“No es una filosofía, es una ciencia milenaria que te ayuda a liberarte de todo lo que no contribuye a tu verdadera esencia ni a expandir tu conciencia”, explica la especialista.

Sexo

Mitos y verdades del sexo tántrico

Una experta aclara los beneficios sanadores y liberadores de esta ciencia milenaria que revitaliza y rejuvenece por medio de la energía sexual.

16 de marzo de 2021

Para unos es sexo sin penetración o masaje erótico, mientras que otros lo confunden con el kamasutra y creen que se trata de hacer piruetas imposibles en la cama. Otros, sin ahondar mucho, consideraran que quienes lo practican se chiflaron o están consumiendo drogas.

Pero quizá la noción más a priori es que es un tipo de práctica sexual, cuando en realidad esta última es solo una herramienta de él. Así, se puede experimentar el tantra sin haber tenido sexo tántrico.

“No es una filosofía, es una ciencia milenaria que te ayuda a liberarte de todo lo que no contribuye a tu verdadera esencia ni a expandir tu conciencia”, explica María Lucía Tarazona, una comunicadora social caleña que hace algún tiempo dejó su exitosa carrera como empresaria para dedicarse a difundir este tesoro de sabiduría de la humanidad.

Para comprenderlo, hay que recordar que se trata de un legado antiquísimo de los sabios maestros hinduistas y budistas del Lejano Oriente, donde la concepción del mundo y de la existencia es muy distinta a la de Occidente, sobre la cual apunta Tarazona: “Vivimos inmersos en un modelo cartesiano en el que prima la razón y basado en resultados. Si nuestra mente registra que estos son acertados, entonces somos aceptados y somos exitosos.

En el caso contrario, es un fracaso y cuando estamos en esa disyuntiva caemos entonces en la dualidad, juzgamos y por eso no sabemos aceptar los procesos”. La experta, quien dicta cursos y talleres de tantra tanto en Bogotá como en otras ciudades del país, agrega que tal sistema no privilegia el ser y supone un modelo que quiere controlarlo todo, pasando por encima de las necesidades emocionales de cada cual.

En contraposición, la visión oriental plantea un esquema que Tarazona resume en una frase: “Entrégate”. Un saber como el tantra no desecha nada, de modo que enseña a aceptar la adversidad. “Cuando abrazas tu tristeza, rabia o frustración, pasa algo maravilloso y es que dejas de negar parte del curso normal del existir.

“Finalmente, no hay equivocaciones, sino que son parte de lo que la vida requiere para que aprendamos y seamos seres más profundos. Sin ellos, el ser humano jamás viajaría a su interior y sería superficial. Cuando admitimos eso que llamamos oscuridad, podemos transformarla”, explica la especialista.

Tal es, entre otros lineamientos, la concepción que sostiene al tantra, palabra en sánscrito, lengua clásica de India, que viene de las palabras tanoti (liberación) y trayati (expansión de la conciencia), todo lo cual alude a los grandes favores que presta este camino.

Si es común pensar que el tantra se refiere solo al erotismo, se debe quizá a la importancia que este le da a la energía sexual. Como lo explica María Lucía Tarazona, en Occidente la sexualidad se asocia solo con los fines de reproducción y placer. En Oriente, es vista como un poder que se aloja en el chacra o centro energético ubicado hacia la zona genital. “Es una fuerza que tiene curso propio y quien la reprime se niega a sí mismo y eso genera altos niveles de agresión. De ahí viene, por ejemplo, la violencia de género.

“Para los conocedores del tantra es una fuente poderosa de creatividad, mientras que en el sexo tradicional, el hombre la bota, la desperdicia en la eyaculación. Por eso termina tan cansado y se quiere dormir después de tener relaciones, al igual que la mujer”.

De ello da fe Carlos Gómez, un consultor para modelos de negocio en línea de 30 años, quien ha participado en los talleres de María Lucía en compañía de su pareja. Él recuerda que antes de ello, asumían el sexo de una forma compulsiva y muy ansiosos. “Los encuentros no eran tan prolongados y una vez que se perdía esa tensión era difícil volver a conectarnos, a pesar de que nos queremos y tenemos una relación estable”.

Tras acceder al tantra, cuenta que la respiración dejó de ser tan agitada, la vibración ya no es tan básica y los tiempos de sus encuentros se han hasta cuadriplicado. Mejor aún, la intimidad se ha reforzado, su vínculo no pierde intensidad tras el sexo.

Ello se debe a que los tántricos se aseguran de recircular la energía por todo el cuerpo antes de expulsarla. “Esto genera un circuito energético que revitaliza y rejuvenece. Se llegue al orgasmo o no, esa potencia no se pierde”, concluye María Lucía Tarazona.

Un principio básico del tantra que permite alcanzar estos beneficios es el estado de presencia absoluta, según el cual el momento presente es el único con que se cuenta. No existe el afán del “no tengo tiempo”, ni los remordimientos por el pasado, ni la ansiedad por el futuro, tan afines al modo de vida de hoy.

Un prejuicio muy extendido sobre el sexo tántrico es que no incluye penetración. Sí la hay (esta ciencia no rechaza nada), pero en el marco de relaciones que se sirven de ese poder del ahora y de una serie de herramientas propias del tantra como asanas (posturas del cuerpo), pranayamas (técnicas de respiración), mantras (sonidos vibracionales), dianas (meditación guiada) y yantras (figuras geométricas), entre otras.

Todas estas permiten mover la energía, aquietar la mente, elevar los estados de conciencia, armonizar la razón con la emoción y, algo muy importante para este saber, mantenerse con los pies en la tierra y a la vez conectado con la divinidad que venere cada cual.

Una sesión de sexo tántrico tiene un alto componente de sacralidad, expresado en el modo en que se dispone el lugar, donde no tienen cabida el mundo exterior, los celulares ni los televisores. Así mismo, hay una saturación de los sentidos con elementos como plumas, aromas, chocolates y otros que dicte el gusto de cada cual.

“Los tántricos cocinamos a fuego lento y relevamos más el viaje que el destino final”, expresa Tarazona, para describir cómo los amantes empiezan a disfrutar suavemente el uno del otro, sin llegar aún a los genitales, ni concentrarse solo en las demás fuentes de placer, pues todo el cuerpo es una zona erógena. La respiración no es entrecortada ni jadeante y los músculos pélvicos no están tensos, sino relajados.

“Los tántricos cocinamos a fuego lento y relevamos más el viaje que el destino final”.

Luego de media hora de preámbulo, puede darse el coito, pero sin la fricción a veces exagerada que se acostumbra, según Tarazona, quien apunta que ello lo que produce es una pérdida de la sensibilidad en zonas como la cabeza del pene del hombre.

“Cuando sienten que va a llegar el tren”, dice María Lucía para explicar la proximidad del orgasmo, “no tan encima, los dos o el que esté a punto, paran y hacen respiraciones especiales, como una llamada cobra, para transmutar la energía del área genital a todo el cuerpo”.

Acto seguido, se repite dos veces esta estimulación, pero en la tercera vez sí se permite la explosión del orgasmo, que a diferencia del modo corriente, deja de ser genital y se experimenta en todo el cuerpo.

“Te conviertes en un ser orgásmico”, afirma la especialista, antes de mencionar la posibilidad de un orgasmo cósmico: “Jamás pensé experimentarlo, pero te fundes con el universo, no sabes dónde comienzas ni dónde termina el otro, desapareces, es tan fuerte que todo tu ser está ahí. Un orgasmo es lo más parecido a la divinidad porque en ese momento no existe la mente, es tan intenso que no puedes pensar”.

El tantra convierte a quienes lo practican en seres "orgásmicos"

Mientras que una relación sexual normal describe un pico que sube y baja, el tantra supone una subida constante hasta alcanzar un éxtasis en el que se podría navegar incluso por días. Además, la conexión es tanto física como emocional, por lo que no se sugiere practicarlo con cualquiera.

María Lucía, quien reside hoy en Estados Unidos, se autodefine como facilitadora de tantra y a sus talleres llegan hombres y mujeres que buscan algo nuevo en su vida después de explorarlo todo o con represiones de la libido. A la postre, ellos no solo conocen otra dimensión del sexo, sino que acceden a las otras bondades del tantra.

“Yo liberé cosas que tenía guardadas hacia muchísimos años y me impactó muchísimo una actividad en la que había que mirarse con varias personas para descubrir mundos diferentes”, cuenta Natalia Pombo, asesora comercial que ha participado en los talleres.

Cuenta que ese día, con solo verla, un joven que jamás había conocido descubrió en sus ojos una enfermedad sobre la que no le había hablado a nadie. Carlos Gómez, por su parte, asegura que ha podido aplicar eficazmente el estado de presencia absoluta en su trabajo y ha comprendido mejor temas como la definición de género.

Al respecto, María Lucía hace hincapié en que el sexo tántrico es liberador porque la persona abandona la vergüenza por su cuerpo y sus pulsiones, aun las más salvajes. “Un ser sexualmente libre jamás podrá ser dominado por nadie.

Por eso al sistema, que solo quiere borregos que obedezcan, no le interesan seres conectados con su propia verdad.

El sexo tántrico y su ruta hacia el impulso creativo amplia el campo electromagnético (algo comprobado por la física cuántica) y ello permite extraer más y mejor información del universo y agudizar facultades como la intuición y la clarividencia, reflejo de lo poderoso que es el ser humano.

Ella misma se pone como ejemplo: “Hoy pienso una cosa y al día siguiente está pasando. Ya casi no hay lapso entre lo que deseo y el modo en que se manifiesta en mi mundo físico”, confiesa.

*Este artículo fue publicado en la revista Fucsia.