CRIANZA
El hijo preferido
Todos los papás tienen un hijo al que le prestan más atención. Los expertos señalan que es normal tener un favorito, pero advierten qué hacer para que los otros no se den cuenta.
Los papás siempre son diplomáticos cuando se les pregunta si tienen un hijo preferido. “No, yo los quiero a todos por igual”, responden casi siempre. Sin embargo, varios estudios científicos sobre este fenómeno han concluido que el favoritismo es un hecho innegable en las familias aunque se presente de distintas formas y por diversos motivos. Es apenas lógico que haya más cercanía con unos que con otros pues los niños, al igual que los adultos, tienen personalidades que pueden ser más compatibles. O por el contrario, pueden no parecerse mucho y tener gustos tan distintos que dificultan su relación afectiva.
Katherine Conger, profesora de Desarrollo Humano y Estudios Familiares de la Universidad de California, Estados Unidos, reveló en una investigación que el 70 por ciento de los papás y el 74 por ciento de las mamás aceptan tener preferencia por uno de sus hijos. Conger siguió durante tres años a cerca de 400 pares de hermanos y a sus papás para observar sus comportamientos. Al final del trabajo, publicado en la revista Journal of Family Psychology, pudo observar una tendencia muy marcada de los papás que preferían a los hijos mayores, sin importar si era niño o niña.
Según Jeffrey Kluger, autor del libro El efecto de los hermanos: lo que los vínculos entre hermanos y hermanas revelan de nosotros, el hallazgo de Conger obedece al orden de nacimiento, un factor que determina el favoritismo hacia los hijos. Esto se debe a que el primogénito es una novedad y por lo tanto los padres “le dedican mucho tiempo, dinero, amor, calorías y atención. Cuando los menores nacen no los ven como una gran inversión”, dijo a SEMANA. La base de esta preferencia estaría relacionada con la supervivencia de la especie, pues el primogénito asegura la descendencia y debe ser el ejemplo para sus hermanos.
Los de la mitad, por su parte, no corren con tanta suerte y rara vez son los favoritos de la familia. De hecho, suelen ser los más desapegados de sus padres y tienden a irse primero de la casa. Pero los menores sí pueden llegar a estar al nivel de preferencia de los mayores, especialmente de las mamás que los ven más vulnerables y los sobreprotegen. Lo mismo puede suceder según el género, pues en algunos casos hay una sola mujer entre varios hombres por lo cual ella recibe un trato especial, o viceversa. De igual manera los más agraciados tienen las de ganar y normalmente reciben muchos halagos de sus padres que los ven como su tesoro más preciado.
Pero los expertos concuerdan en que el favoritismo depende también de otros factores como el parecido físico o el éxito académico y profesional. Es decir, los que cumplen las expectativas de los padres y, quizás, inconscientemente llenan en estos el vacío dejado por algo que no lograron. Lo anterior puede generar entre hermanos una competencia sana por ganar el cariño de sus padres. El problema surge cuando los papás tienden a favorecer a uno de los hijos sin reconocer el esfuerzo del otro.
Por eso, aunque tener un hijo preferido es natural, si es demasiado evidente puede afectar la autoestima de los demás y generar grandes rivalidades. La psicóloga clínica Ellen Weber Libby, autora del libro El hijo favorito, afirma que en algunos casos este favoritismo afecta psicológicamente a los hijos. Libby conoció el caso de una familia en la cual los papás de tres hermanas esperaban que una de ellas obtuviera una beca de estudios, por lo que la exoneraban de las labores domésticas. Mientras ella se dedicaba a estudiar, las otras sí debían lavar platos y demás. Esto no solo las hacía enojar sino que afectaba a la hermana preferida, pues el favoritismo que mostraban sus padres “iba en contra de su voluntad. Ella se sentía culpable con sus hermanas y al mismo tiempo en deuda con sus padres porque debía satisfacerlos”, señala la autora.
Un estudio de la Universidad de Cornell reveló que quienes tuvieron a unos papás que evidenciaban mucho su preferencia eran mucho más propensos a sufrir depresión, aun siendo los favoritos. De hecho, lo que más los afectaba era la percepción de un trato desigual. “Cuando el favoritismo es constante y se convierte en una parte duradera de la dinámica familiar hay alto riesgo de que la conducta y el bienestar de los implicados se vean afectados. Además, influirá en la forma en que estos traten más adelante a sus hijos”, afirma Libby.
Por esa razón, los papás deben ser muy cuidadosos en este tema. Una de las primeras recomendaciones es atender las quejas de sus hijos por el trato diferencial. Con frecuencia, cometen el error de ponerse a la defensiva y no aceptar que suelen favorecer a uno de sus hijos. Según Libby, ese comportamiento no ayuda, pues contribuye a aumentar su mala percepción y esta negación los afecta más a nivel psicológico y emocional. “Los papás deberían ser más receptivos con este tipo de observaciones y conversar con ellos para explicarles que quizás no se habían percatado de que esto los afectaba y que procurarán cambiar su conducta”, señala la autora.
Los papás deben hacerles sentir a sus hijos que tienen un amor incondicional por cada uno de ellos y que ese sentimiento no cambiará aunque en algún momento puedan mostrarse más cercanos a unos que a otros. Lo ideal es que el favoritismo rote de acuerdo con el comportamiento de cada uno. Es decir, que si uno de los hijos es juicioso y obtiene logros se lo reconozcan de la misma forma en que lo harían con los demás.
Barbara Howard, pediatra y presidenta de Total Child Health, centro especializado en desarrollo y conducta infantil, afirma que los papás deben encontrar algo que aprecien mucho de cada uno de sus hijos y construir su relación con base en ello sin hacerlos sentir que tienen uno favorito, por más que sea un hecho innegable. “Una forma fácil y simbólica para solucionar este problema es darles un abrazo fuerte en las mañanas antes de que salgan de la casa. Esto los hará sentir amados e importantes”, concluye Howard.