PALEONTOLOGÍA

Mina de fósiles

El hallazgo de la boa gigante del Cerrejón es apenas uno de los muchos misterios que esta región encierra sobre el paleoceno, uno de los períodos menos conocidos de la historia del planeta.

7 de febrero de 2009
Jonathan Bloch, en el medio, compara una vértebra de una serpiente moderna con la del fósil encontrado en Cerrejón. A la derecha, la vértebra tal y como fue hallada en una de las excavaciones. Abajo, la vertebra comparada con una de la especie viva más grande

Cerrejón no sólo es la mina de carbón a cielo abierto más importante del mundo. La semana pasada quedó claro que también es uno de los museos de historia natural al aire libre más relevante de la Tierra. Es una ventana abierta a lo que pudo ser la selva tropical de hace 60 millones de años, un período conocido como el paleoceno, que siguió a la era de los dinosaurios. El hallazgo de Titanoboa cerrejonensis, el fósil de la culebra más grande encontrada hasta la fecha, es apenas una joya de ese tesoro.

Y lo es porque los vestigios de la vegetación y la fauna de las selvas tropicales de aquella era geológica se encuentran, en la mayoría de casos, bajo varios metros de tierra y cubiertos por una espesa vegetación, lo que hace casi imposible excavarlos. Abrir un hueco como los del Cerrejón, de cinco por dos kilómetros de grande y de 400 metros de profundidad le costaría a un científico cerca de 150 millones de dólares al año, pero como aquí ya existe la mina, la industria y la ciencia han podido establecer una sociedad perfecta. "Ellos explotan el carbón y dejan expuesta la roca donde encontramos todos estos fósiles", dice Carlos Jaramillo, un paleo botánico bogotano que coordina el grupo que halló la monstruosa serpiente.

En 2003 Jaramillo trabajaba en el Instituto Colombiano del Petróleo (ICP) y desde entonces se volvió un visitante habitual de la mina. En su primera expedición iba en busca de material vegetal, pero se encontró además con una gran cantidad de muestras de fósiles de vertebrados y rastros de la gran biodiversidad que tenían aquellas selvas. Su interés no disminuyó cuando pasó a trabajar con el Smithsonian Tropical Research Institute en Panamá. Por el contrario, tuvo más libertad para establecer hipótesis de sus hallazgos. A sus expediciones siempre invitaba científicos colombianos y extranjeros y era tal la abundancia de muestras, que Jonathan Bloch, un colega suyo especializado en fósiles de animales, quien vino por primera vez en 2004, recuerda que "apenas puse pie firme en la mina, vi cientos de fósiles bellamente preservados a mi alrededor y no quería moverme para no estropear ninguno".

Para ver un fósil animal o vegetal se debe tener un ojo entrenado y una gran capacidad de observación, ya que estas piezas son como jeroglíficos escritos en las rocas, mensajes crípticos que hay que saber interpretar. Luego de tres años, Jaramillo y su equipo de investigadores habían podido clasificar 800 piezas, entre las cuales se distinguen restos de palmas, hojas, tortugas, cocodrilos y culebras. Edwin Cadena, un paleontólogo que trabaja con Jaramillo en Panamá, encontró la primera vértebra de la serpiente gigante. Como su especialidad son las plantas, Jaramillo le envió algunas muestras animales a Bloch, quien es experto en fósiles en vertebrados. Al ver la vértebra, dos de sus estudiantes, Alex Hasting y Jason Bourke, se quedaron asombrados por su tamaño y dijeron que debía corresponder a una serpiente gigante y no a un cocodrilo, como previamente se pensaba.

Desde ese momento intensificaron la búsqueda hasta que encontraron 28 individuos de esta especie, a la que llamaron Titanoboa cerrejonensis. Para conocer más acerca de ella, los científicos invitaron a Jason Head, un paleontólogo experto en víboras fósiles, de la Universidad de Toronto, quien logró establecer el tamaño de la serpiente a partir de las vértebras halladas: según sus cálculos, este tipo medía 13 metros de longitud y pesaba 1.135 kilogramos. Su grueso podía llegar a la cintura de un humano adulto. Por establecer sus proporciones, Head aparece como primer autor del trabajo publicado en Nature, que causó gran impacto en la prensa mundial. "Es la más grande serpiente encontrada hasta hoy. Algunos ejemplares de la pitón reticulada, una de las más grandes de la era moderna, pueden llegar a medir entre seis y nueve metros de largo, pero nunca 13 metros", dijo a Nature Harry Green, un biólogo evolucionista de la Universidad de Cornell. De hecho, Bloch dice que el tamaño de esta enorme serpiente excedió la imaginación de los creativos de Hollywood que en 1997 filmaron un thriller llamado Anaconda, con Jennifer López, que presentaba como villana a una serpiente mucho más pequeña que Titanoboa.

Pero el interés del trabajo no se limita a las proporciones de este espécimen. Lo interesante es que a partir de su tamaño, David Polly, otro de los investigadores del grupo, logró establecer la temperatura promedio de esta selva para dicho período. "Los reptiles, a diferencia de los seres humanos, dependen del ambiente exterior para regular su temperatura", explica Jaramillo. Para calentar una víbora de estas proporciones, los expertos llegaron a la conclusión de que la temperatura debía ser de por lo menos 32 a 34 grados centígrados, cuatro grados más que el promedio de un bosque tropical de hoy. "Si se observa la distribución de animales de sangre fría en la Tierra hoy, se ve que los grandes están en el trópico, donde es más caliente, y éstos se van reduciendo en tamaño a medida que se alejan del ecuador", sostiene Bloch.

Por lo anterior, el estudio también ha cautivado la atención de los expertos en cambio climático, pues se creía que cuando la temperatura global del planeta aumentaba, en los trópicos se mantenía estable. Sin embargo, en los últimos cuatro años, los científicos han aportado datos de zonas marinas tropicales que desvirtúan esta hipótesis y señalan que el trópico también se calentaba. "Nuestro dato, el primero de zonas terrestres tropicales, confirma lo que dicen los datos marinos: que el trópico se calienta durante los calentamientos globales", afirma Jaramillo. Bloch añade que si se mira desde el lado amable, "nuestros hallazgos indican que las selvas puede sobrevivir en estas temperaturas más calientes". En síntesis, lo que se descubra en este período de la Tierra es crucial para proyectar los modelos que estudian lo que pasaría si la temperatura del planeta aumenta 5 grados centígrados.

Otro elemento para justificar el gran revuelo que produjo el estudio, según Bloch, es que el paleoceno es una época poco analizada. "Hasta hace poco los científicos debían imaginársela, pero con este tipo de trabajos, los expertos podemos ver lo que pasó luego de que los dinosaurios se extinguieron", dice. En aquel período, que duró 10 millones de años, un gran mar ecuatorial que cubría lo que hoy es el istmo de Panamá separaba Suramérica de Norteamérica, la Antártida estaba ligada al continente y los Andes no se habían formado. El territorio que hoy es Colombia era una planicie gigantesca de selva tropical con frecuentes lluvias. Y a decir por los fósiles encontrados cerca de los de las serpientes gigantes, es de suponer que tanto la flora como la fauna eran similares a las de los bosques tropicales de hoy, con la diferencia de que eran más calientes y con dos veces el nivel de gas carbónico.

El estudio publicado en Nature será apenas el primero de muchos otros enfocados en el Cerrejón. No sólo la mina es muy grande, lo que aumenta las posibilidades de que aparezcan nuevas rocas y nuevos fósiles; también las mentes de estos investigadores están llenas de preguntas. "Queremos entender cómo en el bosque tropical aparecen y desaparecen las especies y cuándo y por qué el Cerrejón se convirtió en una zona seca", dice Jaramillo. Bloch también continuará sus expediciones a La Guajira para encontrar restos de mamíferos, pues en el paleoceno ya existían algunos marsupiales.

Los restos de este espécimen se quedarán un tiempo en estudio en la Universidad de Florida, pero se trasladaran a Ingeominas. La semana entrante empezarán a llegar a Bogotá muestras de otras piezas encontradas para que el público pueda apreciarlas. Explora, en Medellín, es otro sitio donde se pueden ver piezas halladas en el Cerrejón, entre ellas una tortuga gigante.

Para Jaramillo, lo más importante es que se está haciendo ciencia en Colombia. Y que el Cerrejón, como él lo dice, es una mina de oro. "No hay otro sitio. Es un sueño hecho realidad".