A pesar de que los médicos siempre recomiendan a sus pacientes evitar los alimentos ricos en grasa, especialmente si son empaquetados, las personas siguen comiéndolos. Debe haber algo que provoca cierta adicción y gusto por consumirlos. De hecho, en los últimos años ha tomado fuerza una teoría que sugiere que la comida, especialmente la rica en carbohidratos, azúcar o sal, puede generar una dependencia igual a la que produce la nicotina, el alcohol u otras sustancias psicoactivas.
Una nueva investigación realizada por científicos alemanes reveló por qué resulta difícil comer en pocas cantidades este tipo de alimentos. Según los expertos, activan la región del cerebro relacionada con la recompensa y la adicción. Esto sumado sus altos niveles de grasa y carbohidratos hacen más propensa a la persona a comerlos compulsivamente. Aunque está claro que algunas personas tienen mayor predisposición porque son más sensibles al sistema de recompensa que se activa en el cerebro cuando comen.
El sistema de recompensa del cerebro es responsable de que se genere adicción, pues está encargado de mediar las respuestas de condicionamiento a los estímulos, lo cual produce la sensación de placer. Cuando el estímulo es excesivo, se genera dependencia.
Tobías Hoch, investigador de la Universidad de Erlangen-Núremberg y autor principal del trabajo, señaló que la adicción a la comida se le conoce en términos científicos como hiperfagia hedónica, y sirve para describir lo que le sucede a una persona que tiende a “comer en exceso por placer y no por hambre. Algo que a cualquiera le puede pasar en algún punto de la vida y se convierte en un factor clave para la epidemia moderna de sobrepeso y obesidad”, señaló Hoch.
Para sacar esta conclusión los expertos analizaron por medio de resonancias magnéticas la activación del cerebro de ratas de laboratorio alimentadas con papas fritas y las compararon con otras a las que se les suministró comida sin condimentos. Los resultados mostraron que la región del cerebro relacionada con el sistema de recompensa se activó en mayor grado en los animales del primer grupo. Esto significa que la adicción a las papas fritas puede ser “explicada parcialmente por su contenido calórico. Por lo tanto, debe haber un compuesto que las hace tan deseables e intentaremos averiguarlo en futuras investigaciones”, afirmó Hoch.
El investigador está convencido de que podrían desarrollarse nutrientes que al añadirse a estos alimentos inhiban su efecto adictivo si la ciencia consigue descubrir cuál es el componente que activa el circuito de la recompensa del cerebro. Esto “ayudaría a bloquear esta atracción por los alimentos empaquetados y los dulces” asegura Hoch.
Este trabajo fue presentado en la pasada edición del Encuentro Nacional de la Sociedad Estadounidense de Química, que se celebra cada año en Nueva Orleáns. En febrero pasado también se publicó un estudio del mismo grupo de investigación en la revista PloS One.