Crianza

Adiós al correazo: por qué los expertos dicen que nunca debería golpear a sus hijos

Está demostrado que los niños que reciben castigo físico y humillante como palmadas, agarrones, cachetadas o encierros tienen más riesgo de sufrir enfermedades como obesidad, artritis u otros trastornos mentales.

21 de noviembre de 2018
Según el Instituto de Medicina Legal, entre enero y marzo del de 2018 se registraron 5.870 casos de violencia infantil en Colombia. | Foto: Istock

Hay un chiste que siempre hacen los adultos cuando ven que sus hijos no se están portando bien: “¡Le hizo falta correa!”. La frase, que pasa desapercibida, es un claro ejemplo de cómo durante años el castigo físico y humillante contra niños ha sido un acto normalizado en la educación. En el pasado no solo los padres educaban así, con pellizcos, palmadas, agarrones o cachetadas a sus hijos, sino que los profesores daban reglazos para disciplinarlos.

Entonces se creía que la mano dura forjaba el carácter y era garantía de que un niño crecería con disciplina. Pero gracias a los estudios científicos, psicólogos, neurólogos y educadores, han comprobado que ejercer este tipo de castigos no es efectivo, sino que, por el contrario, desencadena una serie de traumas o actitudes perjudiciales para el desarrollo de un niño.

A pesar de esta evidencia y de las campañas que existen, hoy muchos padres en Colombia acuden a estas estrategias para formar a los pequeños y creen que hacen lo correcto. Pero “las investigaciones en los últimos 15 años han arrojado que el castigo físico y humillante los pone en mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares, artritis y obesidad”, dice a SEMANA Ximena Norato, directora de la Agencia PANDI y miembro de la Alianza por la Niñez Colombiana. Además, desde el punto de vista de su salud mental, incrementa significativamente las conductas indeseadas, como por ejemplo la irritación, la depresión o la ansiedad. “Como saben que les pegan y eso les causa dolor, también empiezan a mentir, engañar y a esconder”, explica.

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A esto también se suma que hay una alta probabilidad de que los niños castigados con golpes desarrollen conductas delictivas. Los estudios demuestran que de los menores que han delinquido, el cien por ciento reporta que en su casa recibió maltrato verbal y físico. Lo más preocupante es que el riesgo de llegar a sufrir violencia física aumenta desde estos actos que aún hoy son normalizados. “Empieza por el zarandeo, la palmada, pero termina en correa y luego en Medicina Legal por fracturas graves o encerramientos largos sin aseo”, afirma Norato.

Las cifras así lo demuestran. La más reciente Encuesta Nacional de Demografía y Salud  hecha en colombia expone que el 85 por ciento de los encuestados aseguran  han vivido castigo físico o humillante en su casa. El Instituto de Medicina Legal también publicó recientemente que entre enero y marzo del de 2018 se registraron 5.870 casos de violencia infantil en Colombia; y de acuerdo con el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar cada día se atienden alrededor de 68 casos de este tipo en todo el territorio nacional. 

Sin embargo, lo más alarmante es que los datos muestran que el 87 por ciento de estos casos de violencia contra niños ocurre en la casa y los victimarios principales son los familiares. Además, Medicina Legal advierte que de diez casos que se presentan sólo tres son denunciados, lo que confirma que aún existe un subregistro muy grande de esta problemática.

Para Norato la ausencia de denuncias explica la poca información y educación que tienen los padres sobre el tema. Incluso demuestra que los adultos no ven a los niños como seres humanos iguales en dignidad, sino como inferiores a quienes pueden vulnerarles sus derechos. “Si vemos que un hombre zarandea a una mujer en la calle le gritamos abusivo, pero si ocurre con un niño en un centro comercial porque está haciendo pataleta, la gente va a decir que está bien hecho”, dice la experta  Aunque los más pequeños tienen derechos humanos superiores, las personas siguen justificando la misma violencia en contra de los niños y las niñas lo que no justifican para los adultos.

“Pegarle a los niños y a las niñas es tan normal que cuando se habla de abolir el castigo físico y humillante se hacen encuestas sobre a quién le parece que está bien y a quién no le parece… como si no estuviéramos hablando de pedir que se respete un derecho humano. ¿Cómo sería la misma encuesta preguntando si les parece o no pegarle a las mujeres? ¡¡Los niños son seres humanos!! Y eso no habría que recordarlo”, recalca la Alianza por la Niñez Colombiana.

En un informe presentado el pasado 20 de noviembre por esta institución, cuyo llamado es abolir este tipo de reprimenda, se afirma que el castigo físico y humillante sigue siendo la forma de violencia más usada en contra de los infantes en todo el mundo. Este se refiere al tipo de violencia a través de la cual los adultos usan la fuerza para hacerle vivir al niño o niña una experiencia de dolor, independientemente de que con ello causen una herida visible o no.

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La mayoría consiste en golpear con la mano o con un objeto: un látigo, un palo, un cinturón, un zapato o una cuchara de madera. Pero también aplica acciones como patear, sacudir, lanzar, pellizcar, morder, tirar del cabello o de las orejas y obligar a los niños a permanecer en posiciones incómodas o ingerir forzosamente un alimento, por ejemplo, lavado de boca de los niños con jabón o forzarlos a tragar especias, como el picante.


Foto: En un ejercicio hecho por PANDI, los niños respondieron a: ¿Qué tipo de castigo físico y humillante cambiarían y por qué? Este fue el resultado. 

En 1979, Suecia fue el primer país del mundo en prohibirlo como método disciplinario. Desde entonces, otros 53 países se han unido a esta prohibición, motivados por la gran cantidad de investigaciones que demuestran las repercusiones a corto y largo plazo sobre la salud, física y mental, su inefectividad para modificar la conducta, y su efectividad para reforzar conductas no deseables ni en la niñez ni en la vida adulta. Otros 56 Estados están comprometidos en reformar su legislación hacia la prohibición total. 

Aunque Colombia es uno de los pocos países en América Latina que actualmente no cuenta con una Ley que prohiba cualquier tipo de castigo físico en niños —a diferencia de Perú, Argentina, Bolivia, Venezuela, Brasil, Uruguay, Paraguay y Costar Rica—. la Alianza por la Niñez Colombiana está preparando el primer borrador de un proyecto de ley para que Colombia se ponga al día con los mandatos en derechos humanos y niñez. “Esta Ley no será punitiva pues tendríamos que meter a 85 de cada 100 padres a la cárcel, sino que pretende ser informativa y educativa”, explica la experta.

La idea es que, en escenarios deportivos, culturales y recreativos haya campañas donde los padres entiendan las consecuencias de este tipo de maltrato. La Alianza en colaboración con el ICBF, esperan radicar esta Ley en febrero de 2019. Sin embargo,  uno de los grandes retos para que  prospere, es fortalecer y acompañar a las familias en la crianza, y ayudarles a desaprender lo que tradicionalmente conocieron. Para Norato, abolir el castigo físico sería una de las formas más eficaces de prevenir el riesgo de todo tipo de violencia en este país. “A punta de golpes lo único que vamos a lograr es una Colombia desintegrada por siglos, tenemos que empezar a firmar la paz en la mesa del comedor de cada familia”.  

Estas son algunas pautas que recomiendan los expertos para cambiar el castigo y la humillación por acciones respetuosas y educativas:

1. Utilice siempre el diálogo como estrategia para transmitir mensajes. Los niños son seres humanos que entienden explicaciones e instrucciones, responden muy bien a esta clase de estímulos al estar en continuo aprendizaje.

2. Establezca normas básicas de convivencia y buen comportamiento en su hogar y fuera de él, socialícelas y discútalas con sus hijos e hijas y cúmplalas usted mismo.

3. Llegue a acuerdos con sus niños y niñas, sobre los temas que generalmente son foco de discordia, esto implica negociar (escuchar, exponer ideas y llegar a un consenso).

4. Si su hijo comete alguna infracción a las normas establecidas pregunte ¿Por qué lo hizo? ¿Qué lo motivó? Dialogue y después del diálogo… dialogue.

5. Concilie con él o ella la sanción que deberá cumplir por faltar a una norma. Así entenderá que los actos tienen consecuencias y que requieren reparación.

6. Enseñe a su hijo a participar activamente en el acto de reparación. Haga un acompañamiento durante esta etapa, para generar reflexión. Le rompió la tarea a su
hermana, tiene que hacerla nuevamente, pedir perdón, escribir la nota a la profesora.

7. No castigue suprimiendo derechos: no cenar, no jugar, no compartir con la familia. Ponga límites realistas: no poder salir durante 1 día a jugar a la calle, pero en cambio, puede jugar con su hermano con quien peleó.

8. No castigue con actos que no vaya a cumplir (no ver televisión una semana, no salir a jugar un mes)

9. No castigue obligándolo a realizar cosas que de por sí ya debería hacer como parte de la familia: ayudar a lavar la loza, arreglar su cuarto. Esto le enseña a que los deberes del hogar son un castigo y no un compromiso de la familia.

10. Aprenda, busque en Internet, pida apoyo. Se necesita una aldea para criar a una familia (dicho africano).