ENTREVISTA

“Existe una comunicación entre el sistema nervioso y las células cancerosas”

El experto en oncología Pere Gascón explica cómo a través de sus investigaciones ha logrado entender el papel que juega el estrés crónico en el desarrollo del cáncer.

9 de agosto de 2017
| Foto: Archivo Particular

SEMANA: ¿Cómo se produce el cáncer?

Pere Gascón: El cáncer es un proceso que tarda muchos años en gestarse. Desde el primer pitillo hasta el cáncer de pulmón pueden pasar 20-25 años. La capacidad de nuestro organismo de regenerarse, de auto-sanarse, es impresionante. Nuestro cuerpo es una gran fábrica que produce trillones de células al día, es lógico que algunas salgan defectuosas, para nuestra suerte la gran mayoría de estas no sobreviven, se mueren por sí solas por su defecto, y la otra gran mayoría son eliminadas de nuestro organismo por nuestro sistema inmunológico, de defensas. Una fracción pequeñísima puede sobrevivir merced a su mutación, esta les puede conferir la propiedad de la proliferación ilimitada, o sea aquí puede surgir nuestro primer foco canceroso pero clínicamente imperceptible. Estas pocas células pueden morir con el tiempo o estar en letargo controladas por nuestro sistema de defensas.

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SEMANA: ¿Cómo podría un impacto emocional tener un efecto sobre el cáncer? ¿Hace que empeore o que aparezca?

P.G.: Sabemos que grandes traumas, situaciones emocionales duraderas sin resolución, están asociadas a la liberación por el cerebro de sustancias pro-inflamatorias y a una deficiencia en la función de los linfocitos encargados de atacar al cáncer. El cáncer  en un medio inflamatorio prolifera, crece ya que se  encuentra “en su medio”. Por tanto, un estado emocional de tipo traumático, depresivo crónico no resuelto puede hacer despertar a aquellas células cancerosas durmientes, en letargo biológico y favorecer la progresión tumoral. A los dos años aproximadamente de este impacto emocional sostenido se manifestará clínicamente el cáncer.

SEMANA: A algunas personas les beneficia tener algún grado de estrés porque rinden más, pero ¿cuál es el nivel de estrés que hace daño?

P.G.: Aunque este es un terreno que podríamos considerar especulativo, si sabemos en experimentos con animales  y por asociación también en humanos que el estrés positivo no es perjudicial. El cerebro sabe discernir entre lo placentero y lo traumático. El pintor o el escultor que no duerme para acabar su obra, no está sufriendo está disfrutando a cada pincelada o a cada golpe de buril. Lo biológicamente importante es el tipo de impacto y su cronicidad. El organismo sabe gestionar un estrés de días o pocas semanas. Si el impacto traumático se vuelve crónico, satura los mecanismos de auto-regeneración del organismo y empiezan a bajar las defensas del cuerpo.

SEMANA: Usted ha investigado la relación del sistema nervioso y la progresión de las células cancerosas, ¿Con qué se ha encontrado en estos estudios?

P.G.: Este es quizá el punto más importante. Hace ya unos 20 años en mi laboratorio de los Estados Unidos identifiqué unos receptores de neuropéptidos en la célula de cáncer de mama humano. Si la célula cancerosa presenta en su membrana receptores para sustancias liberadas por el sistema nervioso es que existe una comunicación entre el sistema nervioso y las células cancerosas. Es como si al entrar en una ciudad viéramos miles de antenas de televisión en sus tejados, sería lógico que asumiéramos que las ondas de televisión llegan a estas casas, a los hogares de sus habitantes. En mi laboratorio vimos que al bloquear estos receptores, las células cancerosas dejaban de crecer y morían por apoptosis (muerte celular programada). Investigamos que este neuropéptido pro-inflamatorio era necesario para el crecimiento tumoral. Posteriormente a estos hallazgos, otros laboratorios, en particular el del Dr. Miguel Muñoz en Sevilla identificaron estos receptores en prácticamente todos los tipo de cáncer que analizaron: colon, próstata, mesotelioma, pulmón, sarcoma, leucemias entre otros.  Esto es importante ya que implicaría que nos encontramos con un mecanismo general del cáncer ya que no es propio de un solo tipo de tumor. Hace tan solo unos pocos años se han identificado receptores de adrenalina en varios tipos de cáncer, entre ellos el de mama y sabemos que estrés y liberación de adrenalina andan de la mano.

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SEMANA: ¿En qué tipos de cáncer se ve más fuerte esa relación entre el sistema nervioso y células cancerosas?

P.G.: En principio, todos los datos que tenemos en estudios in vitro y en vivo en animales sugieren que esta propiedad no es de ningún tumor en particular y que sería una condición general en el proceso canceroso.  Ahora sabemos que cada tumor tiene su propia identidad. Seguramente no a todos los pacientes oncológicos afectará el estrés…

SEMANA: ¿Hay algunas condiciones especiales que favorezcan que un impacto emocional tenga efecto sobre el cáncer? Algunos sistemas inmunes son más susceptibles a este efecto?

P:G.: Hay que partir del conocimiento que el cáncer es una enfermedad genética y que ciertas personas están genéticamente más predispuestas a sufrir cáncer que otras. Sin embargo hoy en día sabemos que un 85% o más de los cánceres son producidos  por condiciones ambientales: dietas, hábitos (alcohol, tabaco), exposición a radiaciones y un largo etcétera. Como ya he mencionado antes, emociones traumáticas y sostenidas sin resolución del conflicto o eliminación del agente inductor generan inflamación que es un caldo propicio para la generación y proliferación tumoral

SEMANA: ¿La clave para manejar el cáncer sería controlar el factor de riesgo que representa el estrés?

P.G.: Sería una de las claves, sin duda una clave muy importante pero obviamente no la única. Deberíamos adoptar comportamientos diarios que nos redujeran el estrés emocional de cualquier tipo: meditación, yoga, Tai-Chi, mindfullness, técnicas de relajación entre otras.

SEMANA: Algunas investigaciones dicen que la mayor parte del origen del cáncer es mala suerte, ¿usted qué piensa de esto?

P.G.: Es una manera de expresar el hecho que todos al nacer tenemos una carga genética que nos hace más predispuestos a sufrir de cáncer que a otros. Aquí estaría la mala suerte. Pero luego hay más de un 85 % de los cánceres que podríamos “mantenerlos a raya” si por ejemplo no fumáramos, no bebiéramos en exceso, no comiésemos también en exceso grasas animales o carne roja, y un largo etcétera de conductas de la persona moderna que nos aleja de las conductas alimentarias más sanas y de conductas de estilo de vida más tranquilas y reposadas de nuestros antepasados.

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SEMANA: ¿Cuál cree que es la mejor forma de manejar este asunto? ¿Cuál es su recomendación para que el estrés deje de ser un detonador del cáncer?

P.G.: Es un consejo fácil de dar y difícil de cumplir por el tipo de sociedad en la que estamos inmersos. Yo procuraría introducir en nuestro día a día algunos minutos de relajación, de cortar por aunque fueran unos minutos con nuestro entorno. Nuestras neuronas nos lo agradecerían y mucho. Hay que hacer un esfuerzo para parar en momentos del día nuestra actividad y dejar regenerar a nuestras neuronas. Se ha visto en mujeres de cáncer de mama, a quienes antes de iniciarse en ejercicios de yoga sus análisis de sangre mostraban unos niveles muy altos de sustancias pro-inflamatorias o de marcadores de inflamación (IL-6, PCR).  Al mes de hacer yoga los niveles se habían reducido a la normalidad.

SEMANA:  ¿Qué está investigando actualmente?

P.G.: Por una parte, estoy profundizando en genes que regulan el sistema nervioso y genes que regulan el proceso canceroso. Hemos identificado unos pocos que están relacionados con ambos sistemas. Por otra parte estamos ya experimentando en animales, lo que diríamos “la prueba del algodón”, inoculándoles tumores humanos y comprobar que la inhibición o bloqueo de neuropéptidos o neurotransmisores  tiene un efecto antitumoral. Recientemente, han aparecido en prestigiosas revistas de investigación trabajos que ya han demostrado un vínculo entre el sistema nervioso y el cáncer de próstata y el cáncer de páncreas. Estas últimas publicaciones realizadas por laboratorios europeos y americanos nos dan más ímpetu si cabe para pensar que lo que se inició hace 20 años en mi laboratorio de New Jersey, está siendo reproducido por otros laboratorios y lo que es más importante, todo parece decirnos que estábamos y estamos por una pista correcta y deseemos que exitosa para beneficio de nuestros pacientes.