Salud
“Le decía a Dios dame la oportunidad de jugar el segundo tiempo de mi vida”: Diego Guauque entrega desgarrador testimonio sobre cómo sobrevivió al cáncer
En entrevista con SEMANA, el periodista cuenta cómo venció el sarcoma, el miedo que sintió a morir y las lecciones que le dejó el cáncer. Aquí, comparte su inspirador relato de renacimiento, fe inquebrantable y valentía.
“Todos los días le agradezco a Dios por un día más. Después de una enfermedad tan dura, uno empieza a apreciar cosas que antes no veía porque simplemente hacían parte de la cotidianidad, como peluquearme o afeitarme, por ejemplo. Que me salga de nuevo pelo me hace feliz. A mí me decían: ‘Fresco, que uno de hombre si se queda calvo no importa’. Pero es que siempre he sido un hombre de televisión, donde la imagen importa.
Ahora valoro también comer a placer. Cuando uno sale de cirugía y llega el posoperatorio, no puedes comer. Mi estómago no resistía la comida. Entonces, volver a oler la comidita y decir ¿será que puedo repetir? es una maravilla. Uno de esos pequeños y casi inadvertidos placeres de la vida.
Recuerdo el día en el que me dieron mi diagnóstico. Sería una mentira decir que no pensé en la muerte. Cáncer es muerte. Es algo que te empieza a rondar. Cuando me dijeron ‘Usted tiene un sarcoma’, me pregunté por qué a mí. No me merezco esto, soy un buen profesional, una buena persona. Esto no es justo. No entendía que me pasara esto cuando con mi esposa llevamos casi tres años de haber cambiado nuestros hábitos de vida: cero azúcar, cero sal, cero fritos, mucho ejercicio, mejorar en las horas de sueño.
Pero un día cambié la pregunta: ¿Qué debo hacer para que la muerte no me alcance? Desde entonces, le decía a Dios: ‘Dame la oportunidad de jugar el segundo tiempo de mi vida’.
Hoy le agradezco mucho a Él haber caído en las manos de dos grandes especialistas y oncólogos: Gabriel Herrera y Henri Vargas. Ellos me armaron el plan de salvación para poder continuar ese segundo tiempo de mi vida.
El primero se acabó el 31 de diciembre de 2022. Y el segundo empezó el 1 de enero, cuando me detectaron este sarcoma.
Y me dejé llevar por el plan de los médicos: cirugía y quimioterapias. ‘Confío en ustedes’, les dije. Me eché la bendición y confié en Dios también y en la ciencia.
Me intentaron sacar el sarcoma, en enero pasado, en una primera cirugía, pero no funcionó. Fue fallida, porque ese bicho estaba muy pegado a tres órganos. Nada qué hacer. Seguir teniendo fe. Con las quimios se logró disminuirlo en un 28 por ciento y hasta se despegó del duodeno. Y eso fue bueno, dijeron mis médicos. Y solo lograron retirarlo el 29 de mayo, en una cirugía que se prolongó desde las siete de la mañana hasta las cuatro de la tarde. Fue agotadora. Pero lograron retirarlo.
El sarcoma se había ido de mi cuerpo, pero no invicto. Se me llevó un riñón que estaba muy pegado al sarcoma y rompió un pedazo de la vena cava. Pero sigo vivo, vivo para contarlo y eso es lo que importa ahora.
Es que a mí el cáncer me ha dejado cosas muy positivas. Entre ellas, reordenar las prioridades de la vida. Cuando uno está sano, la máxima prioridad es el trabajo, madrugar, trasnochar, la primicia, por mi trabajo como periodista. Si uno no almuerza, se dice a sí mismo ‘no importa’. ‘No alcancé a dormir lo suficiente, no importa porque logré la entrevista’. Y, claro, sueño con volver a trabajar, pero ya no será la mayor prioridad. Ahora será tener buena salud.
Es que, por ahora, no pienso en el regreso a la vida laboral. Mi prioridad es sanarme por completo. Aún me canso. Me acaban de extender la incapacidad justamente por eso. Además, entro en proceso de radioterapia porque, pese a que ya me sacaron el sarcoma, hay que asegurarse de que no haya quedado algún rastro en el organismo.
Pienso ahora en ese tipo de situaciones y les digo a mis amigos: ‘Si se tiene una platica extra, hay que invertir en una buena póliza de salud porque eso te puede salvar la vida’. Yo lo hice desde hace 15 años y todo ese ahorro fue lo que me ayudó en esta situación. En algunos momentos de la vida, sin darnos cuenta, uno mismo deja de ser una prioridad. Pero es un error. Hay que cuidar tu cuerpo, tu máquina. No fumar, alimentarse bien, tener una vida saludable.
Otra de mis grandes prioridades ahora es preservar a mi familia. Cuando atraviesas una situación difícil como esta, evidentemente los que más sufren son tus familiares. El dolor es mío, las quimioterapias son mías, pero esto consume a toda una familia, que espera un parte médico cada ciertas horas. Eso es angustiante. Por eso, siempre voy a rescatar la figura de la cuidadora, que en este caso fue mi esposa, Aleja. Ella siempre estuvo a mi lado. La lucha la dimos los dos. Hoy levanto la mano junto a ella y decimos: ‘Estamos venciendo esta enfermedad’. No sé cómo hubiera sido si esto me hubiera tocado enfrentarlo solo.
Cuando hablo de estas cosas con la gente que conozco, les digo que, así como celebran un nuevo trabajo o el nuevo contrato o el aumento de sueldo, celebren también la dicha de tener al lado a alguien que los quiere. Con quien puedan construir una familia.
A Gabriela, mi hija, le comenté hace exactamente una semana que una de las decisiones más significativas en la existencia es seleccionar un buen compañero de vida. Esa, estoy seguro, es una de las claves para tener una vida exitosa. También tener una vida espiritual. Esta enfermedad me acercó más a Dios. Siempre había sido un católico creyente, pero no tan practicante. Pero, en circunstancias como esta uno se une más a Dios y a la Virgen, sobre todo cuando descubres que estás en el centro de las oraciones no solo de tu familia, sino de personas que incluso no conoces.
Lo entendí, especialmente en esos momentos en la clínica en los que uno está desvelado y entran médicos y enfermeros, suenan los monitores, escuchas los gritos en la habitación de al lado porque de seguro pasó algo grave. Son momentos de mucha reflexión que te cambian para siempre. Fue en esos momentos de soledad que entendí por qué te llaman paciente. Porque literalmente aprendes a ser paciente, a entender que recuperar la salud toma tiempo.
Esta semana estuve en el oncólogo y me felicitó. Me dijo que mi caso tenía impresionados a los médicos. Es que mi cáncer es un sarcoma muy poco estudiado, no existía la suficiente literatura científica para saber cómo tratarlo, pero con los doctores hemos empezado a construir ese camino y lo que me alegra es que las personas que el día de mañana presenten ese sarcoma ya pueden fijarse en mi caso para salvar sus vidas. Y a eso aspiro: a inspirar a otros.
A diario grabo al menos un video, pues me piden palabras de aliento para alguien con cáncer que siente que ya no puede más y quiere tirar la toalla. Y lo hago, porque yo también estuve ahí. También sentí ese miedo. Ahora, sé que cuando tienes un cáncer no puedes decir: ‘ya lo vencí’, porque siempre está el riesgo latente de que pueda renacer.
Pero la primera gran pelea la gané. Y eso me hace inmensamente feliz. Con todo esto aprendí que cuando tienes un antes y después de la enfermedad, existe el ‘cumplevida’, como otra suerte de cumpleaños. Y yo siento que mi cumplevida será cada 29 de mayo, que fue el día en que lograron retirarme el sarcoma después de una cirugía tan difícil. Ese día fue mi renacer. El segundo tiempo de esta hermosa vida”.