Educación
Si tiene hijas, enséñeles matemáticas
Ansiedad, poca práctica y métodos errados hacen que las estudiantes se alejen muy pronto de esa disciplina, así tengan potencial. Expertos explican por qué los padres deben asumir la tarea fundamental de motivarlas a desarrollar sus habilidades.
En el siglo XXI resulta anacrónico pensar que las matemáticas o las ingenierías no son para las mujeres. La ciencia ha demostrado en definitiva que no existe ningún argumento válido para afirmar que niños y niñas no tienen el mismo potencial, y hoy ellas pueden asumir con éxito cualquier disciplina.
Sin embargo, los estudios y las cifras demuestran que, por alguna razón, las estudiantes siguen teniendo resultados más bajos en matemáticas y ciencias, a diferencia de materias como lenguaje, en la que generalmente sobresalen. En Colombia, los resultados del Icfes en los últimos años (ver gráficas) así lo evidencian. Aunque entre tercero y quinto las diferencias son mínimas, desde que comienzan el bachillerato las brechas de género empiezan a resultar más evidentes en todas las pruebas.
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El fenómeno se debe a muchos factores, entre ellos, económicos, familiares y escolares. Sin embargo, un reciente estudio publicado por la Universidad Javeriana sugiere que sobre todo los aspectos socioculturales condenan a las niñas colombianas a llevar una vida por debajo de su potencial. “La baja representación de las mujeres, en comparación con los hombres, en algunas carreras (...) hacen que las niñas vean menos utilidad que ellos en rendir en este estudio. Las desincentiva a ser competitivas”, explican las autoras. En otras palabras, sugieren que los ambientes familiares y escolares a los que están expuestas en su infancia no las motivan lo suficiente.
Barbara Oakley, escritora e investigadora en disciplinas STEM (las relacionadas con ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas), ha encontrado en sus trabajos algo similar. Aunque asegura que la metodología para enseñar las matemáticas perjudica a todos los estudiantes, afecta mucho más a las niñas. La razón es que además de la ansiedad normal que resulta de basar el aprendizaje en la comprensión conceptual y no en la práctica profunda, las niñas tienen que lidiar con el falso estereotipo de que son malas para las ciencias exactas. “Desafortunadamente, pensar que no eres bueno en algo es un camino rápido para detenerte y evitarlo, incluso si tienes la habilidad. No practicar, a su vez, se convierte en una aversión genuina que pronto se transforma en incompetencia”, explicó la experta a SEMANA.
La fundación STEM Skills de Estados Unidos también encontró que el rango de desconfianza es la principal motivación para que las niñas decidan no estudiar carreras STEM. Al encuestar a 300 niñas de 40 colegios que tenían excelentes calificaciones en matemáticas, física o ciencias combinadas, encontró que la brecha de género no tenía nada que ver con que ellas las encontraran poco interesantes o no valoraran sus posibilidades. La razón era que no se creían suficientemente buenas. Más del 50 por ciento de las niñas estuvieron de acuerdo con la afirmación “A menudo me preocupa que me resulte difícil la clase de física” o “Me preocupa que obtenga malas calificaciones en matemáticas”.
Los docentes también mencionaron la desconfianza como un factor determinante de la brecha de género, pues más del 80 por ciento estuvo muy de acuerdo con la afirmación de que “la mayoría de niñas son igualmente capaces, pero no tan confiadas en su capacidad de aprender STEM como los niños”. Guillermo Ramírez, quien durante varias décadas enseñó matemáticas y tecnología en colegios y universidades colombianas, asegura que al respecto ha observado que las mujeres resuelven los problemas muy bien, pero a menudo son exigentes y críticas con ellas mismas. “No les gusta equivocarse y deberíamos tratar de no promover en las niñas la perfección y la idea de que no pueden fallar ni avergonzarse”. Según el docente, este pensamiento afecta su capacidad de hacer descubrimientos científicos, lo que por antonomasia significa construir hipótesis y equivocarse.
Resultados Nacionales
Datos del Icfes
La historia de Oakley es el ejemplo más claro de que, desafortunadamente, esto sucede. Cuando tenía casi 9 años la escritora e ingeniera asumió que no era buena para las matemáticas. Se quedaba atrás con las tablas de multiplicar y veía que muchos de sus compañeros la superaban, y por eso decidió abandonar pronto su interés por la disciplina. Como resultado, a los 18 años se incorporó al Ejército y más tarde estudió Literatura y Lengua Eslava. Sin embargo, cuando tenía 26 años decidió desafiar a su cerebro y demostrar que era capaz de reordenar su cabeza con términos matemáticos. Oakley hoy es profesora en temas STEM y autora de múltiples libros como Abre tu mente a los números y Aprendiendo a aprender. Textos que, entre otras cosas, buscan transformar la manera en la que los estudiantes se acercan por primera vez al mundo de las matemáticas.
Por eso, dejar que las niñas se rindan con las matemáticas no es una opción. Aunque evidentemente aprenderlas sirve de entrada para cualquier disciplina científica, tienen un alcance universal. Permite desarrollar un pensamiento más crítico, estimular la habilidad de investigar y perfeccionar la búsqueda de la verdad por medio de evidencias. Además, al ser la madre de todas las ciencias, fomentan el relacionamiento con otras disciplinas como la tecnología. En resumen, “llevar a cabo cualquier tarea sin matemáticas es prácticamente imposible, una persona en este tiempo no puede sobrevivir dignamente sin saber absolutamente nada de matemáticas”, afirma Ignacio Mantilla, matemático y exrector de la Universidad Nacional.
Sobre la manera como los padres pueden contribuir a que sus hijas exploten su mayor potencial, Oakley dice que la clave está en generar entornos de práctica habitual, en los que ellas crean que realmente pueden y deben aprenderlo. “Es importante que entiendan que las matemáticas son, hasta cierto punto, como tocar una guitarra. Pueden ser absolutamente divertidas, pero en el fondo requieren de una práctica constante hasta que los patrones fundamentales queden arraigados en el pensamiento”, explica. Mantilla y Ramírez aseguran que tanto profesores como familiares deben entender que la enseñanza de las matemáticas debe ir más allá del salón de clase. “Existen aplicaciones, videojuegos y libros, pero como siempre digo: la casa y la cocina son un gran laboratorio de matemáticas”, agrega.
Hoy más que nunca, cuando los jóvenes en el mundo estudian la carrera de matemáticas por su capacidad interdisciplinar, resulta fundamental reducir la disparidad de género. Según un estudio reciente del Institute for Fiscal Studies, una mujer graduada en matemáticas, ingeniería, economía u otras carreras afines gana en promedio 13 por ciento más que las que estudian otra disciplina. “Es cierto, por más increíble que parezca, yo nunca he conocido un matemático desempleado”, concluye Mantilla.