PSICOLOGÍA
¿Todo tiempo pasado fue peor?
Aunque el mundo parece estar patas arriba, con guerras, populismos y autoritarismo, el psicólogo Steven Pinker señala en su nuevo libro que la humanidad está mejor que nunca. Estas cifras respaldan su teoría. Un hombre a contracorriente.
Quien quiera recibir una dosis de optimismo frente a la vida solo tiene que echarle una hojeada al libro Enlightenment Now. Se trata de la nueva obra de Steven Pinker, lingüista y psicólogo de la Universidad de Harvard, reconocido por su best seller The Better Angels of Our Nature, en el que demuestra que el mundo es menos violento ahora que en el pasado. En este nuevo trabajo, que traduciría La Ilustración ahora y considerado una continuación del anterior, el experto se concentra en al menos 15 criterios de bienestar, desde la salud hasta la inteligencia, para aseverar que la humanidad nunca estuvo mejor. Esto puede parecer en contravía de la percepción general, especialmente cuando a diario aparecen noticias sobre la tragedia de Siria, el cambio climático, la amenaza de una guerra nuclear, las matanzas en colegios en Estados Unidos, la situación de Venezuela o, incluso, la llegada de Donald Trump al poder.
Pinker, sin embargo, echa mano de los números para defender su tesis y explica que la gente tiene una idea negativa de la sociedad actual porque biológicamente está predispuesta a sentir nostalgia por el pasado. Para nadie es un secreto que el tiempo sana las heridas y, según el autor, eso hace que los tiempos pretéritos parezcan en los recuerdos mejores de lo que realmente fueron. Además de esto, el ser humano prefiere las noticias negativas por su inclinación al drama y sugiere que si los noticieros anunciaran solo noticias positivas, como por ejemplo que de los miles de vuelos que despegaron en el mundo, ninguno se estrelló, probablemente nadie los miraría. Por eso, alguien tenía que hacer esta minería de datos para mostrar que a todas luces el mundo hoy es un mejor lugar para vivir.
Capítulo por capítulo, el texto está lleno de cifras y gráficas que apoyan su tesis. La riqueza global, por ejemplo, ha aumentado 100 por ciento en los últimos 200 años y, además de eso, hoy está mejor repartida. Aun en países con alta brecha de desigualdad, la gente tiene mayor acceso a los símbolos de estatus de otras épocas, como la electricidad, el aire acondicionado, el televisor a color o el teléfono celular inteligente, lujos que antes separaban a los millonarios del resto de mortales. Adicionalmente, hoy la gran mayoría se beneficia de las innovaciones tecnológicas.
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En el campo de la salud la prueba reina de que todo va viento en popa es el aumento de la expectativa de vida. Esto se ha logrado no solo con mejores políticas de sanidad y medicinas innovadoras, sino al propiciar un mundo más seguro. Hoy, la cifra de muertes en conflictos armados al año representa apenas un 0,5 por ciento de las pérdidas de vidas totales durante la Segunda Guerra Mundial. Y para quienes creen que el mundo va derecho al barranco por los grupos extremistas, Pinker tiene otro dato: es 3.000 veces más probable que alguien muera en un accidente de tránsito que en un ataque terrorista.
Curiosamente, la gente también vive más porque existe mayor seguridad en las vías. Para finales del siglo XX, en Estados Unidos lograron que una persona tuviera 96 por ciento menos probabilidades de morir en un accidente automovilístico. También muere menos gente hoy que a principios del siglo XX por incendios o por eventos naturales como un rayo, gracias a una mayor educación y a pronósticos del tiempo más exactos.
No solo la gente vive más. La calidad de la vida también ha mejorado y eso se ve reflejado en mejor nutrición, disponibilidad de agua potable, vivienda, acceso a la información y mayor tiempo para el ocio. Las mejoras en salud han impactado la inteligencia. Según Pinker, el Coeficiente Intelectual (CI) ha crecido 30 puntos en los últimos 100 años, lo que significa que un individuo con un CI promedio hoy tiene mejor puntaje que 98 por ciento de la gente de hace un siglo. Esto se debe a mejor alimentación y mayor escolaridad.
Ahora, más niños van al colegio que en 1900. El aumento también está relacionado con el hecho de que el cerebro recibe mayores estímulos en el presente, pues la gente está mucho más expuesta a herramientas analíticas y símbolos visuales como mapas, hojas de cálculo y reportes económicos. Así mismo, está más familiarizada con conceptos académicos, como la ley de la oferta y la demanda, los derechos humanos y la idea estadística de los promedios. La mayor inteligencia tiene consecuencias morales y para el psicólogo la gente que razona de manera abstracta puede preguntarse cómo sería el mundo si se optara por uno u otro camino.
Algunos creen que Pinker es un optimista obsesivo que no alcanza a ver ciertos problemas como la insatisfacción de los más jóvenes frente a la vida, el aumento de los suicidios y el riesgo de soledad de la humanidad por vivir conectados a los aparatos digitales, sin hablar de la angustia que genera la sombra de una guerra nuclear. Pero incluso para esa duda, el psicólogo también tiene una respuesta: según el World Values Survey, en 45 de 52 países el índice de felicidad se incrementó entre 1981 y 2007.
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En materia de derechos las cosas van bien. Hace 200 años solo 1 por ciento de la población vivía en una democracia y aun en esta algunos sectores de la población, como las mujeres y los obreros, no podían votar. Hoy esas cifras han cambiado drásticamente: dos tercios de los habitantes en el mundo viven en democracias y las pocas naciones autoritarias, como China, dan más libertades que antes. Ese escenario ha llevado a que en la actualidad las minorías gocen de más derechos. Pese a que existen gobiernos de derecha, Pinker argumenta que en todo el mundo la gente se ha ido despojando de sus prejuicios para adoptar más ideas liberales. Esto se observa, entre otras muchas cosas, en el hecho de que los chistes discriminatorios por internet han disminuido desde 2004.
Este bienestar, según Pinker, proviene de un progreso continuo en todos los frentes y obedece a que la humanidad ha seguido aplicando los fundamentos de la era de la Ilustración del siglo XVIII, entre los que están la razón, el humanismo, la ciencia y el progreso, valores que se resumen en la frase del filósofo alemán Emanuel Kant “atrévase a entender”. Al aplicar la razón a los problemas, la humanidad ha logrado resolverlos uno por uno y continuar con el siguiente. Por eso, aunque reconoce que la tensión de una guerra nuclear y el cambio climático son los mayores riesgos que enfrenta la humanidad ahora, considera que ambos son manejables si se apela a la razón y a la ciencia. Muchas de las dificultades de las que hoy se quejan los individuos resultaron del progreso. El ejemplo más claro es el aumento de la edad de la jubilación, que llega como consecuencia de vivir más. Eso debería incitar a la gente a agradecer por el privilegio de existir en este momento.
Cierto pesimismo es bueno, dice, porque ayuda a poner el foco en el problema. Pinker acepta que hay temas preocupantes como el surgimiento de líderes de extrema derecha que hacen tambalear los cimientos de las democracias. Pero tiene confianza en que el equilibro de poderes propios de este sistema político, especialmente en los países ricos, hará que los líderes populistas sean flor de un día. Un indicador que le da mucha confianza es la disminución de la fe. En el mundo 59 por ciento reconoce seguir una religión, una cifra mucho menor que hace un siglo. Y en la medida en que el mundo cuente con mayor bienestar, habrá menos creyentes y muchos más que apelarán a la razón.
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Pinker no es un optimista solitario, pues forma parte de una tendencia integrada por académicos y tecnócratas que consideran a los demás excesivamente pesimistas sobre el acontecer mundial. Y para que sus lectores queden aún más tranquilos, advierte que todo tiende a mejorar, y no a empeorar como reza la ley de Murphy. De hecho, en su columna del diario The New York Times, el escritor Nicholas Kristof escribió que 2017 había sido el mejor año de la historia de la humanidad porque hubo menos gente hambrienta, empobrecida y sin educación que nunca antes. Menos niños murieron y la proporción de enfermos de lepra, ceguera y otras enfermedades fue menor. Además, 325.000 nuevas personas tuvieron acceso a electricidad y otros 300.000 tuvieron agua potable. Y para que no queden dudas, Pinker señala que 2018 será todavía mejor.