NEUROCIENCIA
Genios, ¿nacen o se hacen?
Nuevas investigaciones demuestran que hay muchos conceptos infundados sobre las mentes brillantes. Estos son algunos de los más frecuentes.
Muchos se preguntan si el genio nace o se hace. Esa duda ha generado un eterno debate entre científicos que han intentado definir las características en común de estos individuos. En medio de esa discusión, lo que ha quedado en el aire son una serie de estereotipos infundados. El escritor Eric Weiner aclara esos conceptos en su nuevo libro La geografía del genio: lecciones de los lugares más creativos del planeta. Estos son algunos de ellos.
La genialidad se hereda
Weiner afirma que desde mediados del siglo XIX se implantó la idea de que los genios nacen y no se hacen. Es decir, que su suerte está echada desde el momento de su gestación porque heredan ciertos genes que cumplen un rol determinante en su nivel de inteligencia y talento. Sin embargo, el autor señala que la genialidad no se transmite genéticamente como la calvicie o el color de los ojos. “No existe un gen de la genialidad y no todos los grandes genios han tenido hijos igualmente brillantes”, dice Weiner.
Los genios son los más inteligentes
Se cree que los genios tienen un nivel de inteligencia y unos talentos superiores al resto de la población. Sin embargo, Weiner dice que varias figuras eminentes tuvieron modestos coeficientes intelectuales (CI). Por ejemplo William Shockley, inventor del transistor y Premio Nobel de Física en 1956, y Richard Feynman, uno de los pioneros de la física cuántica, apenas lograron 125 puntos de CI, una cifra respetable pero no espectacular. El autor considera que la genialidad reside no solo en la inteligencia, sino en la creatividad y la capacidad de ver las cosas como pocos. “Para ser genio no se necesita un conocimiento enciclopédico ni muchos títulos académicos. Hay varios casos de mentes brillantes que abandonaron sus estudios”, afirma el autor.
Los genios aparecen al azar
La gente tiende a pensar que los genios son como estrellas fugaces, que aparecen cada cierto tiempo y en cualquier lugar. Sin embargo, como lo demostró un estudio de la Fundación MacArthur, estas personas tienden a emerger en ciertos sitios y en determinadas épocas. Basta con pensar en la escuela de Atenas, los artistas florentinos durante el Renacimiento o en el París de los años veinte. O para no ir muy lejos, Silicon Valley en el siglo XXI. Son entornos que “permiten alimentar la creatividad, pero también estar abiertos a experimentar y plantear nuevas ideas”, dice Weiner. El autor concluye que los genios, más que estrellas fugaces, son flores que germinan en medio de un entorno favorable.
Son gruñones solitarios
Weiner no niega que los genios, especialmente escritores y artistas, sean más propensos a sufrir de enfermedades mentales como la depresión. Pero no viven aislados del mundo como la mayoría piensa. De hecho, buscan un círculo social que tenga sus mismos intereses para asegurarse de que no son los únicos con esa mente superdotada. Freud formó parte de la Sociedad Psicológica de los Miércoles en Viena, Austria, y Einstein de la Academia Olimpia en Berna, Suiza. Al respecto un estudio hecho por el psicólogo Dean Simonton de la Universidad de California en Davis, Estados Unidos, reveló que mientras más eminentes son los científicos, más frecuente resulta verlos conversando y socializando sobre sus temas de interés.
Hoy hay más genios que antes
El llamado efecto Flynn, una teoría del académico neozelandés James Flynn, señala que el coeficiente intelectual aumenta cada vez más y que las nuevas generaciones son más inteligentes. Sin embargo, Weiner dice que esto es errado, pues si bien en esta era digital han emergido genios como Steve Jobs y Elon Musk, esto no significa que sean más brillantes que otros de épocas anteriores. “Hay un gran número de científicos competentes y talentosos, pero no necesariamente genios”, dice el autor.