LA GENTE BIEN
SEMANA tercia en la polémica sobre la "aristocracia" en Bogotá.
"Holguines, Pombos, Umañas, Bordas, Calderones, Carrizosas, Urrutias, Salazares, etc.",es, la enumeración de los apellidos de prosapia bogotana, que aparece en un extenso artículo publicado por El Tiempo el pasado domingo 15 de noviembre.
El inocente "etc." que su autor, Plínio Apuleyo Mendoza, colocó al final de su corta lista, causó por enésima vez la polémica sobre los apellidos "aristócratas" de Bogotá. El primero en terciar fue el experto social, Poncho Rentería, quien asumió la representación de varios "etcéteras" para poner el grito en el cielo ante semejante tala de árboles genealógicos realizada desde las páginas del matutino bogotano. Más tarde terció en la polémica, Hernando Giraldo, columnista de El Espectador y antiguo genealogista, quien quizo pontificar y les recomendó a "Plinio de Toca y a Poncho de Tuluá" la lectura de los libros "Haciendas de la Sabana" de Camilo Pardo Umaña y "El Barrio de La Candelaria" de Ernesto Cortés Ahumada, obras que según Hernando de Neira, son la biblia genealógica de la aristocracia santafereña.
SEMANA se puso en la tarea de conseguir los libros recomendados por Giraldo y encontró datos curiosos sobre los tradicionales apellidos "candelarios" y cómo fue la "incorización" de la Sabana de Bogotá.
El libro de Pardo Umaña fue publicado en 1946 por Editorial Kelly y con el infaltable prologo de ese gran prosista, Hernando Téllez. "Haciendas de la Sabana", su historia, sus leyendas y tradiciones, hace un recuento de las sucesivas particiones de los fundos sabaneros desde la Conquista hasta 1945, y allí aparecen, ligados a las haciendas, los más importantes apellidos santafereños. De las 299 fincas mencionadas en el libro, su autor hace mención especial de 30 y de allí hemos escogido las más importantes.
La Dehesa de Bogotá
Sin duda alguna, la más importante y más extensa de las haciendas fue La "Dehesa de Bogotá". El Alférez Real Antón de Olalla, casado con doña María de Orrego y Valdaya, de la nobleza de Portugal, fueron los padres de doña Gerónima de Orrego y Castro, quien pasó a la historia con el nombre de la "Encomendera", y sobre ella se fundó el mayorazgo. Doña Gerónima se casó con el almirante don Francisco Maldonado de Mendoza. El mayorazgo constituido sobre la llamada "Dehesa de Bogotá", lo formaban extensas tierras situadas en los actuales municipios de Funza, Madrid y Mosquera, y fue creciendo más y más en las sucesivas generaciones hasta el extremo de que, en la segunda mitad del Siglo XVIII, fueron dueños de la casi cuarta parte de la extensión de la Sabana de Bogotá.
La octava generación de este mayorazgo recayó sobre el heredero directo don Jorge Miguel Lozano de Peralta y Varáez Maldonado de Mendoza y Olalla, quien nació en 1730 y se convirtió en el primer Marqués de San Jorge. Don Jorge Miguel se casó con doña María Tadea González Manrique del Frago Bonis, con la cual tuvo 10 hijos, de los que vale la pena citar a José María, quien heredó el mayorazgo y fue el segundo Marqués de San Jorge; Jorge Tadeo, quien fue prócer de la Independencia y fusilado por Morillo en 1816; y doña Clemencia, quien se casó a disgusto con don Juan Esteban Ricaurte y tuvieron 3 hijos: Ignacio, Manuel y Antonio, este último fue el Héroe de San Mateo. El mayor, Ignacio, se casó con Isabel Lago de Castillo, descendiente del Marqués de Surba, "una de sus hijas abandonó la casa paterna y se casó con un fulano de apellido Olaya. De este matrimonio nació Justiniano Olaya Ricaurte, padre del ex presidente de la República doctor Enrique Olaya Herrera, en quien se reunieron así las sangres de los principales títulos nobiliarios criollos y de los aborígenes chibchas, mitad y mitad"
Camilo Pardo Umaña emite este juicio sobre el Marqués de San Jorge: "fue un personaje supremamente interesante y muy calumniado por algunos historiadores. En los 61 años y 8 meses que mantuvo de vida, se mostró siempre orgulloso--no sin razón poseyó esta escasa virtud, tan confundida con el ridículo vicio de la vanidad--y fue siempre hombre malgeniado, pleitista, buscarruidos, de carácter quisquilloso y difícil, todo lo cual le valió no pocos sinsabores, que culminaron en la cárcel primero y luego con la muerte en Cartagena, alejado de su casa y de los suyos".
A la muerte del Marqués, ocurrida en agosto de 1793, su primogénito José María puso a paz y salvo el título nobiliario, y por falta de descendencia, el marquesado de San Jorge desapareció al morir en 1832.
Hato Grande
Hato Grande, que actualmente es propiedad de la Presidencia de la República, tuvo como primer propietario al conquistador Juan Muñoz de Collantes y posteriormente lo fueron Juan Silva de Collantes, hasta llegar a don Francisco Sanz de Santamaría quien se la vendió a don Luis Caicedo y Flórez. Más tarde la compró don Estanislao Gutiérrez quien se la vendió al presbítero español don Pedro Martínez Bujanda, cura de Cajicá, quien era su propietario en 1819. A raíz del triunfo patriota el presbítero español "salió desterrado por la vía de los Llanos y nunca más se volvió a saber de él. La hacienda fue luego confiscada y pasó a ser propiedad del general Francisco de Paula Santander, a quien le fue adjudicada por el gobierno junto con una casa situada en la primera Calle Real, en pago de 20 mil pesos que había facilitado, de sus propios haberes, para la causa de la Independencia". Sus herederos la conservaron después de su muerte y en 1857 la sacaron a remate y la compró don Gregorio Rodríguez Martínez, quien poco después la vendió a los señores Antonio María y José Asunción Silva Fortoul, solterones empedernidos. En 1884 pasó a ser propiedad de los Suárez Fortoul, quienes la vendieron al antioqueño José María Sierra--Pepe Sierra--y cuyos sucesores la conservaban en 1945, año en el que Pardo Umaña escribió su libro.
Yerbabuena
Lorenzo Marroquín de La Sierra, español que llegó a Santa Fe en 1786 y 21 años después en 1807 compró la hacienda por 32 mil pesos de 8 décimos. A raíz del triunfo patriota, don Lorenzo regresó a su patria y dejó la hacienda en manos de sus herederos.
Su hijo José María, quien se casó con doña Trinidad Ricaurte y Nariño, fueron los padres de José Manuel Marroquín que llegaría a ser presidente de la República. No había cumplido un año el niño Marroquín cuando misteriosamente su madre doña Trinidad desapareció, dando lugar a una de las leyendas más conocidas de la Sabana. José Manuel quedó a cargo de sus tios, el matrimonio Grajales-Marroquín, ya que su padre se dedicó a rumiar su soledad y su pena, aumentada cuando su hijita Inés, falleció muy joven en 1829. José Manuel se crió en esta hacienda y en sus obras literarias la evoca con nostalgia. Agradecido por la educación que le dieron sus tíos, fundó un colegio que funcionó en Yerbabuena en donde se educaron destacados jóvenes de la época. En 1851 inició labores el nuevo plantel con los siguientes alumnos: Ramón Grajales, Eugenio y Benito Escallón, Luis Nieto, Félix y Manuel Pardo Roche, Bernardino y Pedro Alvarez, Luis y Juan José Borda, Ricardo y Santiago Cheyne, Pantaleón y José Gregorio Gutiérrez Ponce, Javier Junguito, Nicolás Osorio, Santiago Ospina, Manuel Sáiz, Ignacio y Urbano Sandino, y Camilo Valenzuela. Su famoso "Castillo Marroquín" comenzó a construirse a finales del siglo pasado, con base a los planos de un castillo europeo, y se inauguró en los primeros años de este siglo. Yerbabuena la heredó su hijo Andrés Marroquín y su esposa María Teresa Gómez Sáiz, y posteriormente la vendieron a Howel Hughes, quien en 1945 figuraba como su propietario.
Otras haciendas
"Tibavita" y "Fusca", quedaban situadas entre Usaquén y el Puente del Común. La primera,"Tibavita", ha tenido entre otros dueños a Ignacio Sanz de Santamaria, (1775), en 1840 perteneció a don José María Plata y ya en 1928 figuró como dueño Mario Rocha Galvis. La hacienda de "Fusca" la hizo famosa El Libertador Bolívar en la navidad de 1827 y comienzo de 1828, por las fiestas que allí se llevaron a cabo. En 1840 fue adquirida por don José Mamerto Nieto, en 1919 su dueño era don Mauricio Tamayo y en 1945 pertenecía a sus herederos, don Ramón Tamayo Torrevella y su esposa Sofía Londoño.
"Fagua" fue de propiedad de don Gabriel Murillo y Cabrera, hijo del famoso pintor de Inmaculadas, Bartolomé Esteban Murillo, a comienzos de 1700. Su propietario en 1945, cerca de 250 años después, era el doctor Jorge E. Cavelier. "La Estancia", que a finales del Siglo XVIII pertenecía a Juan Nariño, hermano del Precursor, fue comprada en 1916 por don José Umaña Díaz. La hacienda "Casablanca", que perteneció durante 7 generaciones a la familia Vergara, fue comprada por José María Gómez Restrepo, y sus sucesores la vendieron a comienzos de este siglo a Pepe Sierra. La hacienda "Cortés" perteneció a la familia Umaña desde agosto de 1763 cuando la adquirió Juan Agustín de Umaña. "El Rosal", en Subachoque, perteneció a Bernabé Matiz Umaña; "Chamicera" perteneció a Eusebio Umaña Manzaneque; "Canoas" perteneció a Sabas de Uricoechea, en la Colonia y a José Martín Urdaneta Camero en la República. En 1945 su propietario era Nicolás Gómez Dávila. "Fute" perteneció a Ignacio Quijano a finales del siglo XVIII, después a José María Urdaneta y en 1945 a los herederos de Pablo de Valenzuela Suárez. "Buenavista" fue de Alberto Urdaneta y en 1945 perteneció a doña Mariela Gutiérrez viuda de Durán. La hacienda "Tequendama" perteneció siempre a la familia Umaña. En 1774 la adquirió don Juan Agustín Umaña. "Boyero" que fue comprada al Marqués de San Jorge por don Rufino Cuervo Barreto en 1830 y luego la heredaron sus hijos, entre ellos Rufino José Cuervo. Don Rufino rompió la tradición del patio interior de las tradicionales casonas sabaneras. Al preguntársele a don Rufino qué había pasado con el patio, respondió: "Patio, desde aquí a Bogotá. ¿ O quiere más?.
Las haciendas de hoy
De las 30 haciendas a las que Camilo Pardo Umaña les dedica espacio en su libro, hoy ninguna se encuentra completa. Los viejos fundos de la Sabana han sido "incorados" por el progreso y la belleza del panorama, que tanto cantaron los viejos santafereños, se encuentran hoy cubiertas por los enormes plásticos de los cultivadores de flores y se han convertido en las fincas de recreo de los emergentes, que sólo disfrutan sus innumerable escoltas.
El epicentro de La Candelaria
Pero las haciendas de la Sabana no son el único parámetro del "quién es quién" bogotano. El Barrio de La Candelaria también nos da información.
El virrey don Manuel Guirior, cumpliendo órdenes del Rey Carlos III, dictó el 10 de noviembre de 1774 una instrucción mediante la cual dividió a Santa Fe en 4 cuarteles y 8 barrios; 2 de ellos, la Catedral y el Príncipe, se fusionaron y dieron origen al más famoso de los barrios que en Bogotá han sido: La Candelaria. Este es el origen que le señala en su libro Ernesto Cortés Ahumada.
Considerado el Barrio de La Candelaria como el epicentro cultural de la Colonia, la Independencia y la República, Cortés Ahumada trae una lista detallada de los nombres que tuvieron sus calles y sus correspondientes en la actualidad; una larga crónica de Daniel Ortega Ricaurte, escrita para la celebración del Sesquicentenario de la Independencia, en la que nos cuenta quiénes vivieron en sólo tres cuadras de la actual calle 11, entre las carrera 1a a la 7a; un Padrón de los vecinos de La Candelaria, tomando el año de 1810 como base, y una lista del establecimiento de las principales familias en Santa Fe de Bogotá entre 1538 y 1850.
Curiosamente en esta lista, que consta de 200 familias, de los 8 apellidos que cita Plinio Apuleyo Mendoza en el artículo que inició la polémica sólo 4 de ellos figuran: los Umañas, los Pombos, los Carrizosas y los Holguines. Los primeros de ellos aparecen, como llegados a Santa Fe en 1780 y figura como la familia establecida número 103; los Pombos llegaron en 1804, en el número 139; los Carrizosas figuran en el puesto número 178, llegados 30 años después; y los Holguines, figuran como la familia 196, llegada de Novita, Choco, en 1847.
Los apellidos ilustres
Dentro de las dos enumeraciones realizadas por Cortés Ahumada en su libro de los apellidos tradicionales, figuran en primer lugar las de la Independencia y la Colonia: "Gallardos, Villamizares, Caycedos, Acostas, Ricaurtes, Ortices (sic), Vergaras, Bohórquez, Guarines, Lozanos, Galvis, Omañas, Arellanos, Ayalas, Tamayos, Nariños, Vásquez, Ugartes, Oteros, Ortegas, Groot, Gutiérrez, Barayas, Umañas, Santamarías, González, Manriques, Valenzuelas Urdanetas.. . " (Pág. 122). Más adelante aparece otra enumeración de los apellidos, que según el autor, constituían la flor y nata del Barrio de La Candelaria: "Los Esguerras, los Guzmanes, los Rodríguez Fonnegras, los Pinto Valderramas, los Manriques, lo Vergaras, los Samperes, los Bermúdez, los Valenzuelas, los Cárdenas, los Caros, los Mendozas, los Carrizosas, los Caballeros, los Moures, los Ortiz, los Silvas, los De Brigard, los Torres, los Ayas, los Santamarías, los Montañas, los Ruedas, los Casas, los Vargas, los Restrepos, los Briceños, los De Guzmán, los Ordóñez de Santamaría, los Uricoecheas, Lleras, los Fernández, los Barreras, los Pombos, los Carrasquillas, los Portocarreros, los Rubios, los Sáiz, los Santos, los González Camargo, los Romeros..." (Pág. 221).
Aunque las enumeraciones realizadas por Cortés Ahumada terminan en unos simples puntos suspensivos, podemos notar que en la primera sólo figura uno de los apellidos de la lista de Plinio Apuleyo: Umaña; y en la segunda sólo aparecen dos: Umaña y Carrizosa.
Si realmente los libros recomendados por Hernando Giraldo son la biblia de la "aristocracia" santafereña, el apellido más ilustre que aún subsiste en Bogotá es el Umaña. En el libro "Haciendas de la Sabana", Umaña es el más mencionado y aparece desde la época colonial, quedando así demostrado que su caché le viene por punta y punta. Claro que se puede pensar válidamente que las múltiples menciones que de él se hace en el libro de las Haciendas, se debe a que su autor lleva este rancio apellido. ~
Quién es quien
El libro de Ernesto Cortés Ahumada, "El Barrio de La Candelaria", trae la lista de las principales 200 familias que se establecieron en Santa Fe de Bogotá entre 1538 y 1850. De ella seleccionamos 33 familias, el año en que llegaron y su lugar de procedencia.
Familia Año Procedencia
Ricaurte 1670 Castilla, España
Sáinz de Santamaría 1686 Logroño, España
Herrera Sotomayor 1693 Vélez, N.R. de Granada
Ortega 1719 Lima, V. del Perú
Rivas 1741 Cartago, N. R. de Granada
Portocarrero 1745 Aragón, España
Espinosa 1752 Olivares, España
Merizalde 1770 Quito, P. de Quito
Zalamea 1770 Antequera, España
Caro 1774 Isla de León, España
Ponce de León 1776 Málaga, España
Cualla 1780 Milán, Italia
Umaña Barragán 1780 San Gil,N.R.de Granada
Uricoechea 1784 Vizcaya, España
Marroquín 1786 Santander, España
Saiz 1790 Cuenca, España
Herrán 1790 Santander, España
Pardo 1792 Panamá, N.R. de Granada
Urdaneta 1800 Cádiz, España
Esguerra 1801 Bosa, N.R. de Granada
Nieto 1803 Rioja, España
Pombo 1804 Popayán, N.R. de Granada
Cuervo 1809 Tibirita, N.R. de Granada
Lleras 1811 Barcelona, España
Camacho Roldán 1814 Chire, N.R. de Granada
Restrepo Montoya 1821 Medellín, N.R. de Granada
Montoya 1822 Rionegro, N.R. de Granada
Carrizosa 1834 Barichara, N.R.de Granada
Samper 1838 Guaduas, N.R. de Granada
Brigard 1840 Varsovia, Polonia
Valenzuela Suárez 1840 Girón, Nueva Granada
Holguín 1847 Nóvita, Nueva Granada
Rocha 1850 Chaparral, Nueva Granada