Salud

Estas son las consecuencias de un año de aislamiento social

Según los psicólogos, no recibir ni dar abrazos y socializar por Zoom ha tenido un impacto en el cerebro humano.

13 de marzo de 2021
Estructura de amistadSegún Robin Dunbar, estos círculos representan los tipos de amigos. Con la covid se afectó el contacto con todos.
Estructura de amistadSegún Robin Dunbar, estos círculos representan los tipos de amigos. Con la covid se afectó el contacto con todos.

Para muchos, el gran sacrificio del año de pandemia ha sido limitar las visitas y los encuentros con familiares y amigos. Reírse, compartir momentos, salir a comer, intercambiar abrazos, en fin, todas esas costumbres que antes hacían parte de la vida diaria y que hace un año, con la declaración de pandemia y de aislamiento social para prevenir la propagación del coronavirus, todo el mundo tuvo que dejar de hacer.

Según los psicólogos no es raro que al cabo de 12 meses ese aislamiento haya producido un impacto deletéreo en la salud. De eso dan cuenta los neurólogos, psicólogos y psiquiatras, que han constatado cómo se han incrementado las citas por insomnio, ansiedad y depresión en sus consultorios.

No es raro, dicen ellos, que el cerebro se afecte, pues todos los abrazos, saludos y el simple hecho de compartir experiencias detonan un mecanismo para el bienestar. Se trata del sistema de las endorfinas, hormonas que este órgano usa para el manejo del dolor. Para entenderlo, solo hay que decir que estos químicos son parientes cercanos de la morfina, pero sin su efecto adictivo. Una dosis de ellas en el cerebro, provocada por el gusto de ver a un viejo amigo y abrazarlo o de compartir un chiste, es como un bálsamo que aliviana los problemas, hace sentir bien a la persona y genera una sensación de que todo está bien. Sin ese frecuente baño de endorfinas el cerebro queda en el espectro opuesto: la soledad.

Así lo señala Robin Dunbaren su más reciente libro, Friends: Understanding the Power of our Most Important Relationships, en el que profundiza sobre su gran descubrimiento, el número de Dunbar, que indica la cantidad de amigos que el cerebro humano, por su tamaño, puede mantener. Estableció que eran máximo 150, aunque cinco muy cercanos son los necesarios para tener todos los beneficios mencionados.

Además de eso, Dunbar, quien es profesor emérito de psicología evolutiva de la Universidad de Oxford, señala que este experimento que el mundo vivió con el coronavirus está dejando un impacto desconocido en el cerebro. Si bien es cierto que la tecnología fue un apoyo y ha mantenido esa sensación de conexión con sus colegas de trabajo, compañeros de clase y familiares, la interacción virtual nunca superará la real. Los abrazos y las charlas improvisadas en la cafetería mejoran y fortalecen las relaciones. Y mucho más una amistad. En la década pasada, dice Dunbar, varias investigaciones esclarecieron el dramático efecto que tiene esta en la salud, el bienestar y la expectativa de vida. La conclusión es que el ser humano no se adapta bien al aislamiento.

Para él, la amistad y la soledad son caras de una misma moneda y ante la ausencia de relaciones cercanas por el coronavirus se podría evidenciar una epidemia de soledad, condición que, como ya se sabe, puede llevar a la muerte. “Es el factor detrás de otros males como la obesidad, el tabaquismo, el abuso de alcohol y el sedentarismo”, dice Dunbar. Un estudio estableció que si una persona sufre un derrame o un infarto, pero cuenta con un alto nivel de sociabilidad, tiene 50 por ciento más posibilidades de sobrevivir. En contraparte, sentirse triste es una señal de alarma evolutiva que el sistema inmune lanza cuando algo está mal.

No hay que subestimar lo físico. Cuando la gente escucha amables palabras de apoyo se recupera del estrés más lento que cuando recibe un abrazo de su pareja en vivo y en directo. Eso sugiere que la cercanía física es crucial para recibir los beneficios del llamado capital social. Una serie de estudios de University College London y Royal Holloway, University of London, muestra que hoy a la gente le falta ese tipo de contacto benéfico. “Esa falta de abrazos durante la covid-19 está asociada a un deterioro del capital psicológico, a sentimientos de soledad, a ansiedad, a menos tolerancia emocional y, en general a una salud mental deteriorada”, dijo a la revista New Scientist Mariana von Mohr, quien trabaja en esta investigación.

Todas las interacciones, tanto las más cercanas como las que se dan por azar cuando la gente va al banco o al mercado, constituyen el capital social. “Estas le proveen recursos emocionales, información, chismes y todo tipo de colaboración a las personas”, dice Vanessa Parks, experta de la Universidad de Misisipi. Tener un gran capital social no es ser el popular de la clase ni el líder del trabajo, sino contar con una red de conexiones que incluyen amigos cercanos y otros más distantes. Lo cierto es que mientras más capital social, la gente está más comprometida en su comunidad. En un metaanálisis, Julianne Holt-Lunstad, de Brigham Young University en Utah, encontró que la falta de conexiones sociales es un gran factor de riesgo para la salud, tanto como la obesidad o fumar 15 cigarrillos al día.

La gente con alto capital social puede conseguir más fácil un puesto y trabaja mejor porque construye relaciones colaborativas. Pero el aislamiento ha hecho más difícil no solo hacer amigos, sino mantener los viejos. Satya Nadella, CEO de Microsoft, ha sugerido que en este año los seres humanos han estado gastando ese capital social y sospecha que en un momento este se evaporará, pues en la medida en que la gente continúe trabajando remotamente, los efectos a largo plazo se volverán más serios. Según Dunbar, el riesgo es que uno deje de ver a los amigos regularmente y por lo tanto la calidad de esas amistades se diluya poco a poco. “Eso, inevitablemente, impactará en su salud mental, pues cuando se vuelvan a ver no será lo mismo”.

Según un estudio hecho por Dunbar junto con Samuel Roberts, científico de Liverpool John Moores University, la frecuencia de las conversaciones, sean virtuales o no, es importante en la amistad. Pero en el caso de los hombres importan más las actividades compartidas para que afloren los sentimientos de cercanía. Obviamente las llamadas por Zoom no ayudan en el largo plazo. Por eso los hombres podrían sufrir más que las mujeres por el distanciamiento.

La pérdida de las experiencias compartidas, según los expertos, sería una de las tres maneras en que se está destruyendo el capital social. La segunda es la pérdida de la comunicación no verbal, que desaparece en los teléfonos y videollamadas, así como el contacto físico que provoca todos los cambios neurológicos y fisiológicos mencionados atrás. La tercera es la más sorprendente, pues la gente extraña también los lazos débiles, es decir, las interacciones con desconocidos. Antes de la pandemia una persona tenía entre 11 y 16 de estos encuentros. Eso se perdió, pues ellos no son las personas que alguien llamaría para hablar por Zoom.

El proceso de hacer amigos también se acabó, pues para eso es necesario verse y compartir, lo cual es más difícil hoy. Así lo han constatado muchos solteros que buscan pareja y que por las restricciones de hoy no lo pueden hacer como antes. La salida, por lo tanto, no es fácil, pues aun con la vacunación la gente debe mantenerse aislada para evitar contagiar a quienes no lo están. Una gran conclusión es la relevancia que tiene el contacto con todos los que nos rodean.

Pilares del barco de los amigos

Para entablar una amistad, dos personas deben tener ciertas características. Estas son:

1. Hablan el mismo idioma o, mejor aún, dialecto.

2. Crecieron en la misma zona.

3. Tienen experiencias educativas y profesionales similares.

4. Persiguen los mismos pasatiempos e intereses.

5. Están de acuerdo en temas morales, religiosos y políticos.

6. Comparten el mismo sentido del humor.

7. Tienen el mismo gusto musical.

Reglas para mantener sus amigos

1. Defiéndalos en su ausencia.

2. Comparta con ellos noticias relevantes.

3. Proporcióneles apoyo emocional cuando sea necesario.

4. Confíe en ellos y deje que ellos confíen en usted.

5. Ofrézcase como voluntario para ayudarlos si lo necesitan.

6. Trate de hacerlos felices.