vida moderna
La cultura ‘woke’: qué es y por qué Meghan Markle es su princesa
Según varios expertos, la duquesa de Sussex es hoy la más visible celebridad de ese movimiento.
Desde hace unos años, un grupo de personas muy conscientes de los problemas del mundo vive pendiente de lo que otros hacen mal para poder aleccionarlos. A este tipo de gente vigilante y consciente se les llama ‘woke’, una palabra de lengua inglesa que significa despertar. Bajo este término se incluyen todas aquellas que están alertas al racismo, la discriminación racial y la injusticia, entre otros temas. Quieren mejorar el mundo y por eso atacan a quienes no saben o no lo hacen. Woke en ese sentido es un despertar.
El uso de esta palabra woke en este sentido no es nueva, pero volvió a cobrar vigencia desde 2013, cuando la llamada generación Z, nacida a partir de 1995, llegó a la universidad y se convirtió en una especie de guerrera de la justicia. Para algunos autores, el hecho de que estos jóvenes se hayan educado en condiciones sociales y tecnológicas sin precedentes (en medio de la aparición de los teléfonos inteligentes y las redes sociales) creó un grupo de personajes diversos, combativos y susceptibles. Ahora se le juntan otros de generaciones mayores cuyas acciones woke se ven en comportamientos para mejorar el mundo a partir del aleccionamiento.
El abogado y presidente de Fire Greg Lukianoff, un grupo defensor de la libertad de expresión en las universidades de EEUU, empezó a observar señales de la cultura ‘woke’ desde 2014 cuando aumentaron las iniciativas estudiantiles para desinvitar a oradores y conferenciantes a las universidades. Este movimiento también buscó prohibir ciertos libros como El Gran Gatsby, pues podrían resultar ofensivos por las actitudes misóginas de algunos de sus personajes, asi como otros clásicos norteamericanos, como La cabaña del Tío Tom o Matar a un ruiseñor, que afectarían a la gente de color por ser racistas. Según el abogado, entre 2000 y 2018 hubo 379 iniciativas para cancelar invitaciones a hablar en universidades en Estados Unidos, aunque la mayoría se dio a partir de 2013.
Desde entonces la cultura se ha masificado y personajes como Matthew McConaughey han sido atacados en las redes sociales por los woke. Esto sucedió cuando el actor criticó a los liberales de su país por tratar a los que no piensan igual a ellos como estúpidos. JK Rowling también cayó en sus redes al manifestar en un tuit una opinión frente a un artículo en el que se leía el término “gente que menstrua”, en lugar de mujeres para no discriminar a las que se sienten féminas pero no menstrúan, como las mujeres trans. En tono sarcástico Rowling escribió “estoy segura de que había una palabra para esas personas. Alguien ayúdeme. ¿Wumben? ¿Wimpud? ¿Woodmud?”
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Pese a que estaba expresando su opinión, la autora de la saga de Harry Potter recibió hasta sentencias de muerte y críticas públicas que venian incluso de actores que interpretaron a los personajes de sus libros en el cine, como Emma Watson. A pesar de todo, Rowling decidió no retirar sus palabras.
Ahora, tras la entrevista de Oprah con los Duques de Sussex, Meghan se coronó como la princesa de la cultura ‘woke’ al revelar “su verdad” y cantarle la tabla a la realeza británica. Así lo señala Nick Timothy en su columna del diario The Telegraph en la cual dice que para ella “la verdad es simplemente un bien que puede ser manipulado y vendido para un propósito”.
Gerard Baker, editorialista del diario The Wall Street Journal, también ha señalado que Meghan aprovechó el momento para suscribirse a la cultura ‘woke’ al presentarse como víctima de racismo no solo por parte de la familia real sino de la prensa británica. Al hacerlo alimenta los prejuicios de la gente y “convenientemente olvida que fue bienvenida por esa misma prensa y esas masas con alegría”, dice Baker.
Otros periodistas admiten que Meghan siempre ha sido parte de esa cultura pues cuando no era la celebridad que es hoy ya estaba involucrada en causas de discriminación de mujeres. Angela Levin quien escribió una biografía del príncipe Harry señaló que la novedad es que él ahora está siguiendo el estilo woke de Meghan al pasar de ser un hombre de acción para convertirse en una especie de “hada madrina del bien”. No solo habría cambiado el acento sino también el uso de cierto vocabulario, con frases como “el amor vence”. Suena paradójico, dice Levin, que esto lo digan cuando todo lo que revelaron ante Oprah era motivado en parte por la rabia y la frustración. “No creo que los otros miembros de la realeza hayan sentido ese amor en los últimos 12 meses”.
Andrew Billen, otro escritor, señaló que el verbo “sentir” se usó 31 veces en la entrevista de Meghan y Harry con Oprah Winfrey, y con mayor énfasis cuando ella reveló sus tendencias suicidas y señaló que “nunca se había sentido así” antes, y cuando dijo que su futura cuñada había “herido realmente mis sentimientos” por los vestidos de sus damas de honor. Billen dice que en otras épocas esos sentimientos se toleraban “hasta cierta edad, los niños los reprimían y las niñas eran llamadas histéricas por no controlarlas”. Pero hoy, las lágrimas de Meghan no se vieron como una abdicación del autocontrol, sino como una prueba de autenticidad, dice.
La definición de woke que ofrece el diccionario Merriam-Webster de Estados Unidos no menciona la emoción en absoluto sino que define el término como “consciente y activamente atento a hechos y temas importantes (especialmente temas de justicia racial y social)”. Según Billen, la injusticia racial fue ciertamente un tema de la entrevista de la semana pasada, pero en su opinión el aspecto woke fue el “narcisismo psiquiátrico autoindulgente y en el sofá” del mundo moderno.
Aunque tiene muchos adeptos, la cultura woke también cuenta con detractores. Uno de ellos es el expresidente Barack Obama, quien señaló hace unos años que esta era la fórmula perfecta para el dogmatismo. Y en efecto, muchos de estos jóvenes creen que están buscando el cambio en las redes sociales al tuitear cuando alguien no hizo lo debido o uso el verbo equivocado. Pero según Obama todo lo que están haciendo es “tirar piedra y probablemente no van a llegar muy lejos”, dice. Hacer el cambio, según el no es lanzar juicios contra otros porque “aún la gente que hace cosas buenas a veces comete errores. Si hacemos fiesta de pureza, vamos a tener fiestas muy pequeñas”, dice y agrega que gobernar no es decir “yo no estoy de acuerdo contigo por lo tanto no estás invitado a la conversación”.
Es posible que Meghan esté sufriendo, como muchos de los estudiantes que Lukianoff observó en las universidades, de comportamientos típicos de las personas depresivas. “Solían caer en el catastrofismo y tomaban pequeños baches rutinarios como si fueran atentados a su integridad personal. A la hora de interactuar con otras personas, los estudiantes asumían que los comentarios torpes o fuera de lugar eran microagresiones intencionadas y practicaban el pensamiento binario: la idea de que el mundo se divide entre buenos y malos, negros y blancos, oprimidos y opresores. Lo más grave es que sus profesores, en lugar de intentar corregir estas actitudes mentales, parecían reforzarlas”.
Derribar estatuas, olvidar libros, acabar con la monarquía son hoy rasgos del cambio de época. Pero últimamente también entra allí todo aquel que no encaje perfectamente en el modelo definido por el colectivo woke. Y al parecer la reina Isabel, jefe de la monarquía británica, no lo está.