SALUD
Ponerle la cara al cáncer
Para muchas mujeres víctimas de cáncer usar una peluca no es solo vanidad sino una manera de decirle al mundo que son más fuertes que su enfermedad.
Fortalecidas, así como Sansón cuando recuperó su cabellera, se sienten miles de víctimas de cáncer de seno que lucen una peluca para demostrar que van ganando la batalla contra esa enfermedad, que afecta a más de 8.500 mujeres al año en el país. Para ellas, ese cúmulo de cabello es sinónimo de recuperación y una herramienta que les ayuda a superar su drama.
Es que como cuenta Luz Marina, sobreviviente de este cáncer: “los efectos secundarios de la quimioterapia son terribles. Es un golpe emocional muy duro ver cómo se te cae el pelo, la piel te cambia y las uñas se te ponen negras”. En las mujeres, la enfermedad suele golpear con más fuerza porque además de dejar marcas en su cuerpo les afecta las emociones, el autoestima y el amor propio. “Cualquier cosa que lo ayude a uno a sentirse mejor sirve. Por eso empecé a usar la peluca, porque no quería que se me notara la enfermedad por ningún lado”, afirma Luz Marina.
Ante esto, la Fundación Fundayama, una organización dedicada a brindar apoyo a las pacientes del cáncer y sus familias cuenta entre sus programas con uno orientado a la entrega de pelucas a las pacientes con cáncer. Así contribuyen a que su autoimagen y autoestima mejoren.
“El efecto de una peluca es inimaginable”, cuenta Claudia Urrego, directora de Fundayama. “Es un antes y un después impresionante. Cuando ellas llegan, el dolor y la amargura se reflejan en su rostro. Pero todo cambia cuando salen con su peluca”. Ese cabello, que otras donaron, puede significarlo todo y es que, como dice Luz Marina: “es realmente importante sentirnos como mujeres normales, como si el cáncer nunca nos hubiera tocado”.
Pero más importante que la imagen que proyectan es lo que las hace sentir y el efecto sanador que una buena actitud tiene. Urrego, que ve a diario a mujeres en esta situación, puede afirma que ellas “recuperan su energía, su vitalidad y tienen una forma de afrontar la enfermedad completamente diferente porque lo hacen de manera más positiva”.
Para donar el cabello, los voluntarios deben asegurarse de que esté sano, limpio, seco y que tenga un largo de mínimo 20 centímetros. En muchas fundaciones no importa si está tinturado. En casos como el de Fundayama, que entregan las pelucas gratis, los donantes deben dar un aporte de 20 mil pesos. “Los costos de elaboración son altos y aunque todos realizamos un trabajo voluntario, debemos comprar los insumos para poder hacer las pelucas”, cuenta Urrego.
Hacer una peluca de cabello natural es todo un arte. Con un gorro como base y rodeado de cinta de tul, el encargado empieza a tejer hebra por hebra el cabello donado de por lo menos dos personas. El proceso de armarla toma hasta 8 días. Los obstáculos de estas fundaciones son la falta de insumos para tejer el pelo y la falta de estilistas que le den el toque final a la peluca, ya sea con un corte o cualquier otro ajuste que la usuria desee.
Sentirse bien por dentro es clave en el proceso de recuperación. Diferentes investigaciones científicas han demostrado que una mejor actitud es determinante para la adherencia a un tratamiento.
Ver una cara, antes entristecida por el cáncer, y luego renovada por una peluca es una gran terapia. Por eso, cada día más personas se comprometen a donar su cabello para que fundaciones como Fundayama, que este año ya ha fabricado 510 pelucas, se encarguen de devolverles a estas mujeres de todas las edades y condiciones sociales las ganas de seguir luchando contra su enfermedad.