Niños y jóvenes deben pasar una buena parte de su tiempo en actividades con luz del día o en exteriores para favorecer su salud visual.
Niños y jóvenes deben pasar una buena parte de su tiempo en actividades con luz del día o en exteriores para favorecer su salud visual. | Foto: getty images

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El uso prolongado de pantallas está dejando ciegos a niños y jóvenes. Expertos lanzan alerta

Muchos expertos vaticinan que estamos ante la llamada Generación Borrosa o Generación Miope. Consejos para evitar la miopía.

7 de enero de 2023

La miopía en el mundo crece, y entre los niños y jóvenes aún más. En los próximos años, según la Universidad de Navarra, se estima que entre 60 y 70 por ciento de la población infantil la padecerá debido a la sobreexposición durante tiempos prolongados a dispositivos electrónicos como computadores, televisores, tabletas y celulares.

La pregunta que muchos se hacen es: ¿se puede evitar el avance imparable de la llamada ‘Generación borrosa’ o ‘Generación miope’? Los expertos responden y no son muy optimistas.

Mildree Álvarez, optómetra y oculista de la Universidad de La Salle, es uno de ellos. Según su explicación, hay que tener en cuenta que el ojo de un adulto es muy distinto al del niño, pues este último “está en formación”.

“Así que cuando un niño está expuesto a las pantallas, generalmente las mira muy cerquita, y ese efecto acomodativo de estar fijando de cerca la visión va ocasionando que el ojo se elongue más, y al hacerse más largo generar la miopía, un defecto visual que los especialistas notamos con preocupación que se ha venido incrementado en los últimos años, especialmente en niños muy pequeños”, asegura Álvarez.

Con la ley se busca asegurar el espacio estudiantil de los niños y los jóvenes
Con la ley se busca asegurar el espacio estudiantil de los niños y los jóvenes | Foto: Getty Images / Klaus Vedfelt

Cuando aparece la miopía, dice, las imágenes que vemos “se enfocan en un punto antes de la retina, por lo que se ve borrosa y esto obliga necesariamente a que la persona deba acercar los objetos para que esa misma imagen llegue a la retina, que es el punto del ojo donde debe enfocarse para verse claro”.

Lo recomendable, asegura la especialista, es que un niño no esté expuesto a pantallas antes de los 2 años, porque esos dos primeros años de la vida representan un periodo sensible en el que los ojos están en plena formación.

Sin embargo, en los consultorios se empiezan a ver niños “comenzando a desarrollar miopía desde los 4 o 5 años, y en algunos pocos casos niños de menor edad”.

Es el caso de Matías, que con solo 3 años comenzó a experimentar problemas visuales, tal como lo relata su mamá, Tatiana Correa, una contadora madre cabeza de hogar.

“Hace unos meses, cuando lo llevé a valoración con el pediatra, el médico me advirtió que al niño le costaba reconocer ciertos objetos, juguetes y cosas así, y a otros los llamaba con otros nombres porque no los reconocía bien. Igual le pasaba con los colores. Después de varios exámenes, se descartaron autismo y otras enfermedades, y al final me dijeron que lo suyo era una falla visual. Y que el uso que el niño hacía del celular le estaba haciendo daño. Yo, torpemente, creía que no, porque me fijaba más en los contenidos que el niño veía, no en lo cerca o lejos que lo tuviera (el dispositivo)”, relata la madre.

Producto de esa precoz exposición a este tipo de aparatos, Matías presenta una leve miopía y Tatiana está a la espera de que el menor comience a usar gafas para ver de cerca.

Para la optómetra y oculista, que trabaja desde hace 25 años en el Instituto para Niños Ciegos y Sordos del Valle del Cauca, una mala visión desde edades muy tempranas puede impactar negativamente en el proceso de aprendizaje de los pequeños.

Y agrega que, erróneamente, muchos padres y cuidadores consideran que acercarles a los pequeños dispositivos como celulares es una manera de estimularlos. Sin embargo, como explica Álvarez, “en niños menores de 2 años esta clase de estimulación no es relevante, y hay estudios que así lo demuestran. Los aparatos electrónicos no les aportan mucho a su desarrollo cognitivo, como sí lo son a esa edad las actividades psicomotoras”.

Un riesgo latente

Ahora bien, la optómetra aclara que, aunque en los dos primeros años de vida el riesgo es más significativo para la salud visual, la sobreexposición a pantallas es igual de negativa en la niñez y la adolescencia, pues el ojo humano puede crecer y desarrollarse hasta los 16 años, aproximadamente.

En ese sentido, reconoce que muchas instituciones educativas están privilegiando en sus instalaciones el uso de la luz día para los salones de clase y menos luz artificial, para así favorecer la no aparición temprana de problemas visuales en los más pequeños.

Además, escuelas y colegios incluyen dentro de los requisitos de ingreso a clases un examen visual que permita establecer el estado de su salud visual y así asegurarse de que cada niño cuente con las mejores condiciones físicas para que su aprendizaje sea óptimo.

“Esto les ha permitido a los papás detectar defectos visuales que no sabían que sus hijos tenían. Porque sucede que a veces al niño le va bien en el colegio y lee bien y rinde en sus actividades académicas, pero a lo mejor haciendo uso de un solo ojo, que le está facilitando la visión, no los dos”, comenta Álvarez.

Expertos aconsejan un examen visual en los niños por lo menos una vez al año.

Y agrega: “Si es un niño que la mayoría del tiempo está en actividades de visión cercana, con televisores y tabletas, ese padre de familia no podría darse cuenta de que a lo mejor la dificultad del niño radica en la visión lejana, por ejemplo. Por eso, es importante un examen periódico visual para descartar anomalías”.

En todo caso, la recomendación de la especialista es que por más que se trate de una generación de ‘nativos digitales’, los niños y jóvenes deben pasar una buena parte de su tiempo en actividades con luz del día o en exteriores para favorecer su salud visual. “No tan encerrados en sus casas y tan sedentarios como se les ve ahora y con fijación en visión próxima prolongada con dispositivos electrónicos, sobre todo porque en algunos casos ese uso se da durante muchas horas en recintos a oscuras o en la oscuridad de la noche, cuando es aún más delicado”, dice la experta.

Años atrás, explica, la miopía solía presentarse en personas con antecedentes familiares de mala salud visual, “donde uno o ambos padres tenían miopía, lo que representa una carga genética que las predisponía a este mismo padecimiento. Pero, ahora los niños no tienen ese antecedente en muchos casos y aun así la pueden estar desarrollando”.

Es que la miopía es una enfermedad que, dice, no es reversible, aunque se han desarrollado algunos lentes que ayudan a detener su avance.

En opinión de Álvarez, los padres de familia deben tener presente que un niño que comienza con problemas visuales a los 4 o 5 años, “cuando llegue a los 20 será un adulto con una miopía muy alta y eso no solo encierra un problema para ver de cerca, sino que pueden traer problemas más serios, entre ellos de retina. Aunque dependiendo del caso, se puede pensar en una cirugía refractiva”, puntualiza.

El uso adecuado de los correctores visuales es fundamental para la buena salud ocular.
El uso adecuado de las pantallas evita que los menores presenten problemas de visión. | Foto: Getty Images

A cuidar la salud visual

Siga estos consejos para que su familia goce de una buena salud visual:

  • No exponer a los niños a pantallas antes de cumplir los 2 años.
  • Motivar una exposición gradual a las mismas después de esa edad y en la adolescencia.
  • No usar pantallas en la oscuridad.
  • Buscar siempre iluminación adecuada si se está en un ambiente interior.
  • En la medida de lo posible, desarrollar las actividades con luz del día.
  • Al hacer uso de computadores, televisión o celulares, realizar pausas esporádicas para descansar la visión: así, por cada 20 minutos de uso, fijar 20 segundos los ojos en un punto lejano para descansar la musculatura ocular.
  • Realizarse anualmente un examen ocular preventivo para conocer el estado de nuestra salud visual, especialmente en niños y adolescentes.