Psicología

Por qué nos gusta tanto el chisme

El cotorreo es un comportamiento que comparten personas de todas las edades, tiempos y culturas. Y si es así es porque se trata de un aspecto clave de la naturaleza humana. El médico psiquiatra José A. Posada Villa, explica por qué a todos les atrae.

9 de marzo de 2018
| Foto: Google

El chisme  tiene una mala reputación, pero, de hecho, el término es neutro. Según los expertos en el tema, puede definirse como un comentario positivo o negativo sobre alguien que no está presente y parece ser una de las principales formas de evaluar, comprender y manejar las complejas y cambiantes interacciones que en gran medida determinan el funcionamiento social.

Por supuesto, el chisme solo es bueno cuando la gente lo usa de manera ética y selectiva, siempre por el bien de su grupo social, no para agredir de manera pasiva, aislar o hacer daño a los demás. Hay personas que son buenas chismosas y personas que no lo son. Además,  toma una forma y contenido diferente según el género, la edad y la jerarquía social. Esta actividad, tan humana, se puede encontrar en todo el tejido social. Se calcula que los hombres y las mujeres utilizan aproximadamente el mismo número de palabras en el transcurso de un día: las mujeres 16,215 palabras y los hombres 15,669 en promedio. El chisme representa aproximadamente dos tercios de la conversación.

El ser humano está programado para fascinarse por el chisme. Se tienen argumentos académicos para pensar que este comenzó como un mecanismo adaptativo del homo sapiens en el proceso de conocer a sus vecinos y determinar en quién confiar para mantener la cohesión grupal e identificar posibles amenazas. El proceso requiere escuchar y mirar mucho y por supuesto conversar. Aquellos que sobrevivieron y prosperaron fueron los que pudieron predecir e influir en el comportamiento de las personas de su entorno.

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Para la vida en comunidad es de gran importancia detectar indicadores sobre el comportamiento y previsibilidad de las personas que se conoce. Como saber quién es veraz y quién un tramposo o cómo manejar amistades, alianzas y relaciones de manera socialmente adecuada. En un escenario como este, un intenso interés en los comportamientos de otras personas es de gran utilidad. Por supuesto, no es práctico manejar este tipo de situaciones con información estadística y por lo tanto es importante la información sobre personas concretas y su comportamiento.

En una revisión de la literatura realizada por Roy F. Baumeister y colaboradores, se llega a la conclusión de que el chisme puede ser una buena forma de conocer las reglas no escritas de grupos sociales al dar indicaciones claras sobre la importancia de las normas y valores imperantes y a su vez permitir el control de la desviación castigando a quienes transgreden dichas normas.

También se sabe que las personas felices difunden con más frecuencia chismes positivos mientras que las infelices prefieren los negativos; que las personas comparten información negativa sobre sus enemigos e información positiva sobre sus aliados, y que hay menos interés en transmitir información negativa sobre amigos y parientes.

El chisme negativo produce mayor estrés y preocupación en las mujeres y el positivo más temor en los hombres, al parecer porque les preocupa no estar a la altura de las circunstancias. Por otra parte, las mujeres tienden a personalizar el asunto, mientras que los hombres prefieren referirse a aspectos más concretos de la vida. Es más probable que los hombres compartan chismes con sus parejas y las mujeres con sus amigas. Los hombres suelen estar más interesados en los chismes sobre otros hombres, mientras que las mujeres están prácticamente obsesionadas con noticias sobre sus congéneres.

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El tipo de información que más se comparte es aquella que puede afectar la posición social en relación con los demás y hay un mayor interés en comportamientos negativos, en especial de personas de mayor posición social y de potenciales rivales.

No todos los chismes son falsos. Los estudios han demostrado que menos del 10 por ciento son deliberadamente calumniosos. La mayoría es un intento de llegar a la verdad y resolver los problemas relacionados con las normas sociales en el grupo.

Según los expertos, además,  el chisme sirve para normalizar y reforzar los límites morales en una comunidad, fomentar y construir un sentido de comunidad con intereses compartidos, construir estructuras de responsabilidad social, identificar parejas socialmente deseables o diseminar información en condiciones de igualdad cuando esta se ve vulnerada.

Sarah Wert, psicóloga de la Universidad de Yale, dice que no participar en los chismes de alguna manera puede ser poco saludable y anormal. Las investigaciones de Wert la llevan a concluir que el chisme a menudo es un alivio sano de la ansiedad social.

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Chismosear puede llegar a ser una acción positiva pues dos o más personas reafirman su lealtad mutua cuando comparten información vital o incluso interesante. Al intercambiar lo que creen que es información privilegiada, no solo están disfrutando de una actividad anti estrés, sino que están uniendo y reforzando una red social. Esto es positivo pues se ha demostrado que las personas con adecuadas redes sociales viven más tiempo y en general, son más sanas tanto física como mentalmente. No solo son menos propensos a la depresión y ansiedad. También tienen menos probabilidades de morir por enfermedad cardíaca.

En diversos grados, es evidente que el chisme desempeña un papel en la vida de la mayoría de las personas porque puede generar sentimientos de confianza, intimidad y aceptación por parte del grupo social, que muchos expertos correlacionan con la salud mental.

A medida que las sociedades crecen y se vuelven más impersonales, el chisme es la forma más fácil de conectarse con los demás, como se percibe claramente en los fenómenos observables en los medios y las redes sociales.

Muchas personas se lamentan de la explosión de chismes en los medios y redes sociales como si reflejaran algún tipo de defecto de carácter colectivo, pero fundamentalmente refleja un intenso interés en los actos de otras personas y esta preocupación por las vidas de los demás es la secuela de los mecanismos psicológicos que surgieron en tiempos prehistóricos para hacer que el ser humano tuviera éxito social.