos rumores que se dan a voz baja es un sistema de alerta temprana”, según dijo al diario The Wall Street Journal Nancy Halpern, consultora de liderazgo con sede en la ciudad de Nueva York. Esa información que transmiten los chismes, según ella, ayuda a los ejecutivos a navegar por la política de la oficina, así como para actuar frente a posibles decisiones corporativas. “La gente sospecha que en la oficina de la gerencia y otras de alto nivel están haciendo planes que impactan en la vida de otras personas que realmente no conocen”, dice Halpern. “El chisme es una contrainsurgencia”, dijo al diario neoyorkino.
Además, En el libro Grooming, Gossip, and the Evolution of Language, publicado en 1996 por la Universidad de Harvard, el psicólogo británico Robin Dunbar también describe el chisme como un mecanismo para consolidar lazos de los grupos sociales. Esto sucede porque cuando una persona le comunica un chisme a otra, demuestra que le tiene confianza. Así, este hábito ayuda a desarrollar vínculos más fuertes entre las personas que comparten la información. De ahi que muchos hoy se sientan desubicados y solos en sus trabajos en casa.
Ante este panorama desolador, los empleados están tratando de llenar el vacio con muchas estrategias que requieren de tecnología. Algunos, por ejemplo, mantienen abierta una ventana Zoom con su colega en la esquina de su pantalla durante un par de horas, solo para tener algo de interacción mientras se concentran cada uno en su trabajo independiente. Otros han forjado nuevas conexiones uno a uno, teniendo en cuenta las medidas de bioseguridad, o por teléfono o pantalla. En esas charlas han logrado cotillear y en algunos casos reportan que, a veces, les resulta más fácil hacerlo que en la oficina porque saben que ese espacio es para ponerse al tanto de los rumores de la empresa.
Otros lo hacen por chats y redes sociales, pero en esos casos lo hacen bajo por su propia cuenta y riesgo. Los expertos dicen que después de las reuniones de zoom, los invitados hacen llamadas privadas o escriben mensajes en chats a sus más allegados con sus impresiones de la reunión. El riesgo con esto es que, como les sucede a muchos, el mensaje vaya al chat equivocado.
Hablar de esos temas que no se tocan en las reuniones es importante. Muchos se sienten perdidos en el trabajo en casa porque no tienen a quien contarles sus cuitas o consultarle si el trabajo que están haciendo es el que se espera de ellos. Por eso, no solo los colaboradores sino también las directivas deben aprovechar la tecnología para dirigirse a las personas y hablar de asuntos menos serios. Esto llevará a que quienes trabajan en casa no se sientan tan solos y desinformados.