Tecnología
“Nos podemos enamorar de una máquina”: experto en inteligencia artificial revela en SEMANA peligros y oportunidades de esta tecnología
El reconocido neurocientífico argentino escribió una suerte de IA para dummies. Con SEMANA conversó sobre cómo esta tecnología debe causar curiosidad y no temor.
En la actualidad, muchos perciben la inteligencia artificial (IA) como un asunto relacionado con máquinas, opuesto a lo humano. Pero, “quizá convenga recordar que su primer proyecto embrionario se concibió justamente en la urgencia por salvar a la humanidad de su poder de autodestrucción”.
Quien lo cuenta es Mariano Sigman, un neurocientífico argentino que ha dedicado varios años al estudio de la IA, mucho antes de que el Chat GPT asustara al mundo.
En entrevista con SEMANA, este referente mundial en temas como la neurociencia de las decisiones y la educación bucea profundo, hasta los posibles orígenes de esta herramienta tecnológica, y nos deja en los días de la Segunda Guerra Mundial, cuando el matemático Alan Turing fue reclutado por el Gobierno británico junto con otros brillantes físicos y matemáticos de la época, para descifrar el código de enigma, máquina usada por los alemanes para encriptar sus mensajes.
El objetivo de Turing y su equipo consistió precisamente en descifrar ese código. Y él lo hizo no solo con las herramientas que le facilitó el Gobierno, sino con una máquina, desarrollada por él mismo: ‘Bombe’. En todo caso, una tarea difícil en tiempos en que los nazis se esforzaban por blindar sus mensajes sobre ataques y acciones contra sus enemigos.
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Pero cometieron un error que lo cambió todo: su insistencia vanidosa en repetir la fórmula ‘Heil Hitler’ en sus constantes mensajes simplificó la tarea. Fue cuestión de semanas para que Turing cambiara el rumbo de la guerra y acabara con el poder del Führer.
“Entonces, uno de los primeros rastros que se tienen de la IA tenía como propósito nada menos que salvar al mundo. Inclinar la balanza de la guerra. Los códigos nazis se descifraron a tiempo gracias a una asombrosa conjunción de factores humanos y tecnológicos. Por un lado, un equipo privilegiado de mentes científicas y, por otro, el uso de dispositivos aparatosos capaces de ejecutar a gran velocidad cálculos que los cerebros combinados de esos científicos no hubiesen realizado a tiempo”, asegura Sigman.
Algo similar sucedió con el proyecto Manhattan, que abrió las puertas para que los físicos más destacados en mecánica cuántica y física, liderados por Robert Oppenheimer, trabajaran en el desarrollo de una bomba nuclear. “La IA se convirtió durante varias décadas en un campo de estudio minoritario de entuasiastas de la tecnología y de la ciencia ficción”, explica Sigman.
Las pistas de los orígenes de la IA los entrega en Artificial (Debate), un ensayo escrito a cuatro manos con el tecnólogo Santiago Bilinkins. Juntos se dieron a la tarea de navegar por los mares de la inteligencia artificial, cuyas aguas aún generan temor e incertidumbre alrededor del planeta.
¿Hasta qué punto es una amenaza la IA?
Como lo subrayan los propios autores en el libro, la inteligencia es lo que nos distingue de otras especies, nuestro lugar en el mundo. Según Sigman, “lo que hace distinta a esta tecnología es que, a diferencia de otras, tiene cierta autonomía y eso explica, de alguna manera, por qué genera temor. Una inteligencia artificial toma sus propias decisiones. Claro, sobre un marco para el que está programada. Funciona ‘tomando decisiones’ que involucran una observación sobre sí misma, y en eso empiezan a parecerse al intelecto humano”.
Sin embargo, hay que tener presente, aclara Sigman, que “la IA toma decisiones y está en nosotros decidir si tienen valor o no”.ni miedo ni admiración.
Otro de esos temores que asisten a quienes observan la IA con un sentido apocalíptico tiene que ver con que esta herramienta parece haber ‘hackeado’ uno de los activos más valiosos de los seres humanos: su ‘sistema operativo’, el lenguaje.
Sigman pone la discusión en su punto justo: “No necesitamos IA para destruir nuestro lenguaje o nuestros principios y valores; nos bastamos a nosotros mismos”. Pero, no es menos cierto que “utilizada contra los humanos, la IA es una herramienta muy poderosa, con una enorme capacidad de manipulación”, por ejemplo cuando hablamos en términos de democracia.
El experto argentino la describe como una selva, “que es un lugar peligroso, pero fascinante, lleno de vida. Si sabes apreciarla, una vez que entras en ese mundo tan extraño, hay todo un espacio de fascinación. Creo que a la IA no hay que tenerle ni tanto miedo ni tanto respeto o admiración, como les sucede a millones hoy”.
Fue lo que le sucedió al propio Sigman cuando se supo que Deep Blue le ganó a Garri Kímovich Kaspárov, el gran maestro ruso del ajedrez. Deep Blue es una supercomputadora desarrollada por IBM para jugar esta disciplina. “Para muchos consistió en una derrota de la humanidad. Nunca lo vi así. Para mí fue una victoria de la humanidad contra la humanidad, de nuestra capacidad de abstraer, de hacer programas, de hacer computadoras contra nuestra capacidad de razonar a cerebro desnudo”.
Enamorarnos de máquinas
Sigman está seguro de que estamos viviendo apenas la fase inicial de una tecnología que aún nos seguirá sorprendiendo y atemorizando por partes iguales. Y con ello nacerá una era en la que los humanos aprenderemos a vivir con máquinas que tendrán funciones muy parecidas a las nuestras. Que incluso tengan un cuerpo (o algo parecido) y nos hagan creer que tienen sentimientos y nos hagan enamorarnos de ellas.
“Llegará un momento en el que conversemos con la inteligencia artificial casi de los mismos temas de los que conversamos con otras personas hoy. Porque el uso que le damos hoy, curiosamente, es para preguntarle sobre lo desconocido, los temas que nos generan curiosidad. Pero llegará un momento en el que le apretes un dedo a esa inteligencia artificial y entonces te diga que te duele. Que la amenaces con que la vas a apagar y te pida que no la apagues. Nos parece el guion de una película de ciencia ficción, pero es algo que ocurrirá, incluso más pronto de lo que podamos imaginar”.
Más pronto que tarde también dejarán de existir una serie de trabajos y oficios que hasta no hace mucho se nos hacían indispensables: los relacionados con la manufactura y el ensamblaje; la conducción de vehículos; los trabajos administrativos y de oficina; los cajeros y trabajadores de servicios al cliente, los trabajos en el campo financiero y hasta los más creativos, como la escritura y el diseño.
“Las máquinas han alcanzado niveles sobrehumanos para ciertas tareas específicas. Hay programas capaces de jugar extraordinariamente bien el ajedrez, otros que escriben un ensayo sobre cualquier tema en cuatro segundos. Pero ninguno de estos representa una amenaza seria. Lo serio es que OpenAi y empresas como Google y Meta tienen un objetivo más ambicioso: construir una IA General (IAG), máquina con una superinteligencia con todas esas capacidades humanas”, dice Sigman.
El hombre que sabe bien que resulta “inevitable tener una reacción negativa hacia la IA”, pero que está seguro de que es necesario “mirar esto con un poco más de curiosidad, y considerarla como una herramienta con la que trabajar, o una musa, más que como un adversario” .