La química de la felicidad

Para alcanzar la plenitud en la vida es necesario tener un cerebro que funcione en óptimas condiciones. Estas son algunas claves para conseguirla.

22 de octubre de 2001

Muchos se pasan la vida buscando la felicidad. A algunos, infortunadamente, ésta les da la espalda. Otros sólo logran retenerla por momentos pero hay quienes cuentan con más suerte y parecen ir siempre acompañados por ella. Aún la ciencia no tiene una explicación para lo anterior pero existen interesantes teorías. Una de ellas es la de Daniel Amen, un neurocientífico estadounidense para quien la felicidad es un estado químico predeterminado por el buen funcionamiento del cerebro. Cuando alguien está deprimido, ansioso o preocupado por lo general piensa que se debe a algún problema sicológico. Pero según Amen la mayoría de estos problemas pueden tener un origen fisiológicos. “Cuando el cerebro funciona bien, la persona funciona bien, y eso incluye estar feliz. Cuando el cerebro no está marchando de la manera adecuada se presentan enfermedades como la depresión”, explica Amen.

La noticia buena es que la fisiología del cerebro se puede cambiar. Este investigador ha tratado de aplicar todo lo que hoy se conoce sobre el misterioso cerebro humano a la vida práctica con el fin de ayudar a las personas a vivir más felices. En su libro Cambie su cerebro, cambie su vida, el especialista ve este órgano como un supercomputador de tres libras de peso que tiene las riendas de la vida de cada persona. “Determina lo que hace, lo que piensa, lo que siente, como actúa, cómo se lleva con la gente y qué clase de persona es”, aclara. Pero así como en el estómago puede presentarse una úlcera debido al exceso de ácidos, el cerebro también es susceptible de afectarse por cuestiones fisiológicas.

Durante años el trabajo de Amen se ha concentrado en examinar los escáneres del cerebro de muchas personas para entender cómo la manera en que está hecho el ‘cableado’ de este órgano afecta las emociones y los pensamientos. A través de estas imágenes ha podido observar que cuando hay deficiencias en ciertas partes de ese órgano las personas están más predispuestas a enfermedades mentales. Por ejemplo, ha encontrado que el exceso de actividad en los ganglios basales, una zona del cerebro que integra sentimientos y movimientos, está relacionado con ansiedad o trastornos de pánico. Cuando la actividad es anormal en el sistema límbico se asocia a cambios de estado de ánimo y si hay poca actividad en la corteza frontal hay más probabilidades de tener problemas cognocitivos, esquizofrenia o depresión severa. De la misma manera, cuando una persona tiene dificultades para conectarse de forma significativa con otras personas hay que corregir un sistema límbico defectuoso.

Este médico neurocientífico y siquiatra, autor de varios textos y director de una clínica de medicina del comportamiento en California, piensa que en el tema de la felicidad hay dos variables en juego: la actitud personal y los problemas fisiológicos del cerebro. Por eso se ve gente que lo tiene todo y a pesar de ello está triste. “Puede ser culpa de las dos variables. No se sabe a menos que se mire en una gráfica. Si aun cuando tiene todo lo que desea en la vida es infeliz puede ser una cuestión de actitud o incluso ser el cerebro”, explica. Muchas veces los pensamientos originan los sentimientos. Por ejemplo, si una persona piensa que su hijo puede sufrir un accidente sólo imaginarlo le generará una gran ansiedad. “Pero muchas veces también los sentimientos aparecen solos”.

Por eso no siempre las terapias sicológicas funcionan, aunque Amen advierte que son muy útiles para ayudar a “limpiar el closet” de su pasado y aplicar herramientas más efectivas para seguir adelante. Lo ideal para él es que las personas se hagan dos exámenes conocidos como Spect (el costo de cada uno es de 1.000 dólares), en el cual se observa el funcionamiento del cerebro en estado de concentración y en descanso. Según afirma Amen estas imágenes predicen las vulnerabilidades a cierto tipo de comportamientos y ayudan a las personas a recibir un tratamiento más adecuado.

Pero hablar de felicidad supone entrar en terrenos de la subjetividad. La felicidad no es fácil de medir y cada cual tiene su propio ideal. Para algunos es comer todo el día, para otros será cumplir metas profesionales mientras que la felicidad en algunas personas es encontrar a su media naranja. Pero independientemente de lo anterior la gente tiene en sus manos la posibilidad de lograrla. Una de ellas es tener un cerebro saludable y marchando en perfectas condiciones. Pero además influye la programación previa que tenga esa supercomputadora. Esa programación es la que se da en los primeros años de vida y se evalúa por la manera en que la persona fue criada. En la medida en que haya crecido en un ambiente seguro y amoroso será más feliz. Y aunque la infancia puede marcar negativamente aún se puede hacer algo al respecto. Este médico recomienda tener muy claras las metas en la vida, rodearse de gente que lo haga feliz pero, sobre todo, cuidar la salud de este órgano (ver recuadro). Aunque está protegido por el cráneo, el cerebro es muy frágil y por ello debe protegerse de golpes. “Las heridas aparentemente menos graves pueden traer cambios significativos en el funcionamiento del cerebro aun si la persona no pierde la conciencia”. En efecto, el doctor Amen ha encontrado que la falta de conciencia no es un buen indicador del daño cerebral y por lo tanto los golpes —incluso los que se reciben cuando una persona golpea el balón de fútbol con la cabeza— pueden cambiar los sistemas del cerebro involucrados en la felicidad. Muchos no logran solucionar sus problemas y se sienten deprimidos por ello. Pero en la mayoría de casos no se debe a falta de motivación o a que no hayan hecho el esfuerzo necesario, afirma Amen. Es sólo que les faltaban las respuestas o las herramientas apropiadas para alcanzar ese estado que todos conocen como felicidad.