REDES SOCIALES
Facebook miente
Muchos entran a esta red social y quedan deprimidos al ver las irreales y perfectas vidas de sus amigos. Pero según los expertos todo es una ilusión. La noticia es que hay un antídoto para recuperar la carita feliz.
Facebook reportó casi 1.800 millones de usuarios activos en el tercer trimestre del año pasado. Se calcula que todas esas personas sumadas pasan millones de horas en esta red social cada día. Y aunque buscan aprovechar las bondades de esta red social que ha conectado a muchos como nunca antes, para algunos esa experiencia resulta miserable. Fabio Fernández, por ejemplo, no lo soporta. “En cuestión de cinco segundos uno ve a uno de ellos listo a embarcarse en un vuelo en primera clase a París, el otro muestra una foto de sus maravillosos hijos y otro más se regodea con los atardeceres en una reserva de Sudáfrica en medio de elefantes”, dice. Mientras eso sucede, él está en una reunión a puerta cerrada con su jefe y con una pila de trabajo pendiente.
Esa sensación de sufrimiento tiene un nombre: envidia Facebook; y muchos estudios científicos la han reportado. Uno de ellos, hecho por expertos de la Universidad de Copenhague con más de 1.000 personas de entre 19 y 32 años, mostró que mientras más tiempo pasaban allí más se deprimían. “De acuerdo con el trabajo, la gente no es feliz en Facebook y ese hábito de entrar a ver qué hacen los demás los afecta en diferentes dimensiones”, señaló Morten Tromholt, autor de la investigación.
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Según Erick Gregory, psicólogo y director del Centro de Investigación de Psicología de Medios en Boston, Estados Unidos, esta sensación de infelicidad surge porque la gente compara su vida con la que los demás presentan en internet, sin entender que son curadas por individuos que quieren presentar una imagen ideal de sí mismos. “No es la realidad”, dijo a SEMANA. “Aunque es posible que esos momentos se den, no reflejan los altibajos de la vida. ¿Cuándo fue la última vez que vio allí a alguien enfermo, triste o perdido?”. Para Sergio Llano, experto en comunicación y medios digitales de la Universidad de La Sabana, Facebook ha permitido a las personas lo que en marketing se llama construcción de marca personal. “Si se muestra la cara negativa no vamos a ser populares ni atractivos ante los demás”, señala.
Una solución al problema es dejar Facebook para siempre. Como hizo Laura, quien vivía atormentada por los progresos de los niños de otras mamás mientras veía al suyo rezagado en lenguaje. “Me aburrí de ver fotos y videos de niños perfectos. Entendí que no hay nadie así, cerré las cuentas y descansé”, dice. En efecto, Tromholt observó que quienes admiten padecer estos celos sienten un gran alivio cuando no entran a este sitio web. Pero otros señalan que no es necesario llegar a decisiones tan drásticas, pues otra salida, como lo plantea Gregory, es hablar el mismo idioma de las redes sociales. “Aprender a deconstruir el mensaje que estas y los individuos que las usan están creando”.
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Seth Stephens-Davidowitz, economista de Harvard y antiguo científico de datos de Google, hizo este ejercicio y mostró que en estas redes todos mienten. El experto acaba de lanzar su libro Everybody Lies en el que demuestra que la gente diseña sus interacciones en línea para esconder ciertas facetas de su personalidad y resaltar las que consideran más atractivas. La verdad, dice él, sale a flote gracias a los rastros que dejan a su paso por internet: en Google, en los sitios para encontrar pareja, en las redes sociales e incluso en los portales pornográficos.
Aunque ya muchos lo intuían, el gran hallazgo de Stephens-Davidowitz es que la información de Facebook dista mucho de reflejar la realidad. Un ejemplo sencillo de esta distorsión aparece al comparar The National Enquirer y The Atlantic, dos revistas semanales, una especializada en farándula y la otra en política y temas sociales. Si bien en el mundo real la primera vende tres veces más copias que The Atlantic, en Facebook esta es 45 veces más popular. Lo mismo sucede con las actividades. Según Stephens-Davidowitz la gente realmente pasa seis veces más tiempo arreglando la cocina que jugando golf. Sin embargo, hay el doble de tuits de personas mientras practican este deporte que cuando están lavando los platos. Todo está hecho para mostrar una vida más interesante y, por eso, cuando la gente viaja tiende a esconder lo que contradice ese objetivo. Dos hoteles en Las Vegas, el hotel Circus Circus, de tres y media estrellas, tiene la misma ocupación que la del lujoso Bellagio, de cinco. A pesar de eso más gente registra en Facebook la entrada al hotel elegante que al modesto.
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Un caso particular es el de las enfermedades. Stephens-Davidowitz encontró que hay unas de mostrar y otras de esconder en Facebook, como sucedió al comparar el síndrome de colon irritable y la migraña, ambas con la misma prevalencia entre los estadounidenses. Quienes tienen migraña, sin embargo, han logrado establecer una red en Facebook dos y media veces más grande que la de quienes padecen la poco glamorosa enfermedad del intestino. En materia de carros, los usuarios de Facebook también quieren jactarse y por eso reportan más su carro cuando es lujoso.
¿Triste de ver las fotos de la familia feliz en Facebook? Stephens-Davidowitz también tiene una solución para eso. Solo es necesario comparar las publicaciones de esta red social con las búsquedas de Google, un navegador al que la mayoría le confía sus dudas más íntimas debido a que las consultas son anónimas. Al hacerlo, queda claro que en las redes sociales la palabra esposo viene acompañada con frecuencia por frases como “mi mejor amigo”, “el mejor”, “divino”, “increíble”. Pero al hacer la búsqueda en Google, las expresiones más frecuentes son “patán”, “fastidioso”, “gay” y “mezquino”.
Con este ejercicio Stephens-Davidowitz admite haber logrado sentirse menos ansioso e inseguro ante lo que la gente publica en internet. “Así es mucho más difícil tomar en serio la vida perfecta de los demás en Facebook”, dice el experto en su blog de The New York Times. Otros conscientes de que llevan dos vidas, una en Facebook y otra en la realidad, han optado por ser más honestos. La neuropsicóloga Sally Adee, por ejemplo, decidió poner las fotos de sus hijos cuando hablan hombro a hombro, pero también aquellas en que aparecen peleando. “Ambos escenarios son parte de mi hogar, pero si bien el último sucede más que el primero, yo tiendo a publicar el momento perfecto con más frecuencia”, dice en su blog Facebook Life vs. Real Life.
Stephens-Davidowitz recomienda que cada vez que se sienta avergonzado de su vida luego de navegar por los perfiles de sus amigos en Facebook haga el ejercicio de ir a Google, para él un suero de la verdad, y ponga cualquier frase. “Escriba ‘Yo siempre…’ y verá que el programa autocompleta con las búsquedas que los demás hacen. Los resultados serán: ‘Yo siempre me siento cansado’, ‘Yo siempre tengo diarrea’. Eso ofrece un contraste con Facebook donde la gente parece estar ‘siempre’ en vacaciones”.