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SALUD

La campaña contra la epidemia de depresión y suicidio entre médicos

En Colombia se lanza la campaña medias locas para doctores con la cual un grupo de psiquiatras busca concientizar a los médicos de que ellos también deben proteger su salud mental. El psiquiatra Ariel Alarcón explica de qué se trata.

6 de junio de 2019

En mayo de 2016 Geoff Toogood, cardiólogo del hospital Peninsula Health y miembro del South West Health Care, en Australia, decidió romper el silencio y anunciar abiertamente a todos sus colegas que había estado padeciendo silenciosamente, durante años, de severos síntomas de ansiedad y depresión, que lo habían hecho pensar en suicidarse más de una vez.  

El hecho dio origen a la campaña medias locas que se celebra el primer viernes de junio de cada año y que pretende sensibilizar a la comunidad médica mundial sobre la importancia de hablar sobre su vulnerabilidad emocional y obtener ayuda profesional para ella, con tres sencillas acciones: Vestir ese día medias disparejas, coloridas, divertidas, creativas; promover conversaciones uno a uno  o charlas, conferencias y foros sobre el sufrimiento emocional en los trabajadores de la salud, y tomarse una foto con las “medias locas” y subirla a las redes sociales con la etiqueta: #CrazySocks4Docs.

Uno de sus últimos sondeos muestra que el 45 por ciento de los médicos están agotados y decepcionados con su trabajo

La historia es que Toogood fue sorprendido en una ocasión con medias disparejas por uno de sus colegas. Cuando este le preguntó el por qué, Toogood le explicó que esas eran las únicas medias buenas que le quedaban ya que un cachorrito que había adoptado como parte de su lucha contra la depresión, había destruido todas las demás medias que tenía. La anécdota dio pie para una conversación abierta sobre las dificultades emocionales que padecemos los profesionales de la salud. Esta conversación produjo tal alivio en Toogood que decidió generar un desafío en redes sociales de sus colegas del Peninsula Health: el primer viernes del siguiente mes de junio todos los que quisieran usaran medias disparejas, conversaran con sus pares sobre su sufrimiento emocional.

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La broma entre los amigos de un hospital (que tiene mucho de seriedad), cayó en terreno fértil. El primer año generó cientas de interacciones en redes sociales en Australia. La magia de estas plataformas hizo que la iniciativa hiciera metástasis en muchas partes del mundo, de tal modo que al segundo año tuvo un par de millones de interacciones y el año pasado (2018) logró que 45 millones de personas hicieran clic en la etiqueta y subieran imágenes de medias locas en sus cuentas en muchos rincones del planeta.

Este año, el 7 de junio, se espera que 60 millones de profesionales de la salud del mundo entero se unan a la campaña, mostrando que están no solo preocupados por el sufrimiento emocional derivado del ejercicio de su profesión, sino dispuestos a hablar abiertamente sobre ello, a romper el estigma que pesa sobre los que buscan ayuda psiquiátrica o psicológica y a tomar acciones decididas que mejoren su calidad de vida emocional, el disfrute de sus profesiones y alejen del suicidio a valiosos profesionales.

El riesgo de morir por suicidio entre los médicos hombres es el doble que en la población general

No es para menos. La creativa idea de Toogood pone en relieve que los médicos son los profesionales que más sufren emocionalmente a causa de su trabajo, tanto así que el portal Medscape, con 10 millones de médicos afiliados alrededor del mundo,  creó un observatorio permanente sobre esta epidemia con encuestas periódicas que le toman el pulso al estado emocional de sus afiliados. Uno de sus últimos sondeos muestra que el 45 por ciento de los médicos están agotados y decepcionados con su trabajo, el 10 por ciento  están deprimidos, el 11 por ciento ha tenido alguna vez ideas de suicidio en el curso de su vida profesional y el 4 por ciento ha hecho un intento de quitarse la vida.

Esto es muy grave. Casi la mitad de los médicos están agotados y no se sienten gratificados con su trabajo, uno de cada 10 se siente deprimido y el suicidio es un tema que ha rondado por las cabezas de una buena parte de ellos, mucho más que en cualquier otra profesión. Así lo demostró recientemente la doctora Deepika Tanwar, del programa de Psiquiatría del Harlem Hospital Center, en Nueva York, quien concluye en su investigación que “el riesgo de morir por suicidio entre los médicos hombres es el doble que en la población general y en médicas mujeres es el triple o el cuádruple”.

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Toogood relata en sus conferencias la pesadilla que fue sufrir de depresión y ansiedad por varios años, sin decir una palabra a nadie antes de decidirse a buscar ayuda. Pensaba que sus colegas y aún sus familiares lo tildarían de “débil” o “loco” por ir al psiquiatra. Cuando por fin se decidió a hacerlo, pedía las consultas lo más lejos posible, donde nadie lo conociera y a horas insólitas, usaba lentes oscuros, una gorra y siempre se ocultaba tras un periódico en las salas de espera. Todo esto fue tema en sus sesiones de psicoterapia, en las que se dio cuenta de que no estaba solo, que no tiene nada de malo sentirse vulnerable y comunicar sus debilidades y necesidades emocionales y que la terapia funciona.

Muchos médicos han sido educados en la cultura de la fuerza y el narcisismo.

La mencionada encuesta de Medscape, muestra que el 90 por ciento de los médicos trabajan cerca o conocen a algún psiquiatra o psicólogo clínico, pero solo el 24 por ciento de ellos daría el paso hacia la búsqueda de ayuda para sus problemas emocionales. ¿Por qué? Muchos doctores comparten el miedo que Toogood quiere desmitificar: ser vistos como débiles por los demás, o como locos, inadaptados, incapaces de solucionar sus propios problemas.

Muchos médicos han sido educados en la cultura de la fuerza y el narcisismo. Se aprende a punta de sufrimiento y sacrificio, se aprende para destacarse por encima de los otros, para ganar las competencias, saber más, poder más, tener más que los demás, lucirse y ayudar a los pacientes. El débil debe ser rechazado y marginalizado. El costo ha sido alto. Por el temor al estigma se han generado tantos sufrimientos en quienes tienen que ocultar sus vulnerabilidades, (que son las mismas del resto de los  humanos) y eso los ha llevado a resistir a tratamientos que son altamente eficaces, generan pocos efectos colaterales y ¡salvan vidas!