PSICOLOGÍA

¿Cómo encontrar el regalo perfecto?

Olvídese de todo lo que sabía sobre el arte de regalar. Nuevos estudios señalan que lo mejor es no dar sorpresas, sino dar a la persona exactamente lo que pidió.

18 de diciembre de 2017

En esta Navidad la mayoría ya ha invertido tiempo y esfuerzo en escoger el mejor regalo para sus familiares y amigos. Según la tradición, la idea es comprarles algo creativo y sorprendente y, por supuesto, que les guste. Después de todo, lo que se busca es demostrar el cariño hacia los demás. Por eso, dicen los que saben, la intención es lo que vale, y si eso es cierto, quien lo recibe debe estar a gusto con cualquier cosa que le ofrezcan.

Según los psicólogos, pensar así es equivocado. Un reciente estudio realizado por Nicholas Epley, profesor de ciencias del comportamiento de la Universidad de Chicago, señala que los obsequios que se dan con la intención de mostrar afecto, y que caen en la categoría de detalles o ‘bobaditas’, no llevan necesariamente a que el otro los reciba con gran aprecio. En estos casos, el beneficio de dar es solo de una vía y el único beneficiado es quien lo ofrece porque establece una relación de cercanía con esa persona al pensar en ella. Pero no sucede lo mismo con quien lo recibe. “Todo indica que no es la intención lo que cuenta, sino el objeto”. Y si este no es de su gusto o no le parece necesario, no lo apreciará de la misma forma.

Lo anterior lleva a otra de las más cruciales conclusiones que han aportado las investigaciones sobre el tema: hay que darle a la gente lo que quiere, sin romanticismos ni complicaciones, sino directamente y de manera práctica. Por eso, si alguien tiene la oportunidad de acceder a una lista de regalos, no hay que perder el tiempo buscando cosas creativas que no están allí, sino limitarse a ese listado. Si este recurso no está disponible, lo más conveniente es preguntarle a la persona directamente qué regalo le gustaría recibir.

Esta conclusión hace parte del trabajo de Francesca Gino, de la Escuela de Negocios de Harvard, y Francis Flynn, de Stanford University, para el cual hicieron varios experimentos. En el primero dividieron 200 participantes en dos grupos: a uno le pidieron recordar una ocasión en que dieron un regalo de bodas, y a los otros, un momento en que lo recibieron. Estos últimos manifestaron mayor satisfacción con un obsequio que estaba entre una lista de regalos hecha previamente por ellos mismos, a un regalo sorpresa que no habían pedido. Mientras tanto, los que dieron el regalo pensaron que no tenía importancia si era o no de una lista.

El otro experimento abarcó a 160 personas a quienes les pidieron pensar en una situación hipotética en la cual debían dar o recibir un regalo. Como en el caso anterior, los que dieron el obsequio pensaron que no importaba si era escogido de una lista o independientemente, pero los que lo recibieron se sintieron más complacidos con objetos seleccionados por ellos previamente en una lista.

Según los investigadores, lo curioso de este hallazgo es que los que dan y los que reciben están casi siempre en posiciones opuestas. El receptor del obsequio siempre piensa que lo mejor es que la gente se ciña a sus deseos, ya sean estos plasmados en listas o peticiones, y considera que quienes cumplen con eso han sido más atentos con él. Para Flynn, lo llamativo es que casi todos han estado en ambas situaciones en el pasado y “a pesar de lo que se siente, la gente olvida su experiencia de ser receptor de regalos cuando está comprando un obsequio para otro”, dice.
Para los autores del trabajo esto no es raro. Por el contrario, es una confirmación más de que el ser humano tiene cierta inhabilidad para considerar la perspectiva de los demás. Por eso la recomendación va dirigida hacia ambos. “El que da debe concentrarse en las listas de regalos o en las sugerencias, y el que recibe debe ser más explícito en informar lo que quiere”, advierte Flynn.

Según Flynn, este hallazgo va en contra de las normas de etiqueta, pues la idea de un regalo es demostrar el afecto y en ese sentido, siempre, hasta el mínimo detalle debe ser bien recibido. En la práctica eso se debe hacer solo si quien obsequia está seguro de que quien recibe lo entenderá de esa manera. Por eso, como norma general recomienda “oír lo que la gente pide en vez de pensar en que le va a conseguir el regalo más creativo e inteligente”, dice el experto.

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Lo anterior incluye regalar dinero, algo criticado por los expertos en buenos modales, pues pareciera que dar efectivo es el detalle que menos esfuerzo requiere, lo cual va en contra del acto de regalar, que es pensar en el otro. Sin embargo, los estudios señalan que al menos entre parejas se aprecia más la llegada de una plata extra que incluso un regalo escogido de una lista de deseos.

Así mismo, se ha desvirtuado el mito de que si el regalo es costoso se va a apreciar más. Esto se probó en otro estudio. Flynn y su colega Gabe Adams, del London Business School, le pidieron a un grupo de hombres recién comprometidos en matrimonio que dijeran cuánto habían gastado en el anillo para su novia. Al mismo tiempo les preguntaron a sus futuras esposas cuánto creían que valía la alianza y les solicitaron que manifestaran el grado de aprecio que le daban a dicho obsequio. Lo interesante es que para los hombres fue muy importante la relación precio-satisfacción, mientras que para las mujeres no lo fue. Este mismo resultado se vio en otros dos estudios hechos por este par de investigadores.

Según explican los autores de estos trabajos, comprar regalos costosos es visto por el que da como una señal de mayor atención y aprecio hacia esa persona. Sin embargo, para el que recibe, el precio es insignificante, pues lo importante es el objeto. De esta forma se comprobó una vez más que la mejor manera de manifestar el cariño es comprar lo que esa persona quiere. “No se concentre en el precio sino en lo que el otro desea”, reitera Flynn.

Este tipo de malentendidos entre el que da y el que recibe es lo que lleva a que muchos regalos no sean apreciados y se guarden o, en el mejor de los casos, se reciclen, es decir, se obsequien a otros. Esta práctica también está proscrita por los expertos en etiqueta, pero los estudios científicos señalan que la gente lo hace con más frecuencia de la que se cree.

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Un sondeo que American Express realiza cada año entre sus miembros reveló que el 58 por ciento acepta reciclar los regalos y admite que al menos lo hizo una vez en la temporada navideña anterior.

En otro trabajo hecho por Flynn esta práctica también pone en orillas opuestas a quien da y quien recibe, pues estos últimos “sienten que les dieron algo que ellos querían botar a la basura, pero los que reciclan piensan que lo dieron con la misma buena intención que habrían tenido si lo hubieran comprado ellos mismos”, sostiene el experto.

Este efecto es más acentuado según las percepciones de la gente sobre los regalos. Por ejemplo, si la persona considera que los obsequios están asociados a sentimientos, es menos proclive a obsequiar objetos que le regalaron a ella.
También se encontró que en el tema influye el tipo de dádiva que se recicle. Por ejemplo, si se trata de un trabajo manual que se ha hecho especialmente para el otro, esta práctica se ve mal, pero si es un objeto repetido, como una cartera o un dvd, se acepta.

Muchos creen que reciclar es bueno si la otra persona nunca se entera. Pero el problema radica en que la mayoría de regalos reciclados son notorios. Por ejemplo, Carolina Castro cuenta que el día de su grado recibió de alguien un florero. “¿A mí? ¿Florero? ¿A los 22 años? Nadie compraría eso para una persona de mi edad”, dice. En otra ocasión Castro recibió un libro de un profesor y cuando empezó a leerlo encontró una tarjeta dirigida a él en la que decía: “Roberto: espero que este libro te ayude mucho”. A ella, quien admite reciclar, le dio risa y pensó que su amigo era muy tacaño.

A pesar de esto, Flynn señala que la sociedad debería aceptar más este ejercicio puesto que es una solución práctica que no debería generar tanta culpa. Castro está de acuerdo y señala que hay que saber qué se recicla. “Hay regalos reciclados buenísimos: dulces, chocolates, trago, libros que son ‘best sellers’, pero uno no tiene derecho a darle un jarrón feo a nadie”. Eso sí, tenga presente quién se lo dio para no devolvérselo.