Vida Moderna
¿Qué es el síndrome de Estocolmo y cómo tratarlo?
En un inicio, el síndrome fue estudiado en víctimas de secuestros; sin embargo, también se presenta en relaciones tóxicas.
El síndrome de Estocolmo hace referencia a cuando una víctima se identifica con su agresor, generando un lazo emocional con él y hasta sintiéndose responsable o culpable de las agresiones recibidas. Esto, a la vez, se combina con el agradecimiento de haber salido con vida de ciertas situaciones o con menores daños que los estimados.
Este síndrome es una especie de mecanismo de defensa, que puede aparecer en ciertas personas cuando sus cerebros detectan estar en situaciones en las cuales perciben carencia de control.
En un inicio, el síndrome de Estocolmo fue estudiado en víctimas de secuestros para tratar de explicar las relaciones que muchas veces se establecían entre el secuestrado y el secuestrador. No obstante, también se presenta en las bien conocidas relaciones tóxicas, en las que, entre otras cosas, existen diversos tipos de maltrato.
Hoy día, conocidas por todos, las relaciones tóxicas se encuentran a la vuelta de la esquina y son aquellas en las que ambas partes son incapaces, por alguna razón, de impedir hacerse daño. Una de las señales más claras es que existe una incapacidad por abandonar a la persona pues se ha generado una dependencia emocional muy fuerte.
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Una relación se vuelve tóxica en el momento en que una de las partes “se aprovecha” de la otra, cuando ‘aparentemente’ solo uno de los dos obtiene un beneficio.
Por ejemplo, la persona que actúa viendo únicamente su interés, que se propone manipular e intentar controlar, o que simplemente quiere sacar provecho. Lo que motiva a una persona a tener conductas tóxicas es la voluntad de tener control completo y el poder en la relación.
Generalmente, una relación de este tipo se compone de una persona manipuladora, narcisa, y otra susceptible a la culpabilidad.
En muchos casos, a las personas les cuesta estar conscientes de que se encuentran en una relación tóxica porque, según se explica desde el síndrome de Estocolmo, ese es un mecanismo de defensa que puede llevar a quien lo padece a tener una percepción alterada de la realidad, en la cual se siente responsable o culpable por las agresiones que recibe.
Sin embargo, las agresiones tanto físicas como verbales no empiezan de la noche a la mañana, sino que las antecede toda una serie de mecanismos, entre ellos la manipulación, el aislamiento sistemático, entre otras. Muchas veces, sin darse cuenta, las víctimas le permiten al otro tener control sobre todo.
No obstante, no es imposible salir de una relación tóxica. Para empezar a adquirir consciencia del daño que está causando la relación en la que nos encontramos lo primero es “tener el recuerdo completo”, esto implica no recordar solo una parte (que suele ser la buena) sino toda la escena y lo primordial que es el bienestar emocional, psicológico y físico de cada uno.
Tomar el control de las situaciones, romper con esquemas de pensamiento e incluso tener un marco de referencia que les permita rectificar su percepción.
Aunque el síndrome de Estocolmo no tiene un tratamiento específico, romper la rutina, hablar con amigos y familiares, y tener el suficiente apoyo de los seres queridos puede ayudar en este difícil proceso.
Pese a ello, cabe resaltar que no es algo que sucede de la noche a la mañana. Preferiblemente, las personas que padecen este síndrome deben buscar ayuda profesional para trabajar en los mecanismos de defensa que la persona ha adquirido tras la experiencia.