VIDA MODERNA
Proponerse salir a correr o apuntarse al gimnasio en 2023 es una cosa y hacerlo es otra. Sucede por la procrastinación: ¿qué es?
Ante una situación o tarea que nos pueda parecer poco agradable, procrastinamos porque el sistema límbico gana a la corteza cerebral.
Nadie pone en duda a estas alturas que hacer ejercicio es salud, tanto física como mental. Aun así, el nuevo Eurobarómetro sobre el deporte y la actividad física muestra que casi la mitad de la población europea no practica ejercicio alguno. ¿La razón? La mayoría alega que no dispone de tiempo, a lo que se suma en ocasiones la falta de motivación y la ausencia de interés.
Sin embargo, hay estudios que muestran que el tiempo deja de ser un motivo si tenemos el apoyo de la familia y de los amigos, o si sencillamente nuestro médico insiste en que nos activemos físicamente. Es más, estas investigaciones revelan que las personas que practican deporte con regularidad se organizan mejor el tiempo.
En realidad, procrastinamos
Especialistas en este campo indican que el problema de la gestión del tiempo no es tanto su escasez sino nuestra tendencia a la procrastinación. Procrastinar es un verbo últimamente de moda que, según la RAE, significa ‘diferir, aplazar’. Tiene su origen en el adverbio latino cras (mañana, el día siguiente).
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Pues bien, resulta que casi la mitad de todos los estudiantes y alrededor de la quinta parte de los adultos se declaran procrastinadores severos y crónicos. Ignoran, probablemente, que posponer nuestras tareas no solo puede llegar a ser contraproducente en el día a día profesional y personal, sino que además afecta a la percepción que tenemos sobre nuestra calidad de vida. Procrastinar produce ansiedad, depresión, estrés e insomnio, trastornos cuya frecuencia aumenta también si no se practica ejercicio. Al final, es la pescadilla que se muerde la cola.
No es pereza, sino una batalla interna
Lo normal es que asociemos la procrastinación con ser perezosos o incluso algo incompetentes. Pero la neurociencia nos dice que la procrastinación, en el fondo, se debe a una batalla interna biológica: la que libran nuestro sistema límbico y la corteza prefrontal, interconectados.
El sistema límbico incluye toda una serie de estructuras cerebrales relacionadas con la activación de las emociones. Es un sistema muy potente que, desde el punto de vista evolutivo, apareció en la escala filogenética antes que la corteza prefrontal.
En cuanto a esta región de la corteza cerebral, se encarga de generar comportamientos complejos tales como el razonamiento, la resolución de problemas y la cognición social. Por todo ello recibe el apodo de “centro de la personalidad” y se considera la estructura cerebral más evolucionada.
Ante una situación o tarea que nos pueda parecer poco agradable, procrastinamos porque el sistema límbico gana a la corteza cerebral. Elegimos sentirnos mejor en ese momento, preferimos la recompensa inmediata. Así pues, posponemos la tarea sin tener en cuenta que ese retraso pueda ser contraproducente y acabar generándonos malestar.
Ya entrenaré mañana
El ejercicio es particularmente susceptible a la procrastinación. Hay muchas personas que perciben la práctica deportiva como algo desagradable y aversivo. Detrás de esa aversión puede haber aburrimiento y frustración que, a su vez, son estupendos predictores de la procrastinación. Todo cuadra.
Además, hay estudios que indican que implicarse en una actividad física intensa tiende a llevarnos a un estado de activación poco agradable. Aunque muchos de nosotros experimentamos un mejor estado de ánimo después del ejercicio físico intenso, mientras lo practicamos no es tan agradable. La aversión inicial a ponerse en movimiento, y el estar tan a gusto en casita cuando nos planteamos la opción, nos puede llevar a la procrastinación.
Más actividad física y menos procrastinación
Un estudio reciente que incluía a 621 personas (274 mujeres y 347 hombres) entre 18 y 83 años de edad y que practicaban algún tipo de actividad física ha demostrado que con la práctica deportiva percibimos que tenemos mayor calidad de vida y mejor salud física y mental, y que somos menos propensos a procrastinar.
En este trabajo se detectó que si se practica ejercicio al menos 150 minutos por semana la percepción sobre la propia salud es mucho más positiva. El poeta inglés Edward Young dijo: “El tiempo perdido es la existencia; utilizado es la vida”. Vivamos, pues, y no nos limitemos a existir.
Por:
Francisco José Esteban Ruiz
Profesor Titular de Biología Celular, Universidad de Jaén
Artículo publicado originalmente en The Conversation