CIENCIA

Bebedores por naturaleza: la historia de por qué los humanos se aferran al alcohol

Un nuevo libro del genetista Robin Dunbar recuerda que la práctica milenaria de tomar licor jugó un papel fundamental en la evolución. Así ha sido la tormentosa relación de los humanos con el alcohol durante siglos.

21 de diciembre de 2019
El libro plantea que el alcohol a menudo se ve solo como un problema social o médico. Pero muchos ignoran su importancia en las sociedades humanas, tanto en el pasado como hoy. | Foto: ISTOCK

Con frecuencia, y más en época navideña, millones de personas experimentan los efectos del alcohol: la desinhibición, el mareo y el inevitable guayabo. A esto se suma que su consumo excesivo ha pasado a ser un problema de salud pública mundial. Muchos recordarán, por ejemplo, que en la década de 1920, miles de personas salieron a marchar en Estados Unidos para exigir su prohibición. En efecto, hoy el alcoholismo es un problema tan grave que la Organización Mundial de la Salud estima que cada año mueren 3 millones de seres humanos por enfermedades o accidentes relacionados con esta sustancia.

Algunos quisieran un mundo en el que la gente consumiera menos alcohol, o que lo hiciera más responsablemente. Pero Robin Dunbar, genetista emérito de la Universidad de Oxford, plantea razones profundas por las que los humanos se aferran al alcohol. “Este ritual jugó un papel determinante en la evolución humana, y representa un patrón social mucho más amplio y complejo que el consumo problemático”, dijo a SEMANA.

Cada año mueren 3 millones de seres humanos por enfermedades o accidentes relacionados con el alcohol.

En su nuevo libro, Alcohol and Humans: A Long and Social Affair, publicado junto con Kymberley Hockings, asegura que la singular tolerancia desarrollada por el hombre a esta clase de bebidas lo salvó de la extinción. “Hace 10 millones de años, cuando los simios competían por sobrevivir en África, la enzima especial que hoy nos permite emborracharnos y digerir el alcohol facilitó que algunos de ellos aprovecharan frutos que otros no podían”, señala. Uno de los grandes desafíos de cualquier especie es no morir de hambre. Por eso esta habilidad de beber alcohol, además de placentera, permitió a la especie tener más energía que otras.

Al parecer, la costumbre surgió cuando estos ancestros humanos reconocieron el olor fermentado de las frutas maduras, y empezaron a consumirlas con otros alimentos. Según Robert Evans, autor del libro Una breve historia del vicio, su estrategia de supervivencia fue tan efectiva que “solo aquellos monos que bebieron se reprodujeron lo suficiente como para transmitir sus genes”. Eso, sin duda, dio origen al hombre, pero también a gorilas, chimpancés y bonobos, que hoy pueden descomponer el etanol, el principal compuesto químico del alcohol.

Un ritual crucial

Más allá de ayudarlos a superar las hambrunas, los efectos de la fruta fermentada ayudaron a los simios a confiar más entre sí y a participar en rituales de amistad cotidianos. Esto fue clave, pues, como sucede hoy con los Homo sapiens, la amistad desempeña un papel importante en la felicidad y el bienestar.

Hay un punto clave: las actividades que giran en torno al alcohol, como relatar historias, intercambiar chismes, contar chistes o cantar, estimulan al cerebro a producir endorfinas. “Las endorfinas generan un sentimiento positivo, similar al de la morfina, que en sí mismo mejora los lazos sociales”, explica Dunbar.

Lo probó un análisis de 148 estudios de pacientes con ataque cardíaco. Al medir los factores que predecían una mejor supervivencia, la calidad de las relaciones con los demás resultó ser esencial. “Dejar de fumar, la obesidad y el ejercicio importaron menos que la cantidad de buenos amigos. En otras palabras, las conexiones sociales juegan un papel central en la capacidad de sobrevivir a los peores traumas. Y esas redes se ven claramente mejoradas por el uso de alcohol”, dice el autor.

Otros estudios del experto de Oxford evidencian que aquellos que visitan regularmente un pub para beber moderadamente tienden a participar más en la sociedad, sentirse más contentos y tener más probabilidades de confiar en otros. “El consumo social moderado ha sido ignorado hasta hace poco. Pero los últimos estudios sugieren que es sorprendentemente beneficioso”, agrega.

La bebida ha ayudado a los humanos y sus ancestros a mantenerse con vida.

La resaca proviene también de la forma de metabolizar el alcohol heredada de los antepasados genéticos. Según Dunbar, el dolor de cabeza, la deshidratación y las náuseas ocurren porque las enzimas que convierten el alcohol en azúcar solo pueden manejar ciertos grados de esta sustancia. “Si bebemos demasiado, no pueden hacerle frente, y entonces el consumo se vuelve tóxico”, dice.

Richard Stephens, psicólogo de la Universidad de Keele, Reino Unido, explica que esto sucede porque el cuerpo descompone el etanol en otros tipos de alcohol y compuestos químicos tóxicos para el organismo. Por ejemplo, el acetaldehído, que aunque es inofensivo, causa vómitos, náuseas, cara sonrojada y sudor, y produce algunos síntomas de resaca. Ese proceso de metabolizar el alcohol puede durar entre cinco y diez horas, según qué tanto haya bebido, dice Karen Martínez, toxicóloga de la Universidad Nacional.

¿Por qué da guayabo? 


Alrededor del licor han nacido muchos mitos. Uno de ellos, que para evitar una resaca hay que seguir bebiendo. Pero la ciencia ha demostrado que no hay forma de curarla, y que utilizar estos métodos podría abrir la puerta a problemas más graves como el alcoholismo. “Tomar una cerveza al día siguiente no quita el guayabo. Genera una borrachera secundaria que se va a prolongar y prolongar. En realidad es bastante nocivo para el cuerpo”, enfatiza Martínez.

Como sustancia psicoactiva, el alcohol deprime el sistema nervioso central y al consumirlo en exceso puede aumentar el riesgo de enfermedades modernas como diabetes, obesidad, cáncer o hipertensión. No obstante, un punto interesante que Dunbar menciona es que el nivel de esta sustancia en las frutas caídas –que comían los antepasados del hombre– tiene entre 1 y 4 por ciento de alcohol, algo similar al contenido de una cerveza. Esto ha llevado al experto a pensar que “al igual que con otras sustancias, como la sal y el azúcar, el problema no es beber, sino las concentraciones de alcohol a las que ahora tenemos acceso”.

Hoy se sabe que otras especies también lo consumen y procesan. Por eso los investigadores buscarán en un siguiente paso evaluar los niveles de etanol en las frutas silvestres y establecer qué tan clave ha sido en la evolución. Nadie niega que la práctica tiene sus contras, pero para expertos como Dunbar no hay que olvidar que desde hace más de 10 millones de años, la bebida ha ayudado a los humanos y sus ancestros a mantenerse con vida.

Por lo tanto, para esta temporada decembrina recomienda disfrutar del alcohol, pero “lentamente”. Beber facilita las relaciones sociales, sin embargo, la persona puede caer muy fácilmente en el lado oscuro si lo toma muy rápido o no sabe parar. “Casi todo lo que come y bebe el hombre es un veneno. Pasa lo mismo con tomar alcohol. Es bueno, pero no si exagera”.