SALUD PÚBLICA

El riesgo de morir por una caída es mayor de lo que se cree

Aunque no están en el radar de la gente, como los accidentes de tránsito, las caídas son la segunda causa de muerte no intencional en el mundo y generan más de 646.000 decesos al año. Este es el panorama en Colombia.

16 de junio de 2018
Cada año 646.000 personas fallecen por caídas accidentales

Hace dos años, el famoso cantautor y poeta canadiense Leonard Cohen inesperadamente se cayó de su cama mientras dormía. El golpe le causó un trauma craneoencefálico severo, que lo dejó sin vida instantáneamente. Aunque el motivo parece absurdo y podría entrar en el ranking de las formas más tontas de morir, es más común de lo que se cree. En 1990, Carlos Holmes Trujillo Miranda –padre del exministro Carlos Holmes Trujillo García, actual directivo del Centro Democrático– también falleció por esta causa, cuando se resbaló en el baño de su casa.

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La escaladora Charlotte Fox protagonizó el caso más reciente. La mujer de 61 años, que sobrevivió a peligrosas tormentas de nieve en el Everest, murió en su casa luego de resbalar por unas escaleras. Como estos, cientos de casos ocurren a diario. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), las caídas representan la segunda causa de mortalidad accidental a nivel global. Cada año 646.000 personas fallecen por esta razón.

En Colombia, el Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses registra que en los últimos cinco años más de 3.500 colombianos han muerto por caídas; y que el promedio anual está en 700. Esto significa que a diario 2 colombianos fallecen por esta causa. Ya sea en andenes, escaleras, baños, haciendo trabajos domésticos, de construcción, en actividades de ocio como conciertos, deportes extremos, entre otros (ver infografía). Una cifra bastante alta si se tiene en cuenta que la mayoría son prevenibles. Por ejemplo, en los hospitales los pacientes pueden enredarse en los cables que conectan su cuerpo a máquinas o caerse porque no conocen el espacio. “Esto podría evitarse con buena iluminación, con más cuidado o con ayuda de una enfermera”.

Para Carlos Valdés, director del Instituto de Medicina Legal, es fundamental diferenciar entre los tipos de caídas. Están las de altura que generalmente tienen que ver con actividades de construcción, albañilería, trabajos eléctricos o pintura y representan casi el 70 por ciento de las muertes. La cifra más contundente es que de los 3.500 decesos entre 2013 y 2017, 2.417 ocurrieron así. Están además las de altura propia, es decir, desde el piso, y “guardan una estrecha relación con los trabajos domésticos, cuidados personales o actividades fuera de casa”. Estas causan más de 1.100 muertes al año. Ocurren en pisos húmedos, escaleras mal diseñadas, andenes y cuartos de baño.

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“El baño representa el mayor riesgo”, dice Valdés, y agrega que, en general, el problema se complica porque pocos creen que pueden morir por una caída. “Menosprecian las actividades familiares o domésticas, cuando la mayoría son de alto riesgo”, asegura el director. Con él coincide el médico ortopedista Miguel Álvaro Triana, quien agrega que este tipo de accidentes están aumentando, entre otras cosas, por usar los celulares en las calles. “Muchos se caen por estar distraídos, por tomar fotos, mirar correos o escuchar música”, dice.

Los hombres se caen más que las mujeres. “Esto tiene que ver con la actividad laboral y los riesgos que asumen”, afirma. Agrega que en los meses de diciembre y enero, los fines de semana y los lunes ocurren más caídas mortales.

Aunque cualquiera puede sufrir una caída fatal, Santiago Vallejo, neurocirujano de la Fundación Cardioinfantil, asegura que dos grupos poblacionales son especialmente vulnerables: los mayores de 65 años y los niños. “La razón es que ambos tienen un nivel inferior de reflejos”, dice. No tienen buen equilibrio ni buena masa muscular. También es común que no oigan ni vean bien, lo que aumenta significativamente su riesgo, agrega.

Vallejo destaca otro grupo, el de jóvenes y adultos, que llegan a urgencias bajo los efectos de alcohol o drogas. “Ellos tienen riesgos de traumas más severos porque pierden su medida de protección principal, poner las manos al frente o esquivar las cosas. Entonces, la cabeza recibe primero el golpe”, agrega Vallejo. Las cifras son menores, pero el impacto puede ser más grave.

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Las muertes ocurren por varias razones. Una de las más recurrentes es el trauma craneoencefálico grave, que produce un aumento en la presión dentro del cráneo. Como dice el neurólogo SantiagoVallejo, “esto causa una hernia o hematoma que puede llevar un daño cerebral irreversible” y a la muerte instantánea. Respecto a las fracturas, se producen principalmente en la cadera, los hombros o la columna. Aunque no provocan un deceso inmediato, a largo plazo implican un deterioro grave. “La funcionalidad del paciente después de caerse baja un 30 por ciento. De 100 caídos, 30 no vuelven a ser los mismos. Quedan inválidos, incapacitados, no quieren vivir. Está demostrado”, asegura el ortopedista Miguel Triana.

En Colombia, las cifras y los estudios al respecto son casi nulos, y esto se debe a las dificultades de registro. “Cuando los adultos llegan con hematomas en el cerebro por caídas, es muy difícil saber la causa. No lo recuerdan, estaban solos o han muerto”, asegura Vallejo. A esto se suman los subregistros de decesos o accidentes por caídas en espacios públicos, como, por ejemplo, a causa de alcantarillas destapadas, huecos, desniveles en andenes o sumideros ocultos bajo el agua. Según Johan Avendaño, experto en seguridad ciudadana y políticas públicas de la Universidad Central, este tipo de caídas aumenta día a día por el pésimo mantenimiento que le da el Estado a esos espacios, pero también porque no hay un mecanismo práctico que permita a los ciudadanos denunciar estos inconvenientes.

En conclusión, se trata de un círculo vicioso, pues las víctimas “no, saben a quién acudir ni como reportar, aunque ocurra mucho”. Además, en Colombia no hay un lineamiento a seguir en cuanto a la responsabilidad del Estado, dice. Todo esto lleva a que sea muy difícil identificar formalmente el problema. Aunque la mayoría de las caídas resultan de la falta de precaución (ver recuadro), también son significativos los factores externos como la mala planificación urbana. Desde su perspectiva de médico y ciudadano, Vallejo dice que “la ciudad es muy agresiva para la gente. Los andenes están llenos de huecos. La ciudad no está hecha para niños ni para los ancianos, y ni siquiera para los jóvenes. Cuántos no nos hemos tropezado en las calles aun siendo precavidos”, afirma.

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Si bien la mayoría de las personas no mueren de una caída, un simple tropezón puede tener grandes costos para el sistema de salud, la economía y la vida social de la víctima. “Una persona laboralmente activa puede incapacitarse de dos semanas a seis meses por una caída boba. Es una tragedia terrible”, asegura. Aunque en Colombia no hay datos estadísticos, los de países como Finlandia y Australia permiten estimar que cada caída en mayores de 65 años le cuesta al sistema de salud más de 10 millones de pesos. Desde todos los ángulos –la muerte, el deterioro de salud y la tragedia social– las caídas tienen un costo muy alto. Por eso, los expertos recomiendan detectar los peligros y hacer ajustes en las viviendas para reducir los riesgos.

Cómo prevenir

Algunas recomendaciones para evitar caídas.

En espacios públicos

Utilizar calzado cómodo y seguro. No usar el celular mientras se camina y estar atento. Evitar cargar en exceso bolsos, paquetes, bolsas y todo lo que comprometa la estabilidad. Hacer recorridos conocidos, pues reconocer el terreno evita accidentes. Usar bastón si tiene dificultad al caminar. No escuchar música mientras camina para no perder el sentido del espacio.

En las casas

Evitar tapetes doblados, juguetes, cables y otros objetos en el suelo que causen enredos. Instalar barandas en escaleras y baños. Mantener los pisos secos. Usar tapetes antideslizantes en la ducha. Asegurarse de que los peldaños de las escaleras no tengan irregularidades. Tener buena iluminación. Mantener cerrados los cajones. Tener un punto de apoyo al vestirse. Evitar poner en grandes alturas, platos, ropa y objetos que pueda necesitar.