Vida Moderna
Las consecuencias de comer rápido y no masticar bien los alimentos
La alimentación es esencial para el organismo, por lo que tomarse el tiempo necesario para comer es vital a la hora de disfrutar cada plato.
Comer hace parte de las funciones esenciales para cualquier ser humano. No obstante, por la prisa o la falta de apetito, las personas tienden a engullirse los alimentos rápidamente, sin tener en cuenta que esta práctica es perjudicial para la salud.
Sentirse cómodo y disfrutar de la comida, más que ser una experiencia gratificante, es algo positivo para la salud. La alimentación saludable no depende únicamente de los productos, sino que también influye la forma de consumirlos. Para nutrirte adecuadamente con la comida, el primer paso es la masticación.
Triturar hasta el último bocado es un hábito positivo que debe hacerse despacio. Los autores del estudio japonés Disminuya la velocidad, come demasiado rápido: la alimentación rápida se relaciona con la obesidad y la prevalencia futura del síndrome metabólico señalan que masticar correctamente ayuda a que las enzimas de la saliva faciliten la lubricación y la formación del bolo alimenticio, los cuales son relevantes a la hora de seguir una correcta digestión.
Si los productos no se mastican como debe ser, las grandes cantidades que ingresan al estómago serán más difíciles de procesar y, en consecuencia, la asimilación de nutrientes no será la mejor.
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Al comer rápido muchas veces no se mastican bien los alimentos, lo que hace que muchos pasen casi enteros al estómago, ralentizando la digestión e impidiendo que los beneficios se obtengan como debería ser. Es por ello que la rapidez no aporta a una vida saludable.
De igual forma, los expertos señalan que, aparte de comer relajado, es importante consumir porciones pequeñas de la comida. Los bocados grandes obstaculizan con creces la masticación, afectando la digestión y aumentando el riesgo de atragantarse por las paredes estrechas del tracto.
El hecho de que la digestión sea más pesada por falta de masticación conlleva a la aparición de molestias, tales como la aerofagia. Este fenómeno genera hinchazón, eructos, gases y dolores abdominales.
De igual forma, los nutrientes no serán fermentados como debe ser, lo cual implica que los alimentos saludables, más que ser positivos, terminan siendo perjudiciales.
En adición, mantener este mal hábito día tras día aumenta el riesgo de padecer reflujo gástrico, pirosis, úlceras gástricas, flatulencias extremas y daños en el estómago.
El estudio apunta que las personas que comen rápido tienden a aumentar la probabilidad de desarrollar síndromes metabólicos en un 5.5 por ciento; haciendo que sean pacientes con riesgo de tener obesidad, hipertensión, triglicéridos altos y enfermedades cardiacas.
Los investigadores del estudio japonés siguieron a más de mil personas durante 5 años y comprobaron que desarrollaron síndrome metabólico el 11.6 % de los participantes que comían rápido frente al 2.3 % que comían despacio.
El hecho de no mantener los alimentos en la boca en un tiempo recomendado genera que el paladar no saboree correctamente, impidiendo la diferenciación de grasa, azúcar y sal.
Otra consecuencia de este hábito negativo tiene que ver con la producción de la hormona leptina, la cual es la encargada de avisarle al cerebro cuando el cuerpo se siente lleno. Comer rápido genera que la hormona le mande la notificación sin que el organismo en verdad esté saciado. Por lo tanto, el índice de masa corporal aumentará y el metabolismo puede desequilibrarse.
La recomendación de los expertos entonces radica en alimentarse relajados, tomándose el tiempo necesario para saborear los alimentos. De este modo, se evitarán complicaciones de salud y los nutrientes serán asimilados como debe ser. Además, la sensación de saciedad será fidedigna con la realidad, por lo que aumentar de peso no será un riesgo del qué preocuparse.