Vida Moderna
La vitamina que ayuda a reducir el riesgo de infarto: dónde encontrarla y qué otros beneficiosos tiene
El componente también es beneficioso para los huesos y la piel.
El cuerpo humano necesita de cierta cantidad de nutrientes para desarrollarse plenamente. Minerales, proteínas, carbohidratos, energía, agua y vitaminas son esenciales para el pleno desarrollo de las facultades físicas. De esta manera, estos se pueden encontrar tanto en suplementos sintéticos, como en alimentos naturales, los cuales son fuentes ricas de uno o varios de los componentes de la lista.
Las vitaminas, por ejemplo, son de las que más se encuentran a través de la comida. Estas son moléculas orgánicas que promueven el correcto metabolismo, el crecimiento y el funcionamiento celular.
Son 13 vitaminas, teniendo cada una composición y funcionalidad diferente. Mientras que unas favorecen al sistema inmunológico, otras tienen efectos sobre el cerebro, por mencionar tan solo algunos casos.
La vitamina D es una de las más necesarias para el organismo, pues incide en procesos fundamentales, pero también es relevante por su aporte a la salud en la medida que ayuda a evitar enfermedades que pueden llegar a ser graves.
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Entre sus bondades está la capacidad de incidir en la absorción de calcio, lo que hace que ayude al fortalecimiento de los huesos y los dientes. Asimismo, colabora en el tránsito intestinal, así como beneficiando al cuidado de la piel, retardando los signos del envejecimiento.
Por otra parte, una de sus características descubiertas más recientemente por la ciencia es que también resulta de gran ayuda para el sistema cardíaco, pues su presencia en niveles considerable ayuda a reducir el riesgo de accidentes cardiovasculares.
De acuerdo a un estudio hecho por la revista The BMJ, el cual ha tenido más participantes que cualquier otro en la medicina moderna, existe una relación sistémica entre los niveles de vitamina D y el riesgo de sufrir de un infarto.
Para ello, 21.315 personas entre los 60 y los 84 años fueron seleccionadas. A la mitad se le dio una cápsula de vitamina D, mientras que al resto se le ofreció un placebo. Esta fue consumida al principio de cada mes durante 5 años.
Durante la prueba, 1366 participantes sufrieron accidentes cardiovasculares, siendo de mayor porcentaje (al menos un 9% más) para los del grupo del placebo.
En detalle, la tasa de infarto de miocardio fue un 19 por ciento inferior, mientras que la tasa de revascularización coronaria un 11 por cierto inferior en el grupo de la vitamina D.
Así las cosas, los científicos detallaron que “este efecto protector podría ser más marcado en quienes toman estatinas u otros fármacos cardiovasculares al inicio del estudio”.
La mayoría de los ataques cardíacos son provocados por un coágulo que bloquea una de las arterias coronarias, de acuerdo con MedlinePlus, la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos.
Además, explicó qué puede ocurrir:
- Cuando se está descansando o durmiendo.
- Después de un aumento súbito en la actividad física.
- Cuando se está activo afuera con clima frío.
- Después del estrés emocional o físico súbito e intenso, incluyendo una enfermedad.
Respecto a los síntomas, Mayo Clinic, entidad sin ánimo de lucro dedicada a la práctica clínica, la educación y la investigación, aclaró que en algunas personas, los síntomas son leves, otras personas tienen síntomas graves, y algunas personas no presentan síntomas, pero los síntomas frecuentes de un ataque cardíaco incluyen:
- Dolor en el pecho que puede sentirse como presión, opresión, dolor, o sensación opresiva o de dolor.
- Dolor o molestias que se propagan al hombro, al brazo, a la espalda, al cuello, a la mandíbula, a los dientes o, a veces, a la parte superior del abdomen.
- Sudor frío.
- Fatiga.
- Acidez estomacal o indigestión.
- Aturdimiento o mareos repentinos.
- Náusea.
- Falta de aire.
Si bien la vitamina D puede ser encontrada en un suplemento químicamente encapsulado, también existen formas naturales para hallarla. Los pescados grasos, como la trucha, el salmón o el atún, son fuentes ricas. Lo mismo ocurre con el hígado de pescado, el hígado de res, la yema de huevo, los hongos y el queso.