Psicología
El Joker al diván
El psiquiatra Ariel Alarcón analiza el perfil psicológico del villano de Batman y explica por qué en la vida real los enfermos de salud mental son muy distintos al extraño personaje del cómic. Advertencia: si no ha visto la película El Guasón, es mejor que la vea antes de continuar con la lectura.
Si la película el Guasón ha sido aclamada por la crítica, ha gozado de tan generosa acogida por el público y ha sido nominada a varios premios cinematográficos, es porque toca el alma humana, para bien o para mal.
El film estremece el alma de los espectadores precisamente porque accede, con exquisita sensibilidad artística, a aspectos muy conflictivos de nuestro psiquismo: la borrosa línea divisoria entre la comedia y la tragedia de la vida humana; la normal agresividad y derecho a la defensa, que puede devenir en violencia y la moral para ejercer esa violencia; delicadamente entremezclados con cuestionamientos inherentes a los límites necesarios al universal derecho a la risa y a la alegría.
La soberbia actuación de Joaquin Phoenix, de la mano de su director-guionista Todd Phillips, logra que, al finalizar la película, los espectadores, conmocionados y con un nudo en el estómago, no sepamos a dónde ir con nuestras emociones y nuestras reflexiones. Nos confundimos entre si regocijarnos con la resurrección del Guasón, con quien hemos estado empatizando durante casi 2 horas, y hacer parte de la turba que lo aclama como su héroe, a lo que inmediatamente nuestro súper yo, se revuelve diciéndonos: “¿Cómo puedes admirarlo?, el Guasón es un asesino, hace unos minutos asfixió a su propia madre”, con lo cual corremos el riesgo de ponernos del lado del detestable Thomas Wayne, quien, en un momento de la trama llegamos a pensar que habría podido ser el propio padre del Guasón y, por lo tanto, medio hermano de nuestro amado Batman. Y la inquietud generada por este y otros dilemas del film, invade nuestra mente, penetra nuestros sueños y las conversaciones de los días siguientes: “¿Ya viste el Guasón?”, “¿Cómo te pareció?”, “¿Qué piensas sobre la película?”, etc. Y todos corremos a las redes sociales a ver qué está diciendo la gente. Y la maestría con la que está hecha de la película hace que no haya un lugar correcto dónde pararnos para apreciarla, porque cualquiera de ellos es peligroso.
Psicoanálisis del Joker
Uno de los grandes aportes del psicoanálisis, aparte de su demostrada utilidad clínica, es que es una poderosa herramienta para analizar, de un modo similar a como lo hace con los sueños y las neurosis, otras producciones del alma humana, por ejemplo las obras de arte. En este caso, lo haremos con la película “El Guasón” dirigida por Todd Phillips.
Vale la pena aclarar que a continuación encontrarán un análisis psicoanalítico de apartes de la película, mucho más que el análisis de la psicopatología de Arthur Fleck, personaje que luego deviene en el Guasón, magistralmente interpretado por Joaquin Phoenix. Lo que sigue es una especulación psicoanalítica sobre lo que podría estar pasando por la mente de los creadores, deteniéndome en algunos aspectos de la película. Dado que se trata de una ficción, no es posible ni adecuado hacer un diagnóstico psiquiátrico, ni lo escrito aquí trata de semejar una consulta psiquiátrica.
Infancia atormentada
En psicoanálisis siempre hacemos inferencias sobre cómo pudo haber sido la infancia de los personajes que analizamos. En este caso hay muchos indicios para sostener que Arthur Fleck padeció de una niñez desgraciada que tuvo un impacto decisivo sobre su desarrollo posterior. Su origen es incierto, durante un tramo de la película Todd Phillips arroja un manto de duda sobre sus padres, y nos hace sentir la confusión que seguramente Arthur se planteó de niño y a lo largo de su vida. ¿Quiénes son mis papás? ¿Quién es mi verdadero padre? ¿Soy el hijo adoptivo de mi madre? Nada de esto está del todo claro hasta que él roba la historia clínica psiquiátrica de su madre y se entera de varias verdades en una conmovedora escena. En ese documento se pone en evidencia que, no solamente fue adoptado por su madre, sino que también había sido descuidado, abandonado y brutalmente maltratado por su ella, entre otros con un trauma cráneo encefálico, consecuencia del cual después desarrolla su característica risa patológica. Sus padres biológicos no lo pudieron o quisieron criar y creció al lado de una madre narcisística y psicótica, quien, como vimos, lo maltrató (entre paréntesis uno se pregunta ¿a qué entidad de adopciones se le ocurre entregarle un niño a una madre psicótica?). El padre, símbolo psicoanalítico de la autoridad, la ley y los límites, estaba ausente. No es difícil hacerse la fantasía que Arthur fue un niño extraño, llamativo, que seguramente fue matoneado y re-traumatizado en el colegio. Los matoneos a los que fue sometido ya de adulto por los niños que le robaron el cartel de payaso y los yuppies en el metro, solo reviven esos traumas infantiles.
El mundo interno de Arthur Fleck
Los objetos en psicoanálisis son la representación mental que todos construimos en nuestra mente a partir de figuras significativas de la infancia y que estructuran posteriormente el funcionamiento psíquico. Hemos visto que, en el caso de Arthur, estos objetos son muy problemáticos, para decir lo menos. Por un lado, la imago paterna es la de un padre ausente, él trata de reconstruir esa figura a partir de un padre que sólo existía en la mente delirante de su madre, el multimillonario médico y filántropo Thomas Wayne. Resonando con ese deliro, va a buscarlo, le pide un abrazo y obtiene de él un puñetazo. Arthur corre a congelar sus sentimientos de dolor y rabia metiéndose literalmente a la nevera, escindiendo y reprimiendo sus afectos. Luego, en un funcionamiento muy adolescencial, la mente inmadura y fantasiosa de Arthur trata de llenar el vacío paterno con la figura del comediante Franklin Murray, interpretado por Robert de Niro. Imagina que éste lo acoge, lo destaca y lo hubiera querido tener como hijo, él mismo, como su ídolo, quiere ser comediante, se esfuerza ensayando y escribiendo chistes en su libreta, al lado de reflexiones vitales y de recortes de revistas pornográficas de mujeres a las que les ha quitado la cabeza. Pero este segundo padre le causa una nueva gran decepción: justo cuando él hace su mayor esfuerzo tratando de cumplir su sueño de ser comediante, Franklin Murray, su gran ídolo e imago paterna, se burla de él. Además, como un supuesto gran homenaje, lo invita a su show para seguirse burlando de él. Ahí es cuando Arthur Fleck deviene en el Guasón y planea su cruel venganza. La risa, la burla y la alegría, tienen límites.
La imago materna no es menos problemática. Penny Fleck fue una madre adoptante soltera, con un trastorno narcisístico de la personalidad, crisis psicóticas y enamorada delirantemente de su jefe Thomas Wayne con quien cree haber concebido a Arthur. En un pasaje la película se sugiere que ella también fue maltratada y obligada a firmar unos papeles. Fruto de su narcisismo patológico y sus delirios, no estuvo disponible psicológicamente para Arthur niño y, cuando lo estaba, era agresiva y violenta, una vez lo golpeó con tal violencia que le causó un trauma cráneo encefálico cuya complicación fue la risa patológica. Todd Phillips la muestra como una mujer débil, pasiva, dependiente de su hijo, delirante y ambivalente. Seguramente tratando de revertir la culpa por los maltratos que le propinó, le cambia el nombre a su hijo adoptivo y le pone el apodo de “happy”, obligándolo a no ser cómo él quiera ser, sino ser el fruto de las proyecciones (culposas) de su madre, pero, al mismo tiempo, también lo descalifica cuando le dice: “¿no crees que deberías ser divertido para ser comediante?”. El famoso “doble mensaje” de las madres esquizofrenógenas. También es seductora, llama la atención la escena en la que aparece (imaginamos que desnuda) siendo bañada por él, sin que tenga ningún impedimento para bañarse sola. Esta imagen se asocia a las aludidas fotografías pornográficas de mujeres sin cabeza que Arthur pega en su diario de chistes.
Los traumas y la risa patológica
Los guionistas Todd Phillips y Scott Silver, crean la narrativa de Arthur como un niño que fue poli traumatizado no solo por los golpes que recibió de su madre psicótica, sino, sobre todo por descuido, abandono físico y psicológico, figura paterna ausente, negligencia en sus cuidados, desinterés, dobles mensajes. Todo esto junto genera en él una serie de traumas psicológicos muy complejos, de la mano con el trauma físico al ser golpeado en la cabeza, quedando, como secuela, con una risa patológica. La risa patológica, también conocida como crisis pseudobulbares o trastorno de expresión emocional involuntaria, es la consecuencia de varias enfermedades neurológicas como las infecciones el sistema nervioso, la esclerosis múltiple o los traumas.
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En la película esta risa hilarante, estruendosa inapropiada, le da una fuerza dramática impresionante al personaje y tiene una doble connotación simbólica: por un lado lo “obliga” a reír cuando no quiere o cuando no es adecuado generándole muchos problemas en sus interacciones sociales; pero, sobre todo, en un círculo perverso, denuncia, repite y causa el trauma: la risa le dice a Arthur (y a nosotros a través de él): en tu infancia pasó algo terrible, debido a que se dispara involuntariamente en situaciones que recuerdan precisamente los traumas que vivió y de los que lucha por escapar (cuando es rechazado, cuando es violentado, cuando alguien a su alrededor es violentado, cuando está frente al público, cuando está en sesión de terapia, cuando descubre la verdad sobre su origen). Si bien el estruendo de la risa desfoga la ansiedad, al mismo tiempo, causa un nuevo trauma porque las personas a su lado no entienden de qué se trata, piensan que él se está burlando y lo agreden. Una y otra vez, hasta que su rabia y su odio ya no se pueden encausar.
De Arthur Fleck al Guasón
¿Qué hay de un Arthur Fleck desvalido e ignorado, al poderoso Guasón idolatrado por las masas que ven en él un héroe? De uno al otro hay dos elementos fundamentales: la pistola y los abandonos. Una cosa es un enfermo mental que lucha, dando tumbos, por ganarse la vida y salir adelante, siendo agredido, desengañado y rechazado, y otra cosa muy distinta, es ese mismo personaje, pero poseyendo un arma. Él se rehúsa a recibirla pero termina aceptándola y su personalidad cambia progresivamente. Se enamora de ella, comienza a bailar y a sentirse seducido por sí mismo. Elemento fálico, sucedáneo del padre, en su imaginario elemental le da hombría, le da valor, le da fuerza y dignidad. La comienza a usar inicialmente por accidente hasta que se da cuenta que tiene por fin lo que siempre anheló: es reconocido, mirado, admirado por lo que puede hacer con su arma. Paralelamente pierde todo lo que lo sostenía como ser humano: pierde su trabajo, pierde a sus amigos, pierde a su terapeuta, pierde la medicación que estaba recibiendo, pierde la verdad falsa que lo sostenía, no puede con la verdad verdadera y crea, defensivamente, un deliro de grandeza que se apodera de su mente y mata a su madre, perdiendo el último referente de amor (patológico) que le quedaba, deviniendo en el villano temible y salvador de la Ciudad Gótica.
Violencia y enfermedad mental
De la misma manera que el cuadro de una mujer mirando al espejo, de Picasso, no es el referente de ninguna mujer del mundo real, el Arthur Fleck y posterior Guasón creado por Todd Phillips y Scott Silver, aunque fabricado utilizando elementos de síntomas mentales, no tiene nada que ver con los enfermos metales de carne y hueso. La enorme mayoría de pacientes mentales no son violentos, todo lo contrario, son personas apacibles, retraídas, distantes de los contactos humanos. De ninguna manera esta película puede asociar los enfermos mentales de nuestro día a día con Arthur Fleck. Los enfermos mentales, esquizofrénicos en este caso, merecen todo nuestro aprecio, respeto, consideración y cuidado, con atención psiquiátrica oportuna y generosa, no citas de 20 minutos cada 3 meses, si hay agenda.