coronavirus
“Es un agujero negro”: mujer con secuelas de covid desde hace un año
En un desgarrador relato para “The Washington Post”, una joven cuenta cómo ha sido vivir con covid prolongado por un año.
Kaitlin, una financista de casi 30 años, recién casada y con una pesonalidad competitiva, fue una de las primeras personas en contagiarse con el nuevo coronavirus en el estado de Illinois. Fue en marzo, hace casi un año, y en ese momento nadie había muerto en su país por la enfermedad. Tampoco se usaban los tapabocas y en Chicago, donde vive, no había aislamiento preventivo. Le dio un dolor de cabeza y de garganta, y trató de combatirlo con todo lo que estuvo a su alcance. Hoy, cuando comienza a vivir el año número dos luego de la infección, a ella ese momento le parece que sucedió hace un siglo. En un relato muy emotivo que hizo para el diario The Washington Post, la joven cuenta que hoy cuando hay vacunas, nuevas variantes y un nuevo presidente, ella sigue igual. “Estoy siempre en esta cama, estoy siempre en esta habitación. He estado así por 330 días. Me fuerzo a mantenerme al tanto porque de otra manera el tiempo no se movería. Siento que estoy en una cárcel y que estoy poniendo marcas de cada día que pasa en la pared”.
Según su historia, que es parte de una sección que el diario dedica a testimonios de personas que han experimentado el coronavirus, ella dice que va a dormir pensando en que mañana se sentirá mejor, pero que con cada día que pasa está aceptando que no va a sobreponerse a este virus. Ella es lo que llaman una ”long-hauler”, aquella persona a la que la covid le secuestra el cuerpo y no se le va. La condición también se le llama covid largo, aunque otros se refieren a ellos como personas con secuelas de covid. Los hay de todo tipo. Algunos sienten la fatiga, otros no han vuelto a recuperar su sentido del olfato. Hay miles de ellos en el mundo, pero no se sabe a ciencia cierta cuántos son porque a diario aparecen nuevos pacientes.
Lo que sí se sabe es que es un “misterio médico. Es como escoger entre una gran bolsa de síntomas. Uno va por una ficha y no sabe cuál le saldrá. ¿Qué tal un poco de náuseas o mareo severo? ¿O prefiere migraña con un acompañamiento de dolor en las coyunturas? Algunos temas son constantes como el dolor corporal y la fatiga de la cabeza a los pies, pero los más raros vienen y van: el timbre en los oídos, las costillas adoloridas, las palpitaciones del corazón, la niebla del cerebro. Mi pérdida de memoria es a veces tan terrible que a veces pienso que sufro de amnesia. El otro día me desperté y quería vestirme con ropa para hacer ejercicio. En mi cabeza pensé que iba a trotar y luego ir al trabajo, pero tan pronto como me levanté, mi frecuencia cardiaca comenzó a dispararse y fue como: Oh, sí. Ni siquiera puedo dar la vuelta a la manzana por mí misma. Ya no tengo trabajo. Estoy en discapacidad. ¿Qué estoy pensando?”, dice ella.
Muchas veces no puede levantarse de la cama. “El día nunca empieza o la noche nunca termina. Es un agujero negro. Espero que pasen las horas”. Ella se ha visto aislada de casi todas las personas, pues cree que la gente siente que está siendo dramática y ella no logra explicarles lo que siente. Tampoco lo entienden los médicos. Algunos han propuesto que tome antidepresivos o que vaya a una terapia, puesto que médicamente nadie entiende lo que le está pasando. Ha visto este año más médicos que en toda su vida y por ahora solo busca respuestas en los foros de Internet donde otros como ella cuentan sus vidas con covid prolongado.
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“Necesito ayuda con todo. Realmente no puedo conducir. Mi esposo y yo nos mudamos a los suburbios para estar cerca de mis padres y tengo este gran sistema de apoyo, pero honestamente me siento como una carga. Mi esposo trabaja tiempo completo, es mi cuidador de tiempo completo, el ama de llaves de tiempo completo. Ha sido increíble, pero se supone que debíamos comenzar nuestras vidas juntos, y ahora tiene un pequeño walkie-talkie para recordarme sobre mi medicina. Me revisa cada hora y, mientras tanto, soy como este niño indefenso de 10 años que descansa en la cama. El aburrimiento es constante. Juego algunos videojuegos. Busco en Internet la decoración de la casa. Un médico me dijo que las manualidades podrían ser una buena manera de mantener las manos activas y así fue como pasé las vacaciones. En Halloween, me senté en la cama y decoré calabazas de papel. Dibujé pequeños espantapájaros y los pegué con cinta adhesiva en la pared. ¡Buen trabajo, Kaitlin! Estás usando tu cerebro. ¡Deberías estar orgullosa!”.
Así como ellos, muchos otros esperan que cuando la pandemia termine, la medicina pueda dedicar tiempo a aquellos que aún no han podido volver a sus actividades de antes por culpa de este patógeno.