UNIVERSO CRIANZA

La del espejo ya no soy yo, o cuánto tiempo toma volver a sentirse ‘normal’ después de tener un hijo

Se supone que a una nueva madre, sin complicaciones durante el parto o el embarazo, debe regresar a su estado previo a la gravidez en 40 días. ¿Qué tan cierto es este cálculo? ¿Se puede volver a un antes después de ser mamá?

Carolina Vegas*
3 de febrero de 2018
El cuerpo que ya no es propio, que ya no es solo nuestro, lo que parte en dos la vida de una mujer que decide ser madre. | Foto: Archivo SEMANA

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El cuerpo gotea. Hay líquidos brotando de todas partes. Los senos hinchados dejan salir la leche, sin que la madre tenga control alguno sobre esa nueva llave de fluido. Los loquios, la sangre, coágulos y restos de membrana que se desprenden del útero durante las semanas posteriores al parto, obligan a llevar un pañal de adulto durante varios días. Y las lágrimas, que como una cascada se precipitan sobre las mejillas, la ropa, la cara del bebé que toma la teta, también abundan. La primera vez, después del huracán del nacimiento, que una mamá se mira al espejo con conciencia y se observa en sus nuevas formas es común que no se reconozca. “Me miraba al espejo y decía: ¿quién soy yo ahora?”, aseguró Paola, mamá de Abril. No solo está frente a un cuerpo herido y destrozado por el trauma físico del parto, sea vaginal o cesárea, sino que además debe ver con sorpresa que su barriga, más floja y más caída, aún es igual de grande que cuando cargaba a su bebé adentro y que seguirá así durante semanas, así la trate de esconder entre una faja de cuerpo entero. Que la cara y los ojos inflamados, por la solución salina que le inyectaron durante el trabajo de parto, por la falta de sueño de los días, semanas, meses sucesivos a ese evento, y por el llanto, también crean un reflejo deforme. Y sabe, si ha leído e ido al curso profiláctico, que en 40 días, más o menos, se supone que todo estará ‘normal’ de nuevo. Que su cuerpo volverá a ser el mismo de antes, o eso es lo que le asegura su obstetra. Y después de esas seis semanas, cuando va a la cita médica, le hablan de anticoncepción y le dan luz verde para retomar su vida sexual. Pero ella, la madre, casi siempre, no quiere que nadie la toque, porque esa que ella ve en el espejo ya no es la que conocía, la que fue toda su vida, antes de dar a luz.

A esta etapa del posparto se le llama puerperio. Y la Real Academia de la Lengua Española lo define así:

Puerperio
Del lat. puerperium.
m. Período que transcurre desde el parto hasta que la mujer vuelve al estado ordinario anterior a la gestación.

Pero este término no está libre de debate. “El puerperio es una etapa que es bastante controvertida desde la teoría, es una etapa que involucra todos los cambios físicos, emocionales y mentales de una mujer después de su parto. No se sabe cuándo termina. Hay teorías que dicen que termina hacia los 45 días después del parto, sobre todo los cambios físicos. Hay teorías que dicen que puerperio termina hacía los dos años de edad del bebé donde coincide el inicio del control de esfínteres, la escolarización, la instauración del lenguaje, cuando ese bebé deja de ser un bebé y comienza a ser un niño”, explicó la partera Carolina Zuluaga. También la Organización Mundial de la Salud explica que no hay un tiempo específico para el puerperio. Aunque de manera clásica se asuma que comprende las seis semanas inmediatamente posteriores al parto, pues en casi todas las tradiciones culturales, religiosas y rituales humanas se estipula que es este el tiempo de convalecencia de la madre y su recién nacido, no aplica como una regla de oro y la OMS lo sabe. También es un espacio temporal en que, en teoría, deben terminar de salir los loquios, idealmente establecerse el ritmo normal de la lactancia, darse una sintonización entre el bebé y los padres al generarse rutinas y costumbres alrededor del nuevo miembro de la familia, y en el que el útero vuelve a su tamaño original (que es el de una uva después de crecer al de una sandía) y los órganos que son empujados por la matriz y el bebé se reubican en su posición normal. ¿Pero acaso una madre se siente otra vez igual que antes de parir seis semanas después? “Desde mi punto de vista creo que las mujeres somos enteramente puérperas después de ser madres. Ninguna mujer vuelve a ser la misma que antes”, dice Zuluaga.

Nace un hijo, pero también durante ese parto nace una madre

Quizás esto es algo que solo entendemos quienes pasamos por el proceso de la maternidad. Que el tema va más allá de lo fisiológico y atraviesa lo emocional, lo psíquico y lo espiritual. Nace un hijo, pero también durante ese parto nace una madre. Una madre que además no sabe qué es ser madre. Que quizás intuye ciertas cosas, ha visto otras, ha sentido (o no) el cariño y la entrega de su propia progenitora o criadora, pero que de ninguna manera sabe qué es todo lo que implica la maternidad hasta que le entregan a su bebé por primera vez, lo acerca a su pecho y entiende que esa vida, que ese renacuajo de piel resbalosa y suave, depende de ella completamente. Y que el vínculo del cordón umbilical que los unió, y que hoy sigue marcado en el obligo de esa nueva criatura que por primera vez respira sola, parece indisoluble.

“Nunca he querido suicidarme. Pero antes de ser mamá pensaba en eso: ‘Si soy mamá, ya no me puedo matar’”, dijo Melba, mamá de Matilde y Rodrigo. “O para ser menos extremo, ya no me puedo ir a vivir a un ashram. No puedo dejarlo todo e irme por unos años a recorrer el Sudeste asiático. Un hijo es un ancla. Un polo a tierra. Un centro de gravedad. Mi vida ya no es más mi vida y eso es bello y a la vez complejo. Y al comienzo algo enajenante”.

Y ese comienzo, que en teoría son 40 días, realmente es mucho más largo. O eso asegura la enfermera partera y doctora en filosofía británica Julie Wray en su tesis doctoral “Bouncing back? An ethnographic study exploring the context of care and recovery after birth through the experiences and voices of mothers” (¿Recuperarse? Un estudio etnográfico que explora el contexto del cuidado y la recuperación después del parto a partir de las experiencias y las voces de las madres), donde concluye que el tiempo de recuperación postnatal, a todo nivel, puede tardar un año o más. En el texto ella explica que la mayoría de las recién paridas pasan por un periodo en el que se sienten atrapadas pues no pueden moverse físicamente, están convalecientes, tienen una criatura que depende por completo de ellas y además, las más de la veces, sienten que no saben qué están haciendo. Wray dice que una manera de recuperarse a sí mismas está en hablar de la experiencia. Pero, al ser un tema que aún es tabú en muchos aspectos a nivel social, del que difícilmente se habla si no es términos positivos y jubilosos, muchas madres se recluyen en sí mismas al creer que por no sentirse plenas, al tener ansiedad e inseguridades, son malas madres. Eso sin contar a quienes por cuenta de problemas durante el parto o la cesárea terminan con heridas serias, como desgarros y lesiones de piso pélvico, que alargan la recuperación física y generan problemas fisiológicos y emocionales que tardan meses y hasta años en curar.

“La mujer durante el primer año no puede conciliar su sueño profundo porque está pendiente del sueño de su bebé. Además tiene una sobrecarga adicional al trabajo, que es lo que implica el cuidado del recién nacido. Todo eso le genera un estado de ánimo y un estado emocional totalmente distinto, que no lo recupera sino en un año”, aseguró el doctor Edgar Iván Ortiz, presidente de la Federación Latinoamericana de Obstetricia y Ginecología. “Muchas mujeres, cuando no tienen apoyo, terminan en un estado de agotamiento tal que les genera ansiedad y depresión si no se maneja”. El doctor Ortiz, eso sí, asegura que aunque ese fenómeno es parte del impacto que trae en la vida de una mujer la maternidad, no es de ninguna manera un puerperio alargado. Él reivindica que este dura 42 días y es una etapa en la que el cuerpo se recupera del embarazo y el parto, y al mismo tiempo es uno de los momentos más peligrosos en la vida de una madre pues el riesgo de mortalidad por problemas tromboembólicos aumenta de manera significativa, sobre todo en mujeres con enfermedades autoinmunes, problemas serios de circulación y tensión, y obesidad. “Además quiero que enfatices que después de los 42 días la fertilidad se recupera y las mujeres pueden quedar embarazadas si no planifican”, y eso hago al poner esta cita ahora.

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Lo cierto es que todas la madres con las que hablé, y me incluyo, no logramos recuperar un estado de ‘normalidad’ durante varios meses. “Yo me sentí bien como a los 5 meses de que naciera mi hijo. Sentí que por fin dominaba el tema de la lactancia, no goteaba por todas partes, y pude volver a usar mi ropa de antes”, contó Samanthya, mamá de Elias. Y ese es otro de los factores que aborda Wray en su tesis. Ella dice que el ciclo de normalización de la maternidad comienza por sentirse bien a nivel físico y emocional, verse bien de nuevo, y luego estar segura de lo que se está haciendo y así concebirse como una buena madre. Los puntos de inflexión para llegar a esto son lograr autonomía e independencia, salir por fin del encierro posparto y volver a la calle, así como tener tiempo para sí mismas al lograr contar con el apoyo y la confianza para poder separarse del bebé por un par de horas. No es que la maternidad se vuelva más fácil, uno solo se vuelve más hábil, aprende.

Los momentos claves que ayudaron a que yo, Carolina la mamá de Luca, me sintiera una madre capaz los tengo grabados en la memoria. El primero fue cuando por fin logré bañar a mi hijo y arreglarme sin ayuda de nadie más. Luego vino la primera vez que salí a tomarme un café, sin él, a pocas cuadras de la casa. Después cuando volví a trabajar y acepté dejar en manos de alguien más a mi tesoro más preciado. Hoy, 2 años y 8 meses después siento que he escalado otro peldaño al clausurar la lactancia. Mi amiga Pilar, madre de Salvador, lo entiende pues le dio teta hasta que tuvo 2 años y medio. Ella me aseguró que solo volvió a sentirse ‘normal’ de nuevo un mes después de dejar de dar pecho, “Porque me salía leche y una criatura se la tomaba. Mi cuerpo estaba al servicio de otro. No era mío solamente”. Y es quizás eso, el cuerpo que ya no es propio, que ya no es solo nuestro, lo que parte en dos la vida de una mujer que decide ser madre.

*Editora de SEMANA y autora de las novelas “Un amor líquido” y “El cuaderno de Isabel” (Grijalbo).