Vida Moderna
Esta es la oración para iniciar y bendecir el día miércoles
Todas las personas en el mundo la pueden leer y predicar.
Orar es el acto de hablar con Dios u otros seres en los que las personas suelen creer. Existen diferentes religiones y diversos santos o personas importantes a quienes los individuos dirigen sus palabras o sus intenciones.
Es necesario que tenga en cuenta que la religión católica es una de las religiones más conocidas en el mundo. De acuerdo con cifras publicadas en el 2022 por el Vaticano (institución católica), esta iglesia o religión tiene alrededor de 1.440 millones de feligreses a nivel mundial.
Siendo así, muchas de las personas creyentes suelen encomendar el inicio o la mitad de semana a Dios. Por tal razón, el portal web Movimiento de Vida Cristiana, menciona una oración para hacerla los días miércoles o a mitad de la semana.
Cabe mencionar que aunque se trata de un rezo de la religión católica, cualquier persona en el mundo la puede leer y predicar.
Oración inicial
Señor, al comenzar este día me quiero poner en tu presencia y darte gracias por todo lo que haces por mí. En este momento de oración quiero abrir mi mente y mi corazón a tu Espíritu, para que la lectura y meditación de tu Palabra ilumine mi vida y me ayude a seguirte con cada vez mayor generosidad.
Acto penitencial
Es importante que haga un examen de conciencia de este día.
Te pido perdón, Buen Jesús, por todas las veces que te he dado la espalda con mi pecado. Confío en tu misericordia infinita, en que me perdonas y me invitas nuevamente a caminar por el sendero de la vida.
Lectura Bíblica según el Evangelio del día:
El les respondió: “Mi Padre trabaja siempre, y yo también trabajo”. Pero para los judíos esta era una razón más para matarlo, porque no sólo violaba el sábado, sino que se hacía igual a Dios, llamándolo su propio Padre. Entonces Jesús tomó la palabra diciendo: “Les aseguro que el Hijo no puede hacer nada por sí mismo sino solamente lo que ve hacer al Padre; lo que hace el Padre, lo hace igualmente el Hijo. Porque el Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que hace.
Y le mostrará obras más grandes aún, para que ustedes queden maravillados. Así como el Padre resucita a los muertos y les da vida, del mismo modo el Hijo da vida al que él quiere. Porque el Padre no juzga a nadie: él ha puesto todo juicio en manos de su Hijo, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que lo envió.
Les aseguro que el que escucha mi palabra y cree en aquel que me ha enviado, tiene Vida eterna y no está sometido al juicio, sino que ya ha pasado de la muerte a la Vida. Les aseguro que la hora se acerca, y ya ha llegado, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oigan, vivirán. Así como el Padre dispone de la Vida, del mismo modo ha concedido a su Hijo disponer de ella, y le dio autoridad para juzgar porque él es el Hijo del hombre.
No se asombren: se acerca la hora en que todos los que están en las tumbas oirán su voz y saldrán de ellas: los que hayan hecho el bien, resucitarán para la Vida; los que hayan hecho el mal, resucitarán para el juicio. Nada puedo hacer por mí mismo. Yo juzgo de acuerdo con lo que oigo, y mi juicio es justo, porque lo que yo busco no es hacer mi voluntad, sino la de Aquel que me envió.
Lectura espiritual breve
Este texto de San Juan Pablo II te ayuda a profundizar en el Evangelio:
«Cristo es Señor del cielo y de la tierra. Quien escucha su palabra y cree en el Padre, que lo envió al mundo, tiene la vida eterna (ver Jn 5,24) (…) Queridos jóvenes, frente a estos grandes misterios aprended a tener una actitud contemplativa. ¡Contemplad y reflexionad! Dios nos ha creado para compartir su misma vida; nos llama a ser sus hijos, miembros vivos del Cuerpo místico de Cristo, templos luminosos del Espíritu del Amor.
Nos llama a ser “suyos”: quiere que todos seamos santos. Queridos jóvenes, ¡tened la santa ambición de ser santos, como Él es santo! Me preguntaréis: ¿pero hoy es posible ser santos? Si sólo se contase con las fuerzas humanas, tal empresa sería sin duda imposible.
De hecho conocéis bien vuestros éxitos y vuestros fracasos; sabéis qué cargas pesan sobre el hombre, cuántos peligros lo amenazan y qué consecuencias tienen sus pecados. Tal vez se puede tener la tentación del abandono y llegar a pensar que no es posible cambiar nada ni en el mundo ni en sí mismos.