VIDA MODERNA
Por qué una persona envejece mejor con coenzima Q10
Múltiples evidencias científicas indican que existe una relación directa entre los niveles de CoQ10 en sangre y la capacidad física en las personas mayores.
Si se hiciera una encuesta sobre la coenzima Q10 (CoQ10), gran parte de la población la asociaría con la cosmética antiedad (o anti-aging, que queda más chic). Presente en múltiples productos antienvejecimiento, se usa esencialmente como antioxidante. Pero en realidad es más, mucho más, y su carencia condiciona el modo de envejecer.
La CoQ10 es un compuesto lipídico capaz de aceptar y ceder electrones desde y hasta otros componentes celulares. Esta función, que conocemos como capacidad rédox (de reducción-oxidación), la convierte en un componente clave en dos funciones esenciales para la supervivencia de las células: la generación de energía y la protección antioxidante.
Se trata de una molécula ubicua. La encontramos en todos los organismos, aunque con diferentes unidades de isopreno, entre seis y diez, dependiendo del organismo. Esta omnipresencia ya nos debería hacer pensar que su función es indispensable para la vida.
Una molécula esencial para la vida
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Podemos afirmar que la CoQ10 es esencial para la vida. Enfermedades raras asociadas a la deficiencia en la síntesis de esta molécula presentan una casi total letalidad antes del nacimiento o a los pocos años de vida.
Entre los órganos más afectados por la carencia de esta molécula destaca el cerebelo, que prácticamente pierde las células de Purkinje encargadas de controlar el movimiento. Por tanto, uno de los principales síntomas asociados a su deficiencia es la ataxia o descoordinación motora. Pero no solo eso. Además, los síndromes asociados a su deficiencia también incluyen síntomas como sordera, deficiencia renal y debilidad muscular.
Todo apunta a que esos síntomas tienen que ver con que la coenzima Q10 es esencial para que las mitocondrias produzcan energía –en forma de ATP– en todas las células del organismo. Para colmo, las mitocondrias también intervienen en la fabricación de membranas celulares, la producción de aminoácidos y la de ácidos nucleicos, el control de la muerte celular y los procesos inflamatorios. De ahí los efectos devastadores de su carencia.
Por alguna razón que aún desconocemos, las mitocondrias de algunos tipos de células son más sensibles que otras a esta deficiencia. Concretamente el cerebelo, el riñón, el músculo y las células del oído son los más afectados.
Los niveles de CoQ10 disminuyen durante el envejecimiento
El envejecimiento está asociado con una pérdida de función que afecta prácticamente a todos los órganos. Obviamente, la capacidad de los órganos durante el envejecimiento depende en gran medida de la salud mitocondrial. De hecho, que las mitocondrias mantengan su actividad es esencial para lo que conocemos como un envejecimiento saludable.
En este contexto, la deficiencia de CoQ10 asociada con el envejecimiento contribuye enormemente a la disfunción de las mitocondrias. Una menor síntesis de esta molécula en los órganos de las personas mayores acelera la pérdida de función que acompaña al envejecimiento.
Es más, otro de los fenómenos que han ganado importancia en el desarrollo del envejecimiento es la ferroptosis o muerte celular inducida por daño oxidativo asociado con las membranas celulares. Y resulta que la CoQ10 es el principal antioxidante natural que las células utilizan para preservar estas membranas de la oxidación. Este hecho convierte a la CoQ10 en un factor clave para preservar la actividad celular, especialmente en las células que revisten las arterias y que, cuando sufren un ataque oxidativo, pueden agravar enfermedades cardiovasculares como la aterosclerosis.
Relación entre la CoQ10 y la capacidad física en las personas mayores
Además de su gran importancia en las células, la CoQ10 también se asocia a las lipoproteínas del plasma sanguíneo que transportan colesterol por todo el cuerpo. La CoQ10 se localiza en las LDL o lipoproteínas de baja densidad, conocidas popularmente como “colesterol malo”. Se ha comprobado que la CoQ10 en estas partículas es el principal antioxidante que previene la oxidación del colesterol evitando el daño en los vasos sanguíneos y su acumulación en las placas de ateroma (las placas que causan infartos).
Recientes estudios realizados por nuestro grupo han demostrado que altos niveles de CoQ10 en la sangre están relacionados con una mayor capacidad física durante el envejecimiento y menor grado de fragilidad. La fragilidad es uno de los principales problemas en las personas mayores ya que aumenta y acelera su dependencia. Por ello, prevenir la fragilidad es uno de los principales retos en una sociedad cada vez más envejecida.
Estudios previos ya demostraron que personas mayores de 65 años con altos niveles de CoQ10 en sangre mantienen mayor capacidad física, mientras que el sedentarismo se asocia con menores niveles de CoQ10. Curiosamente esta relación no se establece en personas jóvenes, aunque en deportistas de élite sí que encontramos una relación directa entre los niveles de CoQ10 en sangre y una mayor capacidad física durante la competición.
De manera importante, nuestros estudios también han demostrado que la relación entre CoQ10 y capacidad física en personas mayores es más intensa en mujeres que en hombres. Estos resultados han introducido un aspecto importante que debe ser tenido en cuenta: la diferencia entre géneros.
En resumen, múltiples evidencias científicas indican que existe una relación positiva entre los niveles de CoQ10 en sangre y la capacidad física en las personas mayores. Tanto la capacidad del CoQ10 como antioxidante como su actividad esencial en la producción de energía son clave para explicar esta relación. El papel de esta sustancia en un envejecimiento saludable y activo parece ser esencial en una población cada vez más envejecida.
Por:
Guillermo López Lluch
Catedrático del área de Biología Celular. Investigador asociado del Centro Andaluz de Biología del Desarrollo. Investigador en metabolismo, envejecimiento y sistemas inmunológicos y antioxidantes, Universidad Pablo de Olavide.
Cristina Fernández Portero
Associate professor, Universidad Pablo de Olavide.
David Alarcón
Profesor de Psicología, Universidad Pablo de Olavide.
Josué García Amián
Profesor del área de Psicología Básica, Universidad Pablo de Olavide.
Artículo publicado originalmente en The Conversation.