VIDA MODERNA
Los microorganismos que se esconden en los productos de cosmética
Crema suave, brillo de labios denso, maquillaje lleno de nutrientes… todos ellos a base de agua. Suena realmente atractivo. ¿Alguien pensó que estos productos no serían también apetitosos para los microorganismos?
El sector cosmético mueve cifras millonarias al año, pues son productos consumidos por un amplio sector de la sociedad. Según la definición dada en el artículo 2 del Reglamento n.º 1223/2009/CE, un producto cosmético es “toda sustancia o mezcla destinada a ser puesta en contacto con las partes superficiales del cuerpo humano (epidermis, sistema piloso y capilar, uñas, labios y órganos genitales externos) o con los dientes y las mucosas bucales, con el fin exclusivo o principal de limpiarlos, perfumarlos, modificar su aspecto, protegerlos, mantenerlos en buen estado o corregir los olores corporales”.
Seguridad e higiene exigida a los cosméticos
Gracias a los estándares de calidad impuestos por la legislación europea, estos productos cumplen con unos requisitos de calidad, estabilidad y seguridad que mantienen las características físicas y químicas inalteradas. Todos ellos se producen bajo condiciones estrictamente controladas para evitar la contaminación y proliferación de microorganismos. Sin embargo, no se espera que estén totalmente estériles o que no contengan microorganismos a lo largo de su uso.
Lo que sí exige la normativa de la UE es que no exista ninguna cantidad de determinados microorganismos pertenecientes a especies como Pseudomonas aeruginosa, Staphylococcus aureus y Candida albicans en aquellos productos que estén en contacto con (o cerca de) los ojos. Asimismo, la presencia de bacterias como Escherichia coli y otras que forman parte de la microbiota intestinal no se acepta en ninguno de los productos.
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Por eso, los productos cosméticos llevan compuestos que controlan esa contaminación. Pero lo hacen hasta que se cumple su fecha de caducidad. A partir de ese momento no se garantiza que sus propiedades y su calidad microbiológica se mantenga durante más tiempo.
Cómo evitar que se contaminen antes de tiempo
Pero ¿qué ocurre durante el proceso de uso del producto? Un estudio analizó los microorganismos presentes en los cosméticos durante su uso y el impacto que tiene sobre la salud del consumidor.
Durante el procedimiento, se examinaron más de 467 productos donados por usuarios para su análisis. En concreto, los autores estudiaron pintalabios, brillos de labios, delineadores y máscara de ojos, así como las esponjas artificiales para extender el maquillaje. Además se recogió un cuestionario en el que se les preguntaba información sobre el uso, la limpieza y la conservación de cada producto.
Los investigadores encontraron entre 1 000 y un millón de unidades formadoras de colonias por cada mililitro de producto. Entre las bacterias identificadas se encontraron Staphylococcus aureus, Escherichia coli y Citrobacter freundii. También se detectaron grupos de enterobacterias y hongos, sobre todo en las esponjas. Respecto a estas últimas, el 93 % no se habían lavado nunca. Además, en el 64 % de los casos los propietarios reconocieron que más de una vez se habían caído al suelo y las habían seguido utilizando.
Las esponjas que se utilizan para mezclar y extender el maquillaje son las que están en contacto con una mayor cantidad de superficies, como la cara y las manos. Cuando contactan con la piel, cogen bacterias presentes en la microbiota. Una vez instaladas, pueden proliferar en los productos. Si esto se une a un mantenimiento inadecuado y a una falta de limpieza, se favorece el crecimiento de bacterias y hongos, lo que pone en riesgo al consumidor.
Por eso las esponjas se consideran como un producto de riesgo para los consumidores por la gran cantidad de microorganismos que pueden acumular. Para evitarlo, se recomienda lavarlas a menudo con agua caliente y jabón y secarlas totalmente. Tambien encontraron Salmonella sp., Staphylococcus aureus, Staphylococcus epidermis, E. coli y P. aeruginosa en barras y brillo de labios. Estas bacterias pueden causar enrojecimiento e inflamación de los labios, que pueden tratarse con antibióticos. Pero si estos microorganismos consiguen pasar a la sangre, pueden causar infecciones graves.
Riesgo de utilizar productos caducados
Asimismo, otro estudio describió que casi el 98 % de los consumidores del estudio usaron los productos después de la fecha de caducidad. La máscara de pestañas era el producto que se utilizaba con una fecha muy superior a la establecida.
En este caso, aparecieron bacterias como S. aureus en el 79 % de los casos y P. aeruginosa en el 13 % de los productos. Es decir, un alto nivel de contaminación con microorganismos potencialmente patógenos.
Esto conlleva un riesgo ya que son productos que se aplican en los ojos y pueden ser una amenaza importante de infecciones que pueden desembocar en conjuntivitis, inflamación y, en algunos casos extremos, pérdida de visión.
Los cosméticos en un salón de belleza
Otra investigación analizó la microbiología de los cosméticos de los salones de belleza. Comprobaron que los productos que se utilizan como ‘probadores’ son fuentes de contaminación y de trasmisión de bacterias y hongos. Por eso, compartir el uso de estos productos conlleva un riesgo evidente.
Especial cuidado deben tener las personas inmunocomprometidas o con heridas en la piel, ya que muchos de los microorganismos citados y otros que se encuentran en menores cantidades se consideran patógenos oportunistas que pueden aprovechar la presencia de heridas o un sistema inmunitario débil para infectar.
Con toda esta información en la mano, es de nuevo recomendable respetar las fechas de caducidad de los productos y la forma de conservación, así como utilizar productos de uso individual.
Además, es imprescindible limpiar frecuentemente las brochas, esponjas y mantenerlas en lugares secos y limpios. No duden en tirar aquellos productos que sospechen contaminados. De este modo, podrán disfrutar de los productos y evitaremos problemas indeseables, desde un punto de vista microbiológico.
Por: Silvana Teresa Tapia Paniagua
Profesora interina e investigadora en el área de la Microbiología, Universidad de Málaga
Artículo publicado originalmente en The Conversation