INVESTIGACIÓN
¿Por qué salen hongos en la ropa de mi armario (y no solo ahí)?
Quizás alguna vez ha topado con un hongo insidioso y “okupa” que se empeña en tomar posesión de las piezas de fruta olvidadas en el frutero, de una esquina de la ducha, de un recoveco de la cocina, de una pared del trastero o incluso del rincón de algún armario ropero hasta conseguir manchar y aromatizar de perfume mohoso los pantalones, las blusas o cualquier otro atuendo.
Los hongos –o lo que solemos llamar mohos– pueden crecer en casi cualquier lugar donde haya humedad y materia orgánica, desde el suelo hasta los alimentos, pasando por las prendas de vestir y el interior de los hogares.
El crecimiento de un moho es un proceso complejo y suele estar facilitado por la co-presencia de condiciones higrotérmicas específicas. Versátiles y resistentes, los hongos proliferan sobre materiales tan diversos como papel, cartón, placas de techo, productos de madera, pinturas, paneles de yeso, alfombras, telas, pieles, tapizados, etc.
El problema es que cuando crecen en el interior de una vivienda no solo deterioran los edificios. También pueden causar efectos adversos para la salud.
Inquilinos no deseados
Los mohos de interior más comunes pertenecen a los géneros Cladosporium, Penicillium y Aspergillus. Pero hay muchos más. Por ejemplo Stachybotrys chartarum, cuya presencia ha sido vinculada a síntomas de salud inespecíficos o incluso a patologías graves como la hemorragia pulmonar idiopática aguda en lactantes.
Stachybotrys chartarum tiene un característico color negro verdoso. Puede crecer en materiales con alto contenido de celulosa, como tableros de fibra, tableros de yeso y papel. Para que aparezca se requiere humedad constante por lo que su presencia suele estar ligada a fugas de agua, condensación, infiltraciones de agua o inundaciones.
También se ha evidenciado que especies fúngicas de los géneros Scopulariopsis y Paecilomyces son capaces de liberar trimetilarsina cuando crecen sobre productos que contienen arsénico. Es el caso de los pigmentos verde París y verde de Scheele que eran aplicados en algunos papeles pintados para paredes utilizados durante la época victoriana. La trimetilarsina es un compuesto inorgánico gaseoso muy tóxico que puede detectarse por su ligero olor a ajo.
Una revisión de estudios en varios países europeos, Canadá y Estados Unidos en 2004 reveló que al menos el 20% de los edificios presentaban uno o más signos de humedad. Esta estimación concuerda con las de otro estudio basado en viviendas de Dinamarca, Estonia, Islandia, Noruega y Suecia, que dieron una prevalencia general de humedad interior del 18%. El mismo estudio relacionó que la prevalencia de humedad y mohos en casas de los Estados Unidos de América ronda el 50%.
¿Por qué salen hongos en mi casa y no en la del vecino?
Los hongos utilizan esporas para dispersarse y entran en los hogares de forma diversa a través de puertas abiertas, ventanas, conductos de ventilación, sistemas de calefacción y aire acondicionado o adheridos a la ropa, los zapatos y las mascotas que los transportan desde el exterior.
No siempre es necesario un porcentaje de humedad elevado para que los hongos invadan nuestra vivienda. En ocasiones basta con la condensación ambiental de la humedad en las paredes unida a la mala ventilación para que encuentren condiciones óptimas y crezcan a gusto.
Recientemente han sido reconocidas algunas condiciones asociadas a la mayor probabilidad de la aparición de hongos en interiores. Estos factores incluyen medidas de conservación de energía que no se implementan adecuadamente en los edificios. Entre ellas las deficiencias de ventilación o el aislamiento inapropiado.
También es un factor a tener en cuenta la urbanización vinculada a la degradación urbana, la disponibilidad de vivienda e inequidad social. Otra circunstancia relevante es el cambio climático que alienta la frecuencia creciente de condiciones climáticas extremas y cambios de zonas climáticas.
Por último, no podemos obviar otros elementos clave como la calidad y globalización de los materiales y componentes de construcción, a veces inadecuados para un clima determinado, así como los conceptos y técnicas de construcción.
La importancia de ventilar
Los hongos de las viviendas también pueden causar alergias. La alergenicidad que provocan ha sido documentada desde 1873, cuando Blackley propuso que la inhalación de esporas de mohos podía producir alergia. Desde 1924 numerosas publicaciones han identificado diversos mohos específicos como causa de asma alérgica.
Algunas especies de hongos contienen 40 o más alérgenos distintos como son las esporas, los conidios, los micelios y otras partículas que son capaces de inducir anticuerpos IgE en los seres humanos. La atopia que provocan los hongos se expresa comúnmente como rinitis alérgica, asma y dermatitis atópica.
En las revisiones por parte del Instituto de Medicina (IOM) y de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de la evidencia científica de las relaciones entre los ambientes interiores húmedos o mohosos y la manifestación de efectos adversos para la salud destacaron los síntomas respiratorios y alérgicos. En el año 2009, la Organización Mundial de la Salud emitió una guía con directrices para la calidad del aire en interiores relacionadas con la humedad y los hongos.
Para evitar la aparición de hongos en nuestros hogares podemos seguir unas sencillas prácticas basadas en controlar los niveles de humedad y mantenerlos lo más bajos posible durante todo el día (por debajo del 60% e idealmente entre un 30% y un 50%). También se recomienda limitar el uso de humificadores, no utilizar alfombras en baños, cocinas o sótanos (porque ayudan a mantener la humedad), evitar la condensación, así como ventilar las estancias –baño y cocina especialmente–.
En caso de utilizar secadoras, estufas o equipos de calefacción debemos procurar que ventilen al exterior de la vivienda. Además de arreglar con rapidez las posibles fuentes de humedad como son las goteras, los techos dañados o las ventanas deterioradas. Y si salen manchas de humedad, conviene limpiarlas y secarlas a conciencia antes de que transcurran 48 horas.
Por: Raúl Rivas González
Catedrático de Microbiología, Universidad de Salamanca
Artículo publicado originalmente en The Conversation