CIENCIA
Más que una máquina sexual: las curiosidades que no sabía sobre el pene
Aunque ha sido objeto de estudios a lo largo de la historia, un nuevo libro reúne los datos más desconocidos sobre el órgano sexual masculino.
De todas las partes del cuerpo humano, quizá ninguna suscita más curiosidad y mitos que el pene. En la Antigüedad, los griegos lo retrataron a la perfección en sus estatuas y hoy llenan el espacio de millones de selfis que las parejas se envían por internet en la práctica del sexting.
La concepción de su rol y belleza ha cambiado con los años. Mientras que en la antigua Grecia asociaban un pene de proporciones pequeñas con la moderación y el control de los impulsos, en la modernidad el prototipo del miembro grande pasó a representar la máxima virilidad. Grande o pequeño, nadie puede negar que a lo largo de la historia los hombres conservan una extraña obsesión por él.
Eso lo deja claro el nuevo libro Phallacy, escrito por la bióloga estadounidense Emily Willingham. La autora explora como pocos las complejas razones por las que este singular miembro llegó a ganar tanta preeminencia en la sociedad. Pero también ahonda en el asombroso mundo de este órgano en el universo animal.
Para empezar, la escritora explica que la fijación humana con el pene tiene una causa obvia: la idea de que la masculinidad, la fertilidad y la conservación de la humanidad provienen de él. Sin embargo, uno de los mitos que desmonta su libro es que este órgano puede hacer mucho más que simplemente transportar el semen.
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Señala, por ejemplo, que con la evolución el miembro se ha convertido en una herramienta multipropósito. Claro, entrega gametos. Pero también detecta y atrae parejas, desactiva o mata a rivales e incluso puede convertirse en un explosivo. Cita el caso de unas tortugas en Vietnam que pelearon hasta la muerte con sus penes. Una murió, mientras que la otra hoy tiene más de 100 años y puede producir semen, pero de mala calidad.
Los calamares, por su parte, tienen cápsulas de espermatozoides que explotan como granadas. Estos moluscos marinos sostienen su esperma cerca de la boca de las hembras y los detonan. Luego, los espermatozoides se adhieren a ella y entonces comienza el proceso de fertilización. En ese asombroso mundo de los penes también se destaca un percebe que puede estirar su pene hasta nueve veces su longitud corporal, algunos caracoles a los que les crecen penes en medio de la cara y ciertos falos de araña que pueden saborear, oler e incluso emitir música.
Willingham también recuerda el caso de los delfines, que tienen una de las tasas más altas de comportamiento homosexual. Los machos se montan entre sí y uno de ellos suele frotar su boca en la zona genital del otro. La autora dice que dichas actividades tienen dimensiones sociales que ayudan a fortalecer las relaciones de los animales. Lo mismo sucede con los bonobos de ambos sexos, que usan el contacto genital y las conductas sexuales como capital social y para crear vínculos. Así, el pene en algunas especies tendría un rol más allá que la simple función sexual.
En los humanos, la doctora en biología explica que tiene una función mucho más simple, pues no sirve de arma ni mucho menos deposita sus espermatozoides en forma de granada. Pero, en contraste, su historia está cargada de siglos de bagaje político y cultural que lo llevaron a una importancia sobredimensionada. Lo prueba que ha sido estudiado con mucho más detalle que el órgano femenino. De ahí el juego de palabras con falo y falacia que usa en el título de su libro.
Esta tendencia queda en evidencia cuando se explora el tamaño de los genitales. Según expone, un análisis del British Journal of Urology International, el pene flácido y colgante, en promedio, mide 9,16 centímetros de largo; erecto crece, en promedio, 13,12; y en cuanto a la circunferencia, 9,31 centímetros para uno flácido, y 11,66 erecto. De acuerdo con la investigación, los valores atípicos también son raros: solo cinco de cada 100 hombres tendrían un pene de más de 16 centímetros. Y solo cinco de cada 100 de menos de 10 centímetros.
Asimismo, los investigadores no encontraron pruebas sólidas para vincular el tamaño del pene con otras características físicas, como la estatura, el índice de masa corporal o incluso el tamaño del pie. Tampoco existe una correlación clara entre las dimensiones genitales y la etnia.
En contraste, encontró que sobre la vagina de los animales existe muchísima menos información. “Sucede porque los científicos miran dentro de una vagina solo para ver si un pene encaja en ella, cómo y nada más”. En ese sentido, la autora considera absurdo que la sociedad equipare el miembro con la masculinidad de manera “tan intratable que no podemos escapar de la noción de que la persona es el pene y el pene es la persona”.
Esto incluso obvia órganos más importantes en la ecuación como el cerebro. Algo que no favorece a ningún género, pues la falacia de apelar a la naturaleza para justificar la supremacía masculina reduce a los hombres al pene y a las mujeres a un simple receptáculo. Y lo que es peor: normaliza el comportamiento sexual abusivo de los hombres. “No fue una táctica que inventó Epstein. Nuestros cerebros hicieron esto y nuestros cerebros pueden deshacerlo”, afirma.
En ese aspecto, Willingham llama a liberar al pene de las falacias y el bagaje cultural. “Nada de esto es culpa de él. Hay que descentrar el órgano y enfocarse en la persona”.
Sabía que...
• Los penes son más largos de lo que parecen. Alrededor de la mitad de su longitud total se encuentra dentro del cuerpo del hombre.
• Fumar puede acortarlo. Debido a que reduce el flujo sanguíneo hacia el órgano, estudios descubrieron que puede acortarlo hasta un centímetro.
• Tiene tres columnas de cuerpo cavernoso, que se llenan de sangre y permiten la erección. El otro tubo es un cuerpo esponjoso que rodea la uretra y permite el paso de la orina y el semen.
• La eyaculación no depende del cerebro y, por eso, los hombres no pueden controlar cuándo lo hacen. Esto se debe a que la señal proviene de la médula espinal. El cerebro sí juega un rol en otros aspectos.
• Inconformes. Estudios sugieren que al menos el 55 por ciento de los hombres están insatisfechos con el tamaño de su pene. Tienen una imagen distorsionada de la proporción del resto y de lo considerado normal.