Ambiente laboral

La felicidad de lo que pocos pueden: trabajar de ocho a tres

En Suecia los empleados tienen horario de trabajo flexible, la mayoría sale a las tres de la tarde y ambos padres pueden tomar hasta dos años de licencia cuando tienen un hijo. Aún así, son eficientes y productivos y, lo más importante, felices. ¿Por qué otros no siguen su ejemplo?

24 de septiembre de 2019
| Foto: SEMANA

En Estocolmo el tráfico empieza a las tres de la tarde. A esa hora la gente empieza a salir de las oficinas, algunos a recoger a sus hijos en el colegio, otros para su clase de yoga, otros a descansar en casa. A las seis de la tarde, las vías ya están descongestionadas. Desde hace unos años el gobierno adoptó este modelo de jornada laboral flexible en el que la gente puede trabajar de 8 de la mañana a 3 de la tarde.

Por eso conquistó el primer lugar en el sondeo que hace el banco HSBC para ranquear la  ciudad con mejor equilibrio de tiempo trabajo-casa en el mundo. Según la OCDE, apenas 1 por ciento de los suecos tienen horarios prolongados. La medida se tomó para cautivar a jóvenes profesionales para sus industrias tecnológicas. Y en efecto la mayoría encuentra el lugar ideal para empezar una familia.

Uno de los beneficiados es Robin Bagger-Sjöbäck, quien después de trabajar en un banco en Londres entre 12 a 14 horas diarias, encontró el equilibrio que estaba buscando en Estocolmo. Para él esas cinco horas de más que pasaba en el banco inglés “son marginales porque no creo que el cerebro resista tanto tiempo de trabajo”, señaló al periódico The Guardian.

Contrario a lo que muchos creían el modelo ha funcionado. Los trabajadores en este régimen trabajan mejor, más felices y tienen menos ausentismo. Un estudio mostró que entre 2017 y 2018, 57 por ciento de las incapacidades de salud tenían que ver con estrés, ansiedad o depresión y que 44 por ciento de las anteriores habían sido causadas por la presión de muchas horas de trabajo.

No en vano, muchos empresarios del mundo, el mexicano Carlos Slim y Richard Branson han propuesto que se implante la semana de cuatro días basados en estudios que indican que la productividad no es cuestión de agregar horas sino bienestar. Solo algunas empresas han dado tímidos pasos en ese sentido, recortando la jornada del viernes. 

En España se trabaja más de diez horas diarias, pero desde 2008 una empresa llamada iberdrola hace la excepción a la regla. Implantó un esquema parecido al sueco con sus 9.000 trabajadores que ahora entran a las 7: 15 de la mañana y salen a las 14: 50. Cada día tienen 45 minutos de flexibilidad a la hora de entrar y salir. Según los empresarios  han ganado en productividad: han reducido 20 por ciento el ausentismo y en 15 por ciento los accidentes laborales. 

Para muchos las jornadas largas, de más de ocho horas son absurdas. Como no hay cerebro que aguante tal nivel de trabajo, lo que sucede es que en esos horarios extendidos se pierde más tiempo. Muchos llegan a charlar con sus compañeros y en eso se les va una hora. Luego, después del almuerzo sacan tiempo para un café con sus colegas, lo que les toma otra más. Y así encuentran muchas distracciones con que llenar la jornada, eso que algunos llaman calentar silla. 

Así la jornada termina siendo de tan solo 6 horas, como la de Estocolmo. En el modelo nórdico, la gente trabaja seguido e intenso para lograr la meta de salir temprano. Así nadie pierde un minuto. Además, dicen que la felicidad de salir temprano a disfrutar del día les hace sentir alegría y eso hace que trabajen mejor.  La productividad entonces es mayor.

En Colombia el horario es de ocho horas diarias pero muchos permanecen mucho más tiempo en la oficina. Según Melanie Amaya, experta en liderazgo, el asunto está ligado a la cultura. En Australia donde ella vivió, la gente sale a las cinco de la tarde y “se ve mal que la gente se quede después de esta hora porque parecería que esa persona no sabe administrar bien su tiempo”.  Es una interpretación opuesta a la que sucede en Colombia donde salir a las cinco es mal visto en la mayoría de veces.

Lo mismo sucede cuando la gente llega tarde. Algunos directivos tienen miedo de salir de su oficina y que no haya nadie, un fenómeno que se conoce como la fobia a la oficina solitaria. En Argentina, donde ella también ha trabajado, los sindicatos son muy fuertes y es muy normal que las personas se vayan muy puntuales a las cinco. “Es algo que está muy arraigado en la cultura colombiana donde los empresarios quieren sacarle el máximo a sus empleados”, dice. Y agrega que a esa idiosincrasia se suma el hecho de que el trabajador siente miedo de perder su trabajo y está dispuesto a pasar largas jornadas.

En ese ambiente muchos trabajan hasta 12 horas como sucede con Ángela, quien se levanta todos los días a las 4 de la mañana para estar lista a las siete en su puesto de trabajo en una reconocida empresa colombiana. Algunas veces sale a las cinco pero es muy probable que en muchas ocasiones no lo logre y deba permanecen al menos una hora más. Luego del trabajo sale a la universidad y solo regresa a la casa a las 10 de la noche. “A esa hora me quedo hablando con mi mamá hasta la medianoche”. 

Curiosamente quienes saben del tema dicen que tener tiempo para sí mismo cambia la perspectiva porque la gente trabaja más contenta y tranquila y así los empleado trabajan más sin saberlo.  Un estudio de la universidad de Zaragoza muestra que este tipo de jornadas continuas (donde solo hay una hora para el almuerzo) aumenta 6 por ciento la productividad y reduce los gastos de las empresas. Esto sucede porque la gente aprecia cuando su empresa lo cuida y es precisamente a eso que hace referencia el concepto de salario emocional. 

Keynes predijo que en 2030 la gente trabajaría mucho menos que en su época: apenas 15 horas a la semana. Y aunque ha habido conquistas importantes como el fin de semana de dos días, la gente siente cada vez más lejos de ese futuro que visionó el economista inglés. Por ahora muchos como José Andrés, quien debe trabajar desde las ocho hasta las seis y algunos días hasta más,  solo cuentan con la posibilidad de soñar, que no cuesta nada. “Si yo saliera a las tres me iría a pie a la casa, a leer, a dormir una buena siesta, iría a cine de cinco y en general me quedaría afuera en la calle a disfrutar la luz del día y el atardecer que casi nunca lo veo“.