BIENESTAR

Trabajar en la vejez es vida

Estudios recientes sugieren que estar activos después de jubilarse es clave para mantener la mente en forma.

18 de marzo de 2017

Armando Segura esperó con ansia el día en que pudiera retirarse y fue lo primero que hizo al cumplir 62 años, edad mínima para obtener este privilegio. Cuenta que al principio fue un alivio, pero después de un tiempo se aburrió y decidió volver a trabajar. “Me di cuenta de que necesitaba seguir en contacto con mi profesión. Por eso continué dictando clases por horas y hago consultorías”, dijo a SEMANA este profesor universitario de 72 años. Segura hace bien, pues recientes estudios señalan que si una persona permanece activa en la tercera edad, es más factible que goce de mejor salud. La principal ventaja de hacerlo es cuidar el cerebro, pues este órgano se debe ejercitar como un músculo para evitar que se deteriore.

Pero esta noción va en contravía de lo que muchos piensan. La mayoría aspira a jubilarse porque considera que no hacer nada relacionado con el trabajo es el justo premio a tantos años de esfuerzo y dedicación. Pero se ha observado que hay “una disminución impresionante en el rendimiento cognitivo que va de la mano con la jubilación porque cuando dejamos de participar en tareas complejas, el cerebro se empieza a dañar”, señala Dawn C. Carr, investigadora de ciencias sociales asociada con el Centro de la Longevidad de Stanford, Estados Unidos. Según la más reciente Encuesta de Salud, Vejez y Jubilación hecha en Europa, este deterioro se presenta en el largo plazo y el impacto real en la salud mental de los jubilados se evidencia en síntomas como pérdida de apetito, disminución del nivel de concentración, fatiga y depresión crónica.

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En un foro sobre alzhéimer realizado en la Clínica Mayo en Miami, los especialistas invitados señalaron que para evitar el deterioro cognoscitivo lo principal es seguir usando el cerebro en labores que exijan pensamiento complejo. La evidencia científica muestra que seguir trabajando genera un beneficio emocional debido a las relaciones sociales. En un estudio, Eleonora Patacchini, de la Universidad de Cornell, y Gary Engelhardt, de la Universidad de Siracusa, en Estados Unidos, observaron que quienes siguen ocupados después de pensionarse aumentan el número de vínculos familiares y de amigos hasta 25 por ciento en comparación con los que se jubilan y se aíslan. Así lo comprobaron tras analizar una base de datos de 1.300 personas de entre 57 y 85 años y evaluar factores como el estado civil, la edad, el estado de salud y el nivel de ingresos.

Además, los científicos han observado que trabajar en esta etapa de la vida ofrece una rutina y un estímulo para levantarse todos los días porque “sentirse útil y productivo genera bienestar físico, mental y emocional a cualquier edad y grandes beneficios en salud”, dijo a SEMANA Robinson Cuadros, médico geriatra y presidente de la Asociación Colombiana de Gerontología y Geriatría (ACGG).

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Es posible lograr esos beneficios por medio de muchas actividades que pueden o no ser consideradas trabajo. “Llamamos trabajo a actividades remuneradas y no agradables, pero hay labores amables no remuneradas que pueden lograr ese mismo objetivo”, señala Isabel Londoño, coach en educación. Como afirma José Fernando Gómez, gerontólogo y miembro del Programa de Investigaciones en Gerontología y Geriatría de la Universidad de Caldas, en esta etapa vale más la “remuneración emocional, que va de la mano con actividades físicas y mentales que sean practicadas de forma constante”, dice. Algunos estudios sugieren unirse a voluntariados para mantener un rendimiento cognitivo. Otra opción es involucrarse en actividades grupales como cursos de lenguas extranjeras, fotografía, pintura o darles rienda suelta a los sueños postergados. “Lo más importante es que el trabajo no plantee demasiadas exigencias físicas y haya una reducción en la intensidad horaria”, señala el Informe Mundial sobre el Envejecimiento y la Salud de la Organización Mundial de la Salud (OMS), publicado en 2015.

Según Londoño, en lugar de llamarla jubilación, esta etapa debería ser un cambio, como el que sucede al pasar de la universidad al campo laboral. Y para lograr que esa transición sea productiva y saludable lo mejor es prepararse por lo menos diez años antes, y despojarse de ideas caducas como que el trabajo es un karma o que la estabilidad laboral es ideal. “Implica haber desarrollado talentos y para eso es necesario tener varios trabajos y cambiar de sectores y no siempre estar en el mismo puesto, pero en Colombia aún persiste la cultura de la permanencia en una sola empresa”, asegura. También hay que cambiar la idea de que hacer emprendimiento es un asunto de jóvenes. “Hay muchos casos de empresas exitosas creadas luego de los 50 años. Y para eso no se necesita cargar bultos, sino tener experiencia, credibilidad, capacidad de relacionarse”.

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La sociedad también debe prepararse. Londoño señala que el mundo empresarial no puede seguir despreciando la experiencia laboral simplemente por la edad, pues luego de cierto tiempo la gente tiene dificultad para conseguir trabajo, especialmente las mujeres. “Una abogada con tres posgrados no debería estar haciendo labores de ama de casa ni criando nietos porque esa es responsabilidad de la gente joven”, dice Londoño.

Por otra parte, en el país alcanzar una buena pensión no es fácil. La encuesta Sabe Colombia, publicada en 2016 por el Ministerio de Salud y Protección Social, reveló que el 36,5 por ciento de las personas mayores de 60 años todavía trabajan, y de estas el 73 por ciento lo hace por necesidad y para ayudar a su familia. Es decir que el trabajo desde su perspectiva de ocupación y productividad “se ve tergiversado por la situación de pobreza extrema que sufre el país e impacta directamente a las personas mayores”, señala Cuadros. Londoño considera que esto se puede solucionar si la gente aprende a hacer planeación financiera para llegar a esta etapa de la vida con la vivienda paga, reducir gastos y quitarse de encima obligaciones que no le corresponden como darles a los hijos casa, carro y beca.

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Todo lo anterior no se logra si los viejos no tienen una actitud responsable frente a la salud. Además de crear un cronograma anual de visitas al médico, hacer ejercicio también es fundamental para reducir el riesgo de enfermedades y discapacidades en la tercera edad. Pero se calcula que apenas el 14 por ciento de la población mayor de 60 años lo hace con frecuencia. Gómez recomienda cosas sencillas como caminar, pasear, bailar “y nunca perder la capacidad de sorprenderse y querer aprender cosas nuevas”, dice. Lo ideal, como dice Cuadros, es pasar poco tiempo en la casa y practicar actividades que den sentido de vida y fortalezcan el desarrollo personal. “La vejez debe trascender más allá de cuidar nietos o hacer las vueltas de los hijos”, dice.