Vida Moderna
La dieta que actúa como ‘elixir’ para la juventud
La alimentación saludable es esencial para mantener el organismo en óptimo estado.
Según detallan los expertos de Mayo Clinic, entidad sin ánimo de lucro dedicada a la práctica clínica, la educación y la investigación, la dieta mediterránea es un tipo de alimentación que se enfoca en la cocina tradicional de Grecia, Italia y otros países que están alrededor del mar mediterráneo.
Esta dieta tiene grandes beneficios para la salud, pues puede ayudar a regular los niveles de azúcar, colesterol y triglicéridos. Asimismo, contribuye a disminuir el riesgo de padecer enfermedades del corazón. Además, gracias a la cantidad de ácidos grasos que hay en esta dieta, las personas previenen el envejecimiento prematuro, manteniéndose más jóvenes.
En este tipo de alimentación:
- Las comidas son a base de vegetales, con pequeñas cantidades de carne de res y carne de pollo.
- Hay más porciones de granos enteros, frutas, verduras, nueces y legumbres.
- Alimentos naturales con contenido alto de fibra.
- Gran consumo de pescado y otros mariscos.
- El aceite de oliva es la fuente principal de grasa para la preparación de las comidas.
- Los alimentos son preparados de manera simple, sin agregar salsas o jugos.
Los alimentos que no se consumen, o que se ingieren con poca frecuencia, son las carnes rojas, dulces y postres, huevos y mantequilla.
La dieta mediterránea aporta muchos beneficios para la salud. Antes de iniciarla, es recomendable consultar a un médico y a un nutricionista para recibir la asesoría profesional adecuada y obtener un plan de alimentación enfocado en esta dieta, pero teniendo en cuenta las necesidades nutricionales individuales. Mayo Clinic brinda varios consejos para empezar correctamente con esta dieta:
- Preparar comidas basadas en vegetales, frijoles y cereales integrales.
- Comer pescado dos veces a la semana.
- Utilizar aceite de oliva para preparar los alimentos, reemplazando la mantequilla tradicional.
Consejos para una alimentación saludable
Los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades explican que comer saludable tiene múltiples beneficios para las personas: ayuda a vivir más tiempo; mantiene la piel, dientes y ojos sanos, fortalece los huesos, ayuda a mantener un peso saludable y a disminuir el riesgo de enfermedades cardíacas, etc.
Una dieta balanceada se caracteriza por:
- Incluir variedad de alimentos con proteínas como carnes magras, mariscos, huevos, legumbres, nueces, semillas.
- Tener poca cantidad de grasas saturadas, grasas trans, colesterol, sal y azúcares agregados.
- Resaltar la importancia del consumo de frutas, verduras, cereales integrales y productos lácteos sin grasa o bajos en grasa.
Los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos (NIH, por sus siglas en inglés) brindan algunas recomendaciones para una dieta saludable:
- Comer diversos alimentos: es importante aprovechar los nutrientes de los diferentes tipos de alimentos. verduras, frutas, cereales integrales, fríjoles, nueces, semillas, carnes magras, mariscos, huevos, leche, yogur y queso.
- Disminuir el sodio: de acuerdo con los NIH, se debe limitar el consumo de alimentos bajos en minerales y vitaminas.
- Menos azúcar: consumir alimentos con poca o cero cantidad de azúcar agregada.
- Comer fibra: los expertos de los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos recomiendan aumentar gradualmente el consumo de fibra para que el organismo se acostumbre.
- Grasas insaturadas: se deben reemplazar las grasas saturadas por las insaturadas. Utilizar aceite de oliva o canola y eliminar de la dieta la mantequilla.
- Carbohidratos complejos: los expertos recomiendan agregar a la dieta carbohidratos complejos como los almidones y la fibra. Los alimentos que se pueden incluir son: cereales, vegetales con almidón y legumbres.
- Alimentos con mucha sal: se deben elegir alimentos que tengan menos del 5 % del valor diario de sodio por porción. La Organización Mundial de la Salud explica que algunas personas no son conscientes de la sal que consumen a diario. “En muchos países, la mayor parte de la ingesta de sal se realiza a través de alimentos procesados (por ejemplo, platos preparados, carnes procesadas tales como tocino, jamón, salame; queso o tentempiés salados) o de alimentos que se consumen con frecuencia en grandes cantidades (por ejemplo, el pan). La sal también se añade a los alimentos cuando se cocinan (por ejemplo, caldos, concentrados de caldo de distinto tipo, salsa de soja y salsa de pescado) o en el lugar en que se los consume (por ejemplo, la sal de mesa)”.