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Las razones detrás del éxito de ‘El juego del calamar’
La serie no solo se coronó como la más vista en la historia de Netflix, sino que sus tentáculos han llegado a muchos campos. Esta es la razón de su inesperada fama.
Cuando se estrenó en Corea del Sur, el programa El juego del calamar pasó sin pena ni gloria. Los críticos lo consideraron un drama de supervivencia plagado de personajes cliché, con una trama poco convincente y parecido a otras cintas famosas, como la japonesa Battle Royale. No agregaba nada al género y, más grave, tenía toneladas de violencia gratuita.
La serie, escrita y dirigida por el surcoreano Hwang Dong-hyuk, cuenta la historia de un grupo de individuos que no tiene nada que perder en sus vidas: viven agobiados por las deudas, son matones profesionales, adictos al juego o refugiados y migrantes. Tal vez por eso se juegan el todo por el todo al competir en este concurso, animados por la tentación de ganar el premio mayor: 40 millones de dólares. Pero solo uno saldrá victorioso del torneo, que consta de seis juegos infantiles. Y el que resulte ganador lo logrará gracias a que los perdedores serán eliminados, en el sentido literal de la palabra.
El título del programa es precisamente el último de ellos, el juego del calamar, basado en una competencia infantil muy popular en los colegios coreanos. Los 456 concursantes, en sus sudaderas verdes, son guiados por supervisores, cuya identidad se esconde detrás de máscaras negras y uniformes rojos, mientras ciertos personajes vips siguen, en un lujoso salón y en pantallas gigantes, cada detalle del juego. Haciendo justicia al refrán de nadie es profeta en su tierra, la serie de nueve episodios de Hwang cautivó al mundo.
Según cifras de Netflix, es la más vista en la plataforma en su historia. Por lo menos en 90 países, incluidos Estados Unidos y Colombia, ocupó el primer lugar, algo que sorprendió a los ejecutivos de Netflix. Desde donde se mire, supera a otros programas que pusieron la vara alta, como Bridgerton y Lupin, que hasta hace poco eran los que más sumaban horas de audiencia y suscriptores que al menos la han visto por dos minutos.
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Cerca del 95 por ciento de la audiencia de la serie se encuentra fuera de Corea del Sur, lo que explica que haya sido subtitulada a 31 idiomas y doblada a 13.“Nunca habíamos visto un crecimiento tan rápido y agresivo como este”, dijo a The Wall Street Journal (WSJ) uno de los directivos de Netflix.
Y es que el drama alcanzó el codiciado puesto número uno en 90 países apenas diez días después del estreno, el 17 de septiembre. Aún su tendencia es al alza. Desde entonces, catapultó las carreras de sus protagonistas. Es el caso de Jung Ho-yeon, de 27 años, que interpreta a Kang Sae-byeok, una carterista que desertó de Corea del Norte y está en el juego para reunirse con su familia, que quedó separada en el proceso. Para dar cuenta de cómo afectó su carrera, la actriz y modelo se refiere a sus seguidores en Instagram.
Antes de la serie tenía 400.000, y hoy esa cifra ya sobrepasa los 15 millones. El programa ha producido cientos de artículos, videos en TikTok y miles de memes. La popularidad es tal que en muchos países quieren probar las dalgonas, un dulce coreano que se ve en el primer episodio, y hay campañas de tránsito basadas en el juego “luz verde, luz roja”, el primer desafío del concurso.
En París, en una tienda pop up los vendedores se vistieron con esos inconfundibles trajes rojos de la serie. Incluso, ha habido demandas de las compañías proveedoras de internet en el mundo, que se preguntan si Netflix debería pagar cuando se da este exceso de tráfico.
Pero la pregunta del millón es en qué radica ese éxito. Muchos dicen que todo se debe a que el mundo, tras el éxito de Parásito, que ganó un Óscar y otros premios cinematográficos, ya estaba listo para un seriado que cuenta con los estándares del cine asiático: un producto bien empacado, bien escrito y con un guion que rápidamente gana la empatía del público. Otros dicen que es por el juego psicológico y moral al que se exponen los personajes, lo que lleva a filosofar sobre quién es el ser humano y qué tanto se puede confiar en su naturaleza.
Pero algunos creen que es porque, como lo ha dicho su director, la serie es una alegoría al capitalismo moderno. Hwang, en entrevista con The Times, de Londres, afirmó que empezó a escribir la serie en 2008 cuando su familia era muy pobre y tenía muchas deudas. Su experiencia lo llevó a contar esa realidad surcoreana en la que miles luchan por surgir en medio de las crisis financieras. La situación de Hwang era tan precaria que tuvo que dejar de escribir el guion, pues vendió su computador ante la necesidad de efectivo. “Es muy realista y mucho más con covid”, dijo el director y escritor, que creció en Seúl y siempre ha sentido fascinación por los cómics e historietas manga, como Liar Games y Battle Royale.
Al comienzo, él quería que fuera un filme, pero no logró conseguir apoyo para su proyecto, al que muchos consideraron en ese momento grotesco y poco realista. En 2018 decidió transformarla en una serie y la presentó ante Netflix, que había hecho una apuesta de entre 500 y 700 millones de dólares en ese país para crear dramas propios. Según el WSJ, a Netflix le pareció que esta lucha de clases era realista en el contexto mundial actual y aceptó. Se filmó en medio de la pandemia durante 118 días en Daejeon, una ciudad en el centro del país.
Hwang tuvo dificultad transformando la película en serie, pero logró preservar la idea del juego: aunque los concursantes habían sufrido de manera inequitativa y discriminada en el mundo, en el concurso tendrían la oportunidad de participar en igualdad de condiciones.
Y, en efecto, a los personajes clave de El juego del calamar les ofrecen una opción: regresan a la vida miserable que llevan o arriesgan todo para ganar el premio. Es una decisión sencilla a simple vista, pero la verdad es que solo uno ganará y, por eso, la opción más lógica es volver a casa. Algo que hacen tras un voto democrático.
No obstante, la tentación del marranito que cuelga en sus dormitorios con el botín visible es más poderosa y seductora. Por tanto, para la crítica de cine Jessica Focht, la serie mezcla el horror de sobrevivir con la lucha de clases, y en el proceso explora cómo “el capitalismo convierte en monstruos a las personas”, dijo. En su columna en The Insider, agregó que, aunque se parezca a Los juegos del hambre, El juego del calamar es “más sofisticada y más directa”.
A pesar del éxito de este tipo de historias en las que el director se va lanza en ristre contra la estructura capitalista, es un formato ausente en Hollywood, donde prefieren las historias aspiracionales y el sueño americano. Un crítico coreano también coincide con ella en que es la combinación de violencia con la crítica al sistema capitalista lo que garantiza el éxito de la serie en países del llamado mundo occidental. Como dice The Economist, El juego del calamar es una “demostración de que el amor, el dinero y las quejas de inequidad social tienen un lenguaje universal”.
Algunos, como Mike Hale, en The New York Times, piensan que la serie no vale la pena verla, porque es una historia sin sorpresas. “Las alianzas se forman y cambian, los jugadores muestran su verdadero ser, y los perdedores son eliminados como en cualquier reality de televisión y desaparecen en el orden en que se espera basados en la mecánica de la trama”, dijo.
En ese sentido, precisó, la serie contiene “calorías vacías”. El programa termina en una escena que da para pensar en una segunda temporada. Sin embargo, el director prefiere no hablar del tema por físico agotamiento, pues cuenta que le tomó seis meses escribir los dos primeros episodios. “Hoy no tengo ningún plan para desarrollar El juego del calamar 2. Me da cansancio de solo pensar en hacerlo”.