El estudio demostró que cuando el virus está presente en la mujer embarazada puede llegar hasta el cerebro del feto. | Foto: A.P.

INFECCIÓN

El zika, un virus muy dañino

Estudios recientes confirman que la microcefalia causada por el zika podría ser más grave de lo pensado.

7 de mayo de 2016

Desde que el brote del virus del Zika se expandió por América Latina el año pasado, se han multiplicado los casos de recién nacidos con microcefalia, trastorno neurológico que impide el crecimiento normal de la cabeza durante el embarazo o en los primeros años de vida. Y a principios de 2016 los investigadores confirmaron sus sospechas de que estaba relacionado con el virus. Pero no esperaban que se manifestaran otros daños prenatales por culpa del virus, como acaba de demostrar un estudio científico.

La investigación, publicada en la revista New England Journal of Medicine, demostró que cerca del 30 por ciento de las mujeres embarazadas infectadas tenían fetos con anormalidades como restricciones en su crecimiento normal del cerebro y daños mucho más graves que los casos típicos de microcefalia. Las tomografías, resonancias magnéticas y autopsias evidenciaron que el virus del Zika, transmitido por picadura del mosquito Aedes aegypti, puede llegar hasta el cerebro del feto y generar otras malformaciones distinas a las vistas en los casos típicos de microcefalia, como la reducción o destrucción de los lóbulos que controlan el pensamiento, la vista y el habla. Esto genera un retraso en el desarrollo normal del bebé después de nacer, e incluso, puede provocar en algunos casos la muerte del feto. “Hay calcificaciones cerebrales, un aumento en el número de ventrículos dilatados y una malformación de la parte posterior del cerebro”, afirma Renato Sa, un obstetra de Río de Janeiro que observó dichos defectos en varios bebés nacidos de madres infectadas.

Brasil es el país con mayor número de casos de microcefalias asociadas con el virus del Zika, y en Colombia se confirmaron cuatro casos en lo que va corrido de 2016, mientras otros 26 están en estudio. Según el reporte semanal más reciente del Instituto Nacional de Salud (INS) y el Sistema Nacional de Vigilancia en Salud Pública (Sivigila), más de 75.000 colombianos han sido contagiados y se han confirmado 2.008 casos de embarazadas con el virus. Eso sin contar que ya se han notificado 11.306 casos sospechosos en gestantes que han tenido síntomas compatibles con la enfermedad.

El país y el continente se preparan para una segunda etapa de crisis donde se prevé una disminución en el número de casos, pero un aumento en los de microcefalia asociados con el virus. Dado que el brote se produjo en el último trimestre de 2015, solo en agosto se podrán observar los problemas en los recién nacidos. Es imposible conocer a ciencia cierta la severidad de los defectos congénitos, pero se puede decir “sin temor a equivocarnos que casi todos los casos requerirán de atención continua y a largo plazo”, afirma Edwin Trevathan, exdirector del Centro de Defectos de Nacimiento y Discapacidades de Desarrollo de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos.

Como por ahora no existe una vacuna contra el virus, las autoridades sanitarias han tratado de controlar la transmisión del contagio con repelentes y anticonceptivos para las mujeres en edades fértiles. En Colombia, el INS está trabajando de la mano con el CDC para mejorar la vigilancia médica de las mujeres embarazadas expuestas y sus bebés. El proyecto ha sido denominado VEZ, Vigilancia de las Mujeres Embarazadas con Zika, que ya se puso en marcha en Barranquilla y pronto llegará a otras ciudades.

La investigación ayudará a los científicos a responder algunas de las inquietudes que rodean a esta enfermedad, y a “proporcionar información fundamental para ayudar a Colombia y otros países que se preparan para hacerle frente a los desafíos sin precedentes que plantea la infección del zika, pues nunca antes se había visto que un virus transmitido por mosquitos causara defectos congénitos”, concluye Peggy Hoenin, una de las expertas que lidera el equipo del CDC.