Hacer ejercicio y socializar cara a cara durante siete horas diarias son dos hábitos que funcionan para lograr ambas metas

PSICOLOGÍA

Los hábitos de quienes llegan a viejos felices

Un experto encontró a los más longevos del mundo y también a los más contentos. Estos son los nueve hábitos que tienen en común ambos grupos.

3 de febrero de 2018

En el foro mundial de Davos, Suiza, una conferencia no tenía como invitado principal a un premio nobel o a un gobernante, ni su temática giraba alrededor del desempleo, la productividad o la economía, sino sobre la felicidad y la longevidad. El conferencista Dan Buettner ha dedicado gran parte de su carrera a investigar las razones que permiten a algunas personas vivir más tiempo y ser felices. Y, curiosamente, su charla fue de las más concurridas.

A comienzos de la década pasada Buettner se embarcó en el proyecto de buscar zonas azules, el término acuñado por el demógrafo belga Michel Poulain y el médico Gianni Pes, quienes señalaron con ese color al mapa de la región de Barbaglia, en la isla italiana de Cerdeña, donde detectaron la presencia de un número sorprendente de personas muy longevas y felices. Buettner, en compañía de un grupo de demógrafos, encontró cuatro zonas más en Okinawa (Japón), en Icaria (Grecia), en Loma Linda (California) y en la península de Nicoya (Costa Rica).

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Cada una sobresale por algo especial. Cerdeña, por ejemplo, tiene la mayor concentración de centenarios, mientras que en Okinawa habitan las mujeres más viejas. Icaria, a su vez, tiene la proporción más baja de ancianos con demencia senil y en Loma Linda la población vive en promedio diez años más que el resto de los estadounidenses. Y Nicoya tiene la segunda población con más alto índice de centenarios.

Pero la gente de todas ellas tiene en común una serie de hábitos en su estilo de vida. El físico, que consiste en hacer ejercicio a diario, consumir una dieta basada en plantas, hacer pausas para liberar el estrés, beber alcohol moderadamente y comer sin llenarse. En el plano emocional, llevar una vida social enriquecida, seguir una religión y tener un propósito en la vida al levantarse todas las mañanas (ver recuadro). Esta gente nunca ha buscado ser vieja. “A ellos la longevidad simplemente les sucede”, dijo Buettner a su audiencia.

Como longevidad y felicidad van de la mano, este experto se interesó por descubrir las zonas azules de la satisfacción personal. Con la ayuda de Gallup, la Universidad de Pensilvania y Google, encontró tres sitios en el mundo: Singapur, Dinamarca y Costa Rica. Este último es tal vez el único en donde confluyen la longevidad y la felicidad.

Según Buettner hay tres maneras de medir la felicidad: en la primera, basada en la experiencia, se indaga por cuántas veces ha sonreído o se ha sentido feliz. Y en eso Costa Rica no tiene rival. “Esta gente se enfoca en la familia y la religión, y en mantenerse interactivos socialmente, pero cara a cara”, dice Buettner. La segunda, la felicidad por propósito, se da cuando las personas han logrado satisfacer sus necesidades básicas y pueden concentrarse en lo que les genera pasión. Su máximo exponente es Dinamarca. “Los daneses esperan que el Estado les cubra la salud, que cuando tengan un hijo puedan estar con él, que los niños tengan garantizada la educación y que puedan gozar de una buena jubilación”, dice el autor. Solo así pueden dedicarse a crear y trabajar en lo que más les gusta. La tercera es la satisfacción en la vida, el estándar de oro de los sondeos de felicidad, en los que Singapur sale arriba. Allí la sociedad se fundamenta en principios como la seguridad, el respeto, el orden y la inclusión. “Este tipo de felicidad atrae a aquellos que tienen un camino profesional claro, trabajan duro, y quieren tener éxito y un buen nivel de vida”, dice.

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Su investigación arrojó 120 variables que inciden en la felicidad, entre las que están la religión y la igualdad entre los sexos. “En partes del mundo donde se trata igual a la mujer y al hombre, los hombres son más felices”, señala el experto. También es crucial la educación y especialmente la de las niñas, pues con ella se garantiza que tengan menos hijos y que estos a su vez estudien. Eso crea un círculo virtuoso porque estos jóvenes más educados escogen a mejores líderes. Está también el cubrimiento en salud y por último la igualdad social. Pero lo interesante es que “no son cosas que pasan porque un grupo de personas decidió un buen día ser positivo frente a la vida, sino porque algún gobernante estableció 50 años atrás enfocarse más en este grupo de aspectos que solo en el crecimiento económico”.

Solo el 10 por ciento de la longevidad proviene de la genética, y el estilo de vida determina el resto. La felicidad también tiene un componente genético, pero su efecto abarca menos del 40 por ciento. Otro 15 por ciento corresponde a las circunstancias de la vida, como sufrir una enfermedad. Así las cosas, queda un gran espacio bajo el control del individuo y de los gobiernos para mejorar el grado de satisfacción con la vida. Por fortuna, luego de que un panel de expertos revisó las 120 variables, detectaron 9 esenciales (ver recuadro). Curiosamente, una de las que más peso tiene es vivir en el lugar correcto. Lo corroboran varios estudios en los que los científicos siguieron a grupos de inmigrantes que salieron de países con bajos índices de felicidad y fueron acogidos en otros con altos índices de satisfacción. “Al cabo de un año esos inmigrantes infelices empiezan a reportar los mismos niveles de felicidad que el país que los adopta aun cuando solo cambiaron el país de residencia”.

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Buettner es consciente de que para muchos no es fácil cambiar este aspecto, pero señala algunas medidas que ayudan como meditar, ahorrar, vivir en una casa iluminada naturalmente, tener muchas fotos visibles de su familia en momentos felices y hacer buenos amigos porque ellos contagian todo, incluso la felicidad. También menciona la importancia de tener un trabajo que le guste y si no, al menos un buen amigo en la oficina. Finalmente, recomienda vivir en ciudades medianas con buenas áreas para el esparcimiento y ciclorrutas.

La mayoría de los gobiernos pone su foco solo en el PIB para generar bienestar, pero hoy gracias a estos estudios se sabe que también es necesario cuidar estos factores. “La longevidad y la felicidad no se pueden separar. Los más felices suman ocho años a su expectativa de vida”, concluye Buettner.